Mi Proceso de Duelo ante el Alzheimer
“La vida es una escuela, en muchos aspectos la asignatura más importante.
Este Testimonio nació de mi necesidad de plasmar con palabras y darle nombre a lo que he estado viviendo en estos dos últimos años. Su nombre, es duelo, y como cualquier duelo, lo primero que he sentido es que duele y mucho.
Ir enumerando las pérdidas, me ha ido dando pautas claras de lo que en concreto he dejado atrás y saber que todo pasa para algo y que nada sucede por simple capricho, sino para que escuchemos esas grandes lecciones que la vida nos tiene reservadas.
Sólo que hay un pequeño detalle, es muy importante saber que la diferencia reside en saber elegir con que actitud vamos a enfrentar el momento o la pérdida y sí vamos a ser lo suficientemente responsables de asumir las consecuencias de nuestra elección.
Lo anterior lo menciono porque no se qué haré cuando mi madre muera, lo que sí se es lo que estoy haciendo hoy, día a día y con que actitud he elegido enfrentarme a este proceso de mi vida. Siento que la elección es la correcta y que un buen presente hace un buen futuro. Y también darme cuenta de que no hay crecimiento sin pérdida, así como también, después de una tormenta viene la calma.
Mi proceso de duelo
Hoy es una mañana cálida y lluviosa de verano en la que después de dos semanas de revolotear, vengo a caer en la cuenta de que me está costando mucho trabajo enfrentar el tema que desarrollaré a lo largo de éstos mensajes.
Este testimonio me remite a una carta que no hace muchos días le escribía mi madre, misma que quiero compartir para dar inicio a mi relato:
Muy querida mamá:
Hoy cuando regresé al medio día, me hiciste una pregunta que nos hacemos todas las mujeres que hemos tenido el privilegio de crear y criar a un ser humano, en éste caso tan querido cómo lo es un hijo.
Tú pregunta fue: …¿Hija, soy una buena madre?…
A lo que yo te contesto: -… Madre, yo Concepción a mis cincuenta y seis años de edad y desde este momento presente, quiero decirte que eres la madre más maravillosa que la vida y Dios me han podido dar. Cuando fui niña, me vestiste con esmero y dedicación al grado que fui para ti como la muñequita que tal vez no tuviste y en ese acicalarme, jugaste a ser la hermana, amiga, confidente y madre de tu niña amada.
Cuando fui adolescente me diste la libertad de tener mis espacios, mis amigas que conservo hasta la fecha, de lo que me siento muy orgullosa, por que no es algo gratuito, lo aprendí de ti, pues vi y viví cómo supiste cultivar el valor de la amistad.
En mi juventud me dabas tu bendición cada vez que me iba a la Universidad y te quedabas plenamente segura de que lo que hacía fuera de la casa era lo correcto.
Hoy que tanto tú como yo hemos crecido y que los dolores del vivir y el cansancio se hacen frecuentes y a veces constantes, la vida me da el privilegio de cuidarte, acicalarte y ponerte bonita, cómo si fueras la muñeca con la que jugué poco. Mi muñeca, mi amiga, confidente y hermana.
Hoy y siempre llevaré en mi corazón tú imagen. Hoy y siempre tú eres mi única y muy querida madre.
Tú hija que te quiere.
Lo expresado en la carta me lleva a darme cuenta de cuales han sido las pérdidas que estoy viviendo cómo un duelo, al ver los cambios en la memoria inmediata de mi madre y el hecho de verla que se convierte en una niña indefensa a la que hay que cuidar en su caso especial y ante la enfermedad, tenerle mucha paciencia.
Yo también he cambiado, de ser o representar el papel de hija, hoy soy la que dirige, ordena y guía a la madre. Y este cambio, como cualquier otro, no ha sido fácil de asimilar y llevar a cabo. Día a día ha sido un nuevo intento de ensayo y error.
Así es que una de las primeras pérdidas que he experimentado es la de la seguridad que mi madre me daba, como si fuera un pilar para mí y aunque anciana ya, el sentirla fuerte y firme me daba una sensación de presencia, de que en cualquier momento podía recurrir a ella y aunque no me diera nada en especial, su sola presencia era suficiente para mi tranquilidad. Hoy está, pero ya no del todo.
Al ir perdiendo su memoria inmediata y confundirse en muchos aspectos, a mí me hace tambalear mucho emocionalmente en mi relación madre/hija. Hechos cotidianos me hacen sentir confundida ante no saber si lo que hago es o no lo correcto para ella y sobre todo para mi.
Sin embargo y tras muchas horas de terapia y apoyo, he ido encontrando mi propia tranquilidad, en ella a un nuevo ser y en mi un nuevo estilo de convivencia.
El proceso de reaprender a tratarla, darle su lugar y sentir que aunque este enferma es un ser valioso y digno, me llevó mucho tiempo. Ir viendo que la que necesita mucho estar bien y tranquila soy yo misma y con esto ella esta tranquila y no entramos en discusiones, ni polémicas que me lastimaban mucho emocionalmente, porque ella lo olvida de inmediato, como si nada hubiera sucedido y la que se quedaba trabada y con un terrible coraje era yo.
El método que apliqué fue muy simple, pero necesité mucho apoyo para poderlo hacer de corazón y sin coraje y sobre todo confrontada por mi familia quienes me decían que estaba yo enloqueciendo. Decidí un buen día dejar de intentar meterla a mi realidad y entrar a la de ella. O sea que me percaté que sentía un profundo dolor de verla aparentemente como siempre, pero saber que ya nada es igual, lo único que puedo rescatar intacto es el amor y me dije, sí esta es la opción, hay que experimentarla y funcionó.
Aquí me gustaría comentar que mi relación con ella no ha sido de mucho apapacho, entre ella y yo siempre ha habido como una especie de resistencia o celos naturales al ver que era yo la niña consentida de mi padre. Una de las cosas que he vencido, es el poderme acercar amorosamente a ella y desarrollar el contacto físico. Hoy veo que este hecho le agrada y da seguridad, como sí fuera un lenguaje que ella entiende perfectamente, mucho mejor que las palabras.
El hecho de sentirse querida y aceptada por su hija es parte de lo que la mantiene bastante bien y por supuesto yo me siento muy tranquila y satisfecha de comprobar la teoría Frankliana, que ante las situaciones más terribles, aún es posible hacer algo y rescatar un sentido para seguir adelante.
Por que esta situación de impotencia, en este tipo de enfermedades de degeneración en las neuronas del cerebro, para quien es el cuidador primario, se le llama así a la persona que directamente se encarga de vigilar y atender en sus necesidades básicas al enfermo, resultan muy desgastantes y hasta devastadoras para quien las afronta. Me sentía como en una guerra emocional interna, acorralada y sin ver una posible o remota salida, con una terrible desesperanza.
Otra de las pérdidas que viví como un gran golpe de la vida, fue la de enfrentar la venta de su casa y sus pertenencias. Con éste hecho ella me dice haberlo perdido todo, pero para mi representó como un fuerte arrebato, de lo que durante muchos años viví como mi área de seguridad, un lugar de encuentro y sobre todo el rincón de los recuerdos de toda una vida y con ello, toda una historia.
Arnaldo Pangrazzi en su libro “El Duelo. Experiencias de crecimiento” nos comenta al respecto que una de las pérdidas más difíciles de superar es la de la propia casa, por que ésta representa el propio pasado y tiene una gran carga emocional y significado para quien lo enfrenta.
Continua.......................
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