El Gran Viaje
Se hallaba a salvo allá con los suyos, lejos de los peligros que albergaba el mundo, gozando de la compañía de muchos semejantes, quizá demasiados. La inminente superpoblación amenazaba tormenta. Su mundo se había vuelto gris paulatinamente y, aunque cada vez más contaminado, la monotonía en éste continuaba. Por eso, al comenzar el éxodo, no le pareció difícil aceptarlo, incluso disfrutar de él. Nunca había sentido aquella sensación de riesgo y a la misma vez de total libertad. El aire le azotaba fuertemente y más de una vez hubo de cambiar de rumbo. Cada vez estaba más cerca del nuevo mundo: sus oportunidades y sus peligros, sus nuevos horizontes y sus adversidades. Y todo justo allí, delante suya, y cada vez más próximo. Cuando finalmente llegó a su destino, su descendecia se expandió concéntricamente a lo largo y ancho del nuevo territorio, aunque muchos otros viajeros habían alcanzado también la esperada meta. Aunque la llegada fue dura y perdió mucha fuerza, menguado y exhausto prosiguió su camino, aunque de forma mucho más lenta, ya que el terreno sobre el que se hallaba le era totalmente desconocido. Pero no todos los que partieron llegaron tan lejos, ni mucho menos; algunos se congelaron por el camino y otros, cansados, no pudieron más que ser devueltos al punto de partida. En cambio, quienes lograron arrivar, corrieron suertes muy dispares: algunos fueron absorbidos y transformados para servir al nuevo mundo y a sus habitantes; otros llegaron a zonas totalmente inhabitables por ellos y fueron rápidamente repatriados; otros consiguieron llegar a alguna de las muy diversas colonias que ya sus antepasados habían construído, e incluso habían formado algunas nuevas, menos estables o duraderas. Y el resto, como era su caso, habían deambulado sin rumbo fijo, aguantando, algunos más, algunos menos, hasta el límite de sus fuerzas, buscando algo a lo que aferrarse, intentando aprovechar el poco tiempo que les quedaba hasta, finalmente, rendirse a los elementos. Su cuerpo fue recogido por fuerzas mayores y transformado de nuevo al que tenía originariamente. Una vez de vuelta en su mundo, pudo contemplar que habían nuevos indivíduos y que otros ya no estaban, aunque muchos le seguían resultando familiares. Su mundo parecía haber cambiado también: era mucho más claro y menos denso; la tensión había desaparecido, aunque eso no sería eterno, y lo sabía, por lo que comenzó a coger fuerzas para el próximo viaje. Entretanto, en el otro mundo, sus gentes comenzaban a salir de sus hogares y a comunicarse entre ellos con comentarios tales como: - Vaya chaparrón más inoportuno - Sí, pero no creo que vuelva a llover.
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