Los conceptos de transferencia y contratransferencia son fundamentales para comprender tanto la teoría como la técnica de las terapias orientadas psicoanalíticas; son fenómenos de naturaleza bastante compleja, por lo que las definiciones y las connotaciones que los distintos autores dan a estos términos varían de acuerdo a los distintos aspectos que consideren en su análisis.
El mismo Freud, al hablar por primera vez de la transferencia en 1895, lo consideraba un fenómeno que estorbaba en la labor terapéutica; ya en épocas más tardías, descubre la importancia de éste fenómeno en la terapia y hace del análisis de la transferencia la tarea central del psicoanálisis. (Menninger y Holzman, 1973).
LA TRANSFERENCIA
Conceptualización de la transferencia
Existen dos grandes orientaciones en la conceptualización de la transferencia. La primera la considera un fenómeno universal, que se da a diario en la vida cotidiana con cualquier persona con la que nos relacionamos; consistiría en el desplazamiento de emociones y conductas que originalmente se experimentan en relación a personas significativas de la infancia, sobre ciertos objetos actuales. Desde una perspectiva Kleiniana, la transferencia se explicaría por la constante necesidad de los seres humanos de contactarse con otros y, al ser la relación primera la establecida con la madre, todo fenómeno transferencial sería un revivir de este tipo de relación objetal primaria.
La segunda forma de conceptualizar la transferencia, cual es la que normalmente se utiliza dentro de los textos de teoría y técnica psicoanalítica, hace referencia a los procesos de transferencia dentro de la relación terapéutica. Dentro de este contexto, Anna Freud (en Menninger y Holzman, 1973) definió a la transferencia como todos los impulsos que experimenta el paciente en relación con el psicoanalista, que no son creación nueva de la situación analítica objetiva, sino que se origina en relaciones primitivas con los objetos y ahora simplemente se reviven por la influencia de la compulsión iterativas. Otra definición complementaria a las anterior es la otorgada por Menninger y Holzman (1973), para quienes la transferencia "son los papeles o identidades irrealistas que el paciente atribuye inconscientemente al psicoanalista en la regresión del tratamiento psicoanalítico, y las reacciones del paciente a las representaciones, que por lo general, derivan de experiencias anteriores" (Menninger y Holzman , 1973, p.116).
La transferencia dentro de la terapia psicoanalítica tiene una particular intensidad. Racker (1990) explica el proceso a través del cual se produce esta particular fuerza de la transferencia señalando que la abolición del rechazo que se produce como consecuencia de la asociación libre y la neutralidad del terapeuta, hace que el paciente proyecte sus ideas rechazadas o rechazantes sobre el terapeuta; estos objetos internos rechazados y rechazantes son en el fondo los padres introyectados, lo que explicaría la intensidad de la transferencia en la relación analítica, debido a que estos mismos objetos rechazados son a la vez los objetos necesitados, por los cuales siente amor.
Actualmente, se considera que en la transferencia no sólo se debe considerar la aparición de emociones y pensamientos del paciente en relación directa al terapeuta, sino todo aquello que surge en la relación entre ambos, en la llamada transferencia de situaciones totales. De este modo, también debe considerarse en el análisis de transferencia el modo en el cual el paciente trata de comunicarse con el terapeuta, el modo en el cual intenta aplicar sus sistemas defensivos al terapeuta y su concepción de mundo, de la forma en la cual la percibe el terapeuta a través de la contratransferencia.
La neurosis de transferencia y su importancia dentro las terapias psicodinámicas.
Como ya se ha dicho en la relación terapéutica, como en toda relación significativa, el paciente inicia procesos transferenciales difusos. Dentro del marco del psicoanálisis o una terapia psicoanalíticamente orientada, estos procesos son intencionalmente intensificados con el fin de descubrir los mecanismos infantiles subyacentes a la neurosis del paciente. A esta reproducción de la neurosis infantil en la relación con el analista de un modo artificial se le denomina neurosis transferencial.
La transferencia es un fenómeno derivado del desplazamiento y la regresión. Para lograr el establecimiento de la neurosis transferencial es necesario que el ambiente terapéutico facilite estos procesos a través de algunos factores, tales como la serenidad y constancia del ambiente, el silencio del analista, la asociación libre y la escasa información que tiene el paciente acerca del terapeuta que permite con mayor facilidad la proyección de sus figuras internas sobre él (Fenichel, 1974).
La importancia de establecer la neurosis transferencial radica en que permite conocer y dirigir a la figura del terapeuta los mecanismos y conductas neuróticamente estereotipadas de modo tal que éste pueda atacar las resistencias neuróticas mediante las interpretaciones de la transferencia, logrando una reestructuración de la personalidad del paciente que lo llevaría a una mejor adaptación.
Es importante destacar que esta neurosis transferencial no es fomentada en las psicoterapias breves debido a que, en primer lugar, el encuadre o setting de la terapia no es el apropiado para lograr los fenómenos regresivos característicos de la neurosis transferencial y, en segundo lugar, no se pretende cambiar la estructura de personalidad del paciente sino lograr insight sobre aspectos de la vida cotidiana del paciente.
Transferencia positiva y transferencia negativa.
En términos generales podemos decir que la transferencia positiva surge cuando el analizado siente ciertas gratificaciones por parte del analista y se dispone hacia él con una actitud de amor, distinta a la cooperación consciente producto de la alianza terapéutica. Por otra parte, también podemos hablar de una transferencia negativa, la cual se produce cuando el paciente revive en la transferencia conflictos que vivió en su infancia en la figura del terapeuta; normalmente, el terapeuta va a frustrar los intentos del paciente por actualizar los impulsos, de manera tal que éste active sus defensas, respondiendo con hostilidad y agresión.
La transferencia positiva es el móvil más importante para superar las resistencias, o sea, hacer consciente lo inconsciente. Cuando la transferencia se vuelve negativa o sexual, se convierte en una resistencia y su análisis y disolución adquieren una importancia esencial para poder continuar el trabajo. Mientras la transferencia resulta de este modo un gran peligro para el tratamiento, se constituye al mismo tiempo en su instrumento más importante, pues la vuelta de los procesos infantiles en la transferencia hace de ella el mejor medio para hacer recordar aquellas vivencias reprimidas (Racker, H. 1990). De este modo, el hablar de resistencia positiva o negativa tiene, actualmente, una connotación más bien técnica que valórica, en tanto el análisis y la elaboración de ambas son útiles para el trabajo terapéutico.
La Transferencia y su relación con la resistencia.
Si en el curso de la terapia psicoanalítica la transferencia se vuelve negativa, está se transforma en una resistencia; en general, se consideran resistencias todas aquellas conductas, emociones, pensamientos, impulsos y fantasías que entorpecen el análisis, dificultando los procesos de recuerdo e insight, impidiendo el cambio.
Freud se percató prontamente de esta relación entre las resistencias y ya en su libro de 1912, "La dinámica de la transferencia", señala la aparición de patrones infantiles de relación que entorpecían el análisis y estableció que la transferencia era una forma de resistencia, en la cual se repiten formas de actuar defensivas para no recordar hechos ansiógenos. Posteriormente, comprendió que la transferencia era un fenómeno mucho más amplio, en el cual se podía incluir tanto los sentimientos infantiles positivos como los negativos actualizados en el terapeuta. De este modo, en "Más allá del principio del placer" (1920), Freud manifiesta que también se puede considerar como transferencia el contenido resistido; el ello canalizaría transferencialmente sus impulsos hacia el terapeuta y el yo repetiría las defensas que ocupó en la infancia para protegerse de éstos, oponiéndose ambas instancias reviviendo el conflicto que causó la neurosis.
Estos dos modos de entender la transferencia han dado lugar a la formación de dos grupos de psicoterapeutas. El primero expresa que la transferencia es principalmente resistencia, ya que ella daría cuenta de repetición de ciertos impulsos infantiles, que ocuparían el lugar del recuerdo; la labor del terapeuta sería eliminar esta transferencia, para lograr lo esencial del proceso analítico, el "recordar" (hacer consciente) la infancia reprimida. El peligro de este enfoque está en considerar que lo rechazado sea el pasado, siendo que para el inconsciente (regido por el proceso primario) no existe diferencia entre pasado y presente. Lo rechazado es algo doloroso, que nunca se transforma propiamente en pasado y que se vive como presente en la relación transferencial.
Para el segundo grupo la transferencia es lo resistido y lo fundamental en la terapia es la transferencia misma, la revivencia de conflictos infantiles y su rectificación. Los recuerdos tienen valor en tanto permiten comprender la transferencia actual entregando los verdaderos nombres a la relación transferencial y limpiando el carácter de realidad que tiene la transferencia para el paciente.
CONSTRATRANSFERENCIA
La contratransferencia sería el conjunto de actitudes, sentimientos y pensamientos que experimenta el terapeuta en relación con el paciente (Florenzano, 1984). Al igual que el concepto de la transferencia, la contratransferencia ha poseído distintas implicancias: desde una connotación negativa para Freud, que obligaba a considerarla un proceso a dominar por completo, hasta la actual valoración de este proceso como una importante herramienta terapeútica necesaria para comprender los procesos transferenciales del paciente. La contratransferencia da cuenta de un hecho generalmente olvidado otro tipo de terapias: tanto el paciente como el terapeuta se encuentran dentro de una relación que es interactiva, por lo que el paciente se verá influido por el terapeuta, tanto como éste por el paciente (Menninger y Holzman, 1973).
Al igual que la transferencia positiva, la contratransferencia positiva le ofrece al terapeuta la energía necesaria para comprender el inconsciente del paciente. La contratransferencia negativa, por su parte, interferiría en la motivación y en la "objetividad" del terapeuta para realizar sus intervenciones y sería resultado de la adopción de objetos negativos del paciente, aunque también podría ser consecuencia de una falsa comprensión debida la desintegración de los propios objetos del analista. Así, Racker (1990) distingue dos tipos de contratransferencia: la resultante de la identificación concordante, o sea, con el yo y el ello del paciente y la complementaria que resulta cuando el terapeuta se identifica con objetos internos del paciente. En este último caso nos encontraríamos frente a neurosis contratransferencial, la cual es producto de la neurosis del propio analista, que en la situación analítica revive sus conflictos estableciendo una transferencia negativa con el paciente.
Para evitar los efectos perjudiciales de la contratransferencia, el analista debe tener una actitud activa, que le permita sublimar su contratransferencia y mantenerla positiva, o sea, debe mantener una actitud de amor hacia el paciente, a pesar de las agresiones que éste le infiera. Esto responde a un principio fundamental "sólo Eros origina Eros"; vale decir, sólo el amor que entregue el analista será capaz de producir amor en su paciente, de modo tal de transformar las resistencias de éste en la transferencia positiva sublimada que permite el trabajo terapeútico. Por lo tanto, el consejo que Freud daba para dominar la contratransferencia, "la actitud de cirujano", no se refiere mostrarse inhumano y frío, sino que a la conveniencia de no contestar a una transferencia negativa.
De lo anteriormente expuesto, se deduce que el terapeuta no puede actuar los papeles que espera el paciente que asuma, situación de gran importancia cuando los pacientes tienden a ser manipuladores y difícil de controlar cuando tienen personalidad limítrofe. Sin embargo, puede hacerlo cuando las interpretaciones no surjan efecto, y luego de esta actuación se analiza lo sucedido, convirtiéndose la actuación en un medio consciente para lograr una interpretación.
Menninger y Holzman (1973) mencionan algunos indicadores de contratransferencia que podrían interferir con la terapia:
* Descuido del encuadre.
* Somnolencia durante la atención del paciente.
* Tendencia a pedirle favores al paciente.
* Tratar de ayudar al paciente extraterapeúticamente.
* Discutir con el paciente.
* Cultivar la dependencia del paciente.
* Tratar de impresionar al paciente o a colegas con el caso.
* Demasiado interés en el caso.
* Fomentar la resistencia del paciente.
Menninger y Holzman otorgan algunas recomendaciones ante este tipo de contratransferencia:
1. Hay que estar atento ante la presencia de la contratransferencia, reconociendo sus fallas y aplicaciones.
2. Reconocer las manifestaciones de una contratransferencia perturbadora.
3. Al ser conscientes de la contratransferencia hacer un repaso de la situación analítica con el paciente tratando de identificar los actos, palabras del paciente que desencadenaron su reacción en nosotros.
4. No hacer una introspección tan grande sobre la propia contratransferencia que pierda de vista al paciente.
Si bien las recomendaciones que se puedan hacer al terapeuta son muchas, no hay que olvidar que es un ser humano y muchas veces puede olvidar tales recomendaciones porque, al igual que sus pacientes, tiene inconsciente y deseos infantiles. No es realista creer que todo terapeuta es un super-hombre o una super-mujer que puede manejar con total facilidad la transferencia negativa del paciente y ser capaz de brindarle amor y mantener una contratransferencia positiva, cuando el paciente lo agrede continuamente. No deseamos que un terapeuta actúe contratransferencialmente ante un paciente como le sucedió a Michel Durand en la novela de Gattégno y termine matándolo, por no resolver su neurosis infantil. Y aunque los casos reales tal vez no sean tan dramáticos como este (aunque en realidad no lo sabemos con certeza) es un deber ético para el psicoterapeuta el someterse a una terapia para conocer sus conflictos y limitaciones, tanto por su propio bien como para el propio paciente. -- [Fin].
Referencias bibliográficas
* Fenichel, O. (1974) Teoría Psicoanalítica de las Neurosis. Buenos Aires: Paidós.
* Florenzano, R. (1984). Psicoterapias Dinámicas. Santiago: Editorial Universitaria.
* Menninger, K. y Holzman, P. (1973). Teoría de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Psique.
* Racker, H. (1990). Estudios sobre técnica Psicoanalítica. Buenos Aires Paidós