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PSICOLOGIA: NARCISISMO
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Messaggio 1 di 1 di questo argomento |
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Da: ESKARLATA (Messaggio originale) |
Inviato: 04/06/2009 10:00 |
"Narcisismo versus Yo herido"
La problemática narcisista es inherente a la especie humana. Creo que el conflicto actual más extendido del hombre moderno es la falta de empatía, de respeto hacia sí mismo y por extensión hacia los otros y hacia su entorno natural.
Una de las diferentes fuentes de sufrimiento es la ausencia de empatía (incomprensión, insensibilidad, carencia de ternura,...) de los padres hacia el hijo. Esta inadecuada relación produce un daño al sí mismo (yo del bebé/niño ), ocasiona un quiebre en su desarrollo personal (psicocorporal) y reduce su expansión vital y emocional. Entonces deja de sentirse un ser vivo, convirtiéndose en un ser corporal-mente muerto, pues sus sensaciones físicas quedan reducidas. Muere emocionalmente, pues sus capacidades de sentir en su corazón se apagan. A pesar de que este hombre pueda lucir una fachada o hacer "como si", en el fondo de él no se siente vivo y no sabe moverse espontáneamente ni amar. Se encamina hacia conductas autodestructivas, ya sea bajo formas depresivas (derrumbándose) o por medio de formas hiperactivas (endureciéndose).
¿Que se entiende por problemática narcisista? Desde hace unos cuantos años, quizás más de medio siglo, estamos viviendo en una sociedad en donde predomina la imagen por encima del resto de valores tanto sociales como personales. En el último cuarto de siglo la veneración por la imagen del poder se ha incrementado; debido entre otros factores, a un excesivo dominio de la técnica que distancia y enfría; un ritmo acelerado, una cultura centrada en el afuera, en el consumo y en la competencia, donde importa más el hacer que el ser, un sistema desvitalizado de valores y de ética, pero con una erotización del éxito económico, sexo y fama. La lucha social entre hombres y mujeres por ganar una posición igualitaria desmembra la familia y roba tiempo a la intimidad. Las madres asalariadas tienen menos disponibilidad para criar a sus hijos y el estrés agota los canales de vitalidad y ternura. En este contexto las personas se quejan de quiebres en su autoimagen, dificultades de individuación, dificultad para amar, insatisfacción en la relación con los otros, sentimientos de vacío y de alienación. Son personas cuya preocupación es la inflación de su yo junto al reforzamiento de un sí mismo grandioso. Para desarrollar este funcionamiento necesitan construirse una coraza rígida, que les evite caer en un terror o angustia insoportable.
¿En qué etapa de la vida una persona se encuentra más vulnerable a ser herida por su entorno , y cómo puede quebrarse su yo? Desde la simbiosis original con la madre el bebé desarrolla su identidad corporal a través de la piel, o mejor dicho por medio del diálogo tónico-sensorio-emocional, como un delimitador paulatino entre su mundo interno y el externo. La piedra angular de esta problemática está en un déficit o mala relación entre la madre y su hijo. En función del grado de trastorno narcisista la herida puede comenzar en el útero materno, en el parto, post-parto, o bien durante el primer y/o segundo año. El niño quizás puede sentir que no habita un espacio suficientemente seguro. Es a partir de esta relación tan primaria, biológica-intuitiva cuando se irá gestando la enfermedad del vínculo materno-filial, fijándose una falta básica en el niño. Es probable que las señales deficitarias y observables se produzcan durante el nacimiento y a partir del alumbramiento. Es en esta primera fase de la vida, vínculo madre-bebé, cuando se van a nutrir y desarrollar las posteriores relaciones íntimas, ya sean homo o heterosexuales. Entonces podemos decir que el problema de la persona narcisista es una falla vincular, en donde el lazo materno-filial no ha sido atado. Es posible que la primera sensación que tiene un ser humano de existir la experimente desde sus ritmos internos, a través de sentir sus pulsaciones, vibraciones, sensaciones térmicas, auditivas, olfativas, visuales, etc... Quizás sea debido a esto que los psicóticos tienen el problema de no sentirse existir. No es un problema de identidad, es un problema anterior, es decir, de existir estando reflejado en su existencia. ¿Pero qué es "sentir" existir, sino percibir sensaciones primarias esenciales, pulsaciones, algo que produce variaciones tónicas, es decir propioceptivas y movimientos? Todo esto se comunica con palabras a la madre que va a captarlas y a responder a ellas.
¿Qué defensa utiliza y cómo la emplea la personalidad narcisista? Una de las tareas más importantes en ayudar a estas personas, una vez que han construido un buen vínculo, es el desenmascaramiento del falso "self". Cuando el hombre, todavía niño es injustamente agredido por su entorno familiar, se sentirá herido y al no poder expresar su dolor; él se retraerá, y si la fuente de agresión persiste se acorazará. El niño, para protegerse de los peligros externos/internos, lo cuales vive con una angustia inimaginable, utiliza unos modos defensivos para negar su realidad interna y construir un nuevo funcionamiento en relación con las demandas externas; esto lo consigue construyéndose un sistema protector. Hace más de medio siglo Wilhelm Reich definió este sistema defensivo como una máscara, que es una especie de coraza o escudo rígido, que tiene la función de proteger al yo rudimentario del niño. Sin embargo, al mismo tiempo, inmoviliza la energía y las potencialidades reales de su organización somatopsíquica. Tal actitud limita al hombre-niño, llevándole a sentirse atrapado en su propia trampa, sin saber cómo salir de su autoencarcelamiento.
Esta coraza se estructura tanto al nivel físico, en forma de una tensión muscular crónica localizada en la base del cráneo, en los músculos que ligan la cabeza al cuello. Este bloqueo somático se transforma a nivel mental en un mecanismo de negación de los sentimientos. Este patrón de defensa psicocorporal ha protegido a estas personas desde su más tierna infancia de sentimientos tan dolorosos como los ya mencionados. Naturalmente que esta protección narcisista el bebé-niño la ha creado por medio de la asimilación e imitación de sus modelos parentales. Para conseguirlo el niño tiene que renunciar a su verdadero yo-corporal y decantarse hacía los deseos y demandas de sus progenitores, dado lugar a un falso Self. O sea que el niño deja de existir cómo yo verdadero para amalgamarse a los otros y convertirse en un Yo falso, superficial, irreal, etc... Al alienar el niño su Ser , dirigiéndose y fijándose en los otros, deja de tener una vida interior y se deshumaniza.
El filósofo español Ortega y Gasset nos dice que el hombre es el único ser que vive desde dentro. Ser verdaderamente humano es tener un ser interior y una vida interior. Los animales viven en una constante hipervigilacia, siempre en guardia, mirando fuera en busca de sustento y protegiéndose del peligro. Las personas con trastornos narcisistas viven en un estado permanente de hipervigilancia, como expresión interna de su terror, por sentir inconscientemente la amenaza externa. Si entendemos el Self o Sí mismo cómo las experiencias que tenemos de nosotros y con lo que nos identificamos que incluye : necesidades, deseos, iniciativas, valores, ideales, etc... Y además la conciencia de sentirse separado, tanto en la forma de sentir, pensar y actuar de los demás. Precisamente las personas con trastornos narcisistas tienen dificultades de experimentar a los otros cómo personas separadas. Utilizando las palabras de Winnicott, un prestigioso psicoanalista inglés, cuando habla del verdadero Self, refiriéndose a los niños dice: que el autentico Sí mismo viene de la vida, de los tejidos corporales, del libre juego de las funciones del cuerpo, de la respiración, del corazón, etc; es decir de sentir el cuerpo vivo.
¿Y cómo se manifestará este problema al hacerse adulto el bebé? Si la madre no ha podido encarnar a su hijo con su cuerpo y su psiquismo, este niño durante el resto de su vida se sentirá inseguro, desorientado, confuso; planteándose preguntas tan dolorosas como: ¿quien soy yo, qué hago, a donde voy, etc... ?. A nivel relacional van a tener dificultades en establecer relaciones estables e íntimas, debido a la ausencia de intimidad y confianza con su entorno maternal. Esto va a dar lugar a las patologías neuróticas y/o psicóticas, como resultado de la ruptura de algún o varios eslabones de la cadena psicosomática, interrumpiéndose la continuidad somatopsíquica sensaciones tónicas, emociones, percepciones y representaciones), que obstaculizan su desarrollo ante la deficiente integración de las diferentes vivencias que acontezcan en su proceso evolutivo.
Las personas con un narcisismo inflado, que tienden a creerse especiales y únicas, con la pretensión de que tienen derecho a todo. Tienen dificultades a reconocer o identificarse con los sentimientos de los demás. Pero este funcionamiento no es más que el positivo de la fotografía, en el reverso o negativo su autoestima es muy baja, tienen incapacidad para quererse a sí mismos, se sienten vacíos y necesitan a los demás cómo espejos de aceptación y de compensación. Tienden agarrarse a lo que sea, tanto si son personas cómo cosas, substancias, a modo de salvavidas. O sea que para tapar este derrumbamiento depresivo de la autoestima se "ponen la máscara", que ha sido construida por las apariencias de las imágenes prepotentes alimentadas por el ego, que se mueve hacía el éxito, el poder y la fama. La sustitución de nuestra humanidad por una imagen que no admite fallos se debe a una herida o a muchas heridas a lo largo de nuestro desarrollo. Un pensamiento típico de los trastornos narcisistas es : "Es más fácil controlar las cosas sino tienes sentimientos". Hay personas que expresan una imagen estatuaria, como producto de su rigidez muscular; pero que debajo de esta fachada se esconden fuertes sentimientos de vergüenza y de humillación. Esta sería la otra cara subyacente a la imagen de grandeza que han construido inconscientemente para enmascarar y negar su realidad interna.
¿Cómo ayudar a estas personas? Para trabajar con estas personas es necesario crear una atmósfera particular, es decir que tenemos que construir un espacio seguro, por esto la actitud del terapeuta es fundamental. Debido a que la herida es muy profunda y sigue abierta, su sistema de alarma va a estar muy activo en la relación terapéutica, es decir que van a estar muy sensibles a la cualidad de presencia del terapeuta. Para ayudarles es importante que el terapeuta sepa discriminar cuando se toca, o no se toca y cómo se toca; ya sea con la mirada, con el tacto, o con la palabra. Entendemos que la verbalización tiene que ir acompañada de palabras vivas, llenas de sentimientos y sensaciones. Por ejemplo: van a prestar más atención al lenguaje no verbal: la postura, los movimientos, las miradas, los tonos de voz, que al contenido. O sea, que van a dar más importancia al cómo, que al qué. Otro ejemplo: A veces hay pacientes que llegan a la terapia llenos de terror y el terapeuta no lo ve. Pueden terminar la terapia sin ser "vistos, oídos ni tocados". Es por esto, que es imposible trabajar con pacientes narcisistas si nosotros como terapeutas no nos hemos trabajado nuestras heridas narcisistas arcaicas. Por lo tanto la clínica de estas personas nos empuja a revisar nuestras vivencias históricas, hasta ahora enfocadas hacia nuestras estructuras neuróticas. Cada vez son más y más las personas que vienen a pedir ayuda psicotera-péutica, tanto a la clínica privada cómo a la consulta pública, que padecen una ruptura en sus primeros eslabones de la cadena que cohesionan la estructura de su identidad corporal de base. Son precisamente para estos casos, que clínicamente están diagnosticados como problemáticas narcisistas, límites, psicosomáticas y psicóticos, en donde los profesionales que se relacionan exclusivamente desde la palabra encuentran muchas dificultades en el proceso de restauración de la herida. Aquí es donde encuentro necesario la herencia del trabajo psicocorporal que Wilhelm Reich nos ha legado y que A. Lowen ha continuado a través del Análisis Bioenergético. Para Lowen la clave de la terapia es la comprensión, que toma más relieve en el tratamiento de este tipo de desórdenes. Sin comprensión ninguna aproximación terapéutica, ni ninguna técnica tiene sentido y eficacia a nivel terapéutico. Es por esto, que para ayudar de manera eficaz, el terapeuta tiene que estar en contacto con su cuerpo sensorial, emocional y mental; para poder resonar empáticamente con el dolor del otro y comprender el terror y la lucha que está sufriendo interiormente para no volverse loco.
De esta manera el paciente puede sentir que esta persona le da seguridad y confianza. Para amar, amarse a uno mismo y a los demás, hace falta que el "adulto-bebé haya experimentado principal-mente este amor, seguridad y confianza en carne propia. Es decir que la calidad tónica-sensorial del primer contacto de nuestra vida, la relación materno-filial, cohesiona, estructura y edifica al niño una identidad corporal de base. El sentirse digno de ser querido ante uno mismo y ante los demás tiene que ver con esta primera relación que se construye antes del lenguaje, antes de la palabra; que se trasmite a través del tacto, del tono de la voz, de los ojos que nos miran y nos ven. Para restaurar la herida, de un individuo con trastorno narcisista tendrá que explorar sus miedos primarios, llenos de angustia, odio, desconfianza, vergüenza, confusión, etc... Hasta que no consiga atravesarlos , difícilmente conseguirá recuperar el amor hacia sí mismo. Transformando la autoagresión y autoinvalidación en ternura, confianza y aprecio hacia su yo-corporal. Este puede ser el camino para recuperar la humanidad y la dignidad. Y desde esta conquista ser capaz de dar y recibir amor con libertad y autenticidad. --
Notas hermenéutico-etimológicas
al Mito de Narciso
La mítica historia de Narciso se ha convertido, sin dudas, en uno de los relatos más conocidos en nuestro tiempo, al igual que el de Edipo, ambos popularizados particularmente a partir del lugar de centralidad que ocupan en la teoría psicológica iniciada por Sigmund Freud.
“Narciso”, en nuestro vocabulario corriente, es sinónimo inequívoco de belleza física; y “narcisismo” o “narcisista” suele utilizarse para referirse a personas, tanto mujeres como varones, que parecen encontrar gran atractivo y deleite en mirarse una y otra vez al espejo, pero sobre todo que ocupan gran parte de su tiempo y recursos en un cuidado especial de su apariencia. Pero también se lo utiliza, en un sentido más amplio, como sinónimo de cierto histrionismo egocéntrico acompañado de actitudes orientadas a la autopromoción y simpática estelaridad.
Sin embargo, el origen del término “Narciso” no hace alusión a la belleza que tanto deslumbraba a todos los que rodeaban al joven hijo del divino Sifo y la ninfa Liriope, sino al hombre de cara desencajada, consumido por el dolor de un amor imposible. En efecto, Narciso, del gr. Narkissos , se origina en el verbo narkao, de donde su traducción más cercana sería “entumecido”, “baldado”, “tullido”. Éste es el Narciso que no pudo escapar al triste final que anunció el oráculo del ciego Tiresias. Éste es el Narciso en que, según la leyenda, devino aquel joven que descubrió su belleza reflejada en el espejo de aguas claras de la montaña Helicón. Ahora bien, el nombre de esta montaña refiere la idea tanto de grandiosidad como de vejez. “Helicón”, relativo, del término Elikos, puede traducirse por “cuán añoso”, “cuán antiguo”, y también, “cuán grande”. Es curioso: pues justamente muchos hombres y mujeres considerados “narcisistas” parecen tener en común cierta obsesión por escapar del paso del tiempo, por resistirse a cualquier precio a envejecer, por intentar conservar a toda costa la magnificencia del brillo y de la imagen.
Así pues, el monte Helicón, representante del paso del tiempo, de la vejez, parece ser el límite inexorable con el cual se enfrenta Narciso, mítico representante de la belleza exterior. Y a la vez es el lugar donde aquél joven tan bello como arrogante y poco sensible al amor y deseo que los demás le confesaban, cumple en sí, quizá sin darse cuenta de ello, la pena a que lo condenara la maldición de la desgraciada Aminias, cuyo nombre tiene un doble sentido: si lo remitimos al verbo amyno, significa “rechazada”, y si lo remitimos al sustantivo amina significa “venganza”.
Por último, notemos que la leyenda parece transformar el final de Narciso en el comienzo de otra realidad: una flor de pétalos blancos y dorados que lleva su nombre, ¿acaso testigo de la insaciable búsqueda de un amado tan bello como inalcanzable?; ¿acaso perenne recordatorio de que aún el hombre más bello necesita amar algo de su propia belleza en “otro”?; ¿acaso representante de una belleza de otro género, más allá de la apariencia y del paso del tiempo? --
NARCISO
Hacía ya tiempo que el dios del río, Sifo, se había fijado en la encantadora ninfa Liriope. Siendo como era, un dios, consiguió su deseo y Liriope acabó concibiendo. El día marcado por el Destino, dio a luz un muchacho y, como sentía curiosidad por saber lo que le reservaba el Destino, fue a preguntar al vidente ciego Tiresias cuál sería la suerte de su hijo. “Vivirá muchos años” dijo el sabio “pero ¡ay de él si mira su propio reflejo! pues será su perdición”. Su madre hizo que se retirasen todos los espejos a su alcance y creció así sano y fuerte, y más hermoso que ningún otro. Tan a menudo le decían cuán hermoso era que empezó a creer que su belleza era fuera de lo común.
Muchos fueron los que se enamoraron del hermoso muchacho. Incluso de niño, sus ayas caían rendidas a sus pies y, cuando tenía dieciséis años, todas las mujeres de la ciudad suspiraban por él, pero él creía que ninguna era suficientemente adecuada para él. Un día, su vecina Aminias, no pudo aguantar más y confesó a Narciso cuánto lo deseaba y le pidió que fuese su amante. Narciso no le contestó directamente, sino que con un sirviente le envió una daga como respuesta. Aminias entendió lo que significaba el “regalo”y con la misma daga puso fin a su vida, pidiendo antes a los dioses que su ira recayese sobre Narciso, a quien le echó la maldición de que en el amor recibiera el mismo desdén con que había tratado a los demás que por él se interesaron.
La ninfa de cierta montaña, se llamaba Eco, la cual una vez ayudó a Zeus distrayendo a Hera con charlas de temas intrascendentes cuando ésta se acercaba al lugar donde el dios del trueno estaba formulando sus votos matrimoniales. La treta de Eco daba tiempo a los invitados de Zeus para que pudiesen abandonar el lugar antes que Hera llegara. Pero cuando la engañada diosa descubrió esto, estalló airada contra Eco: “¡Que era lengua maléfica permanezca silenciosa de ahora en adelante! ¡Permanecerás en silencio y sólo hablarás cuando te hablen, y hablarás como mucho con sonidos cortos!”. Y así, cuando una mañana Eco dio con Narciso, justo cuando el joven estaba luchando con un ciervo al que acababa de capturar en sus redes, sólo pudo mirarle, y no hablar.
Y así, sólo miró. Por sus venas corrió el deseo. Aún cuando con todas sus fuerzas quería seducir al hermoso joven con sus dulces palabras, sólo pudo mover en vano sus labios.
Narciso notó que le miraban.
“¿Quién eres?” gritó.
“Eres” respondió Eco, que sólo acertaba a repetir algo de lo que le decían.
“Déjame verte” dijo el muchacho.
“Verte” dijo Eco. Intrigado, Narciso gritó: “¿Cómo te llamas?”.
“Llamas”, contestó la ninfa. E incapaz de contener su deseo, salió de su escondrijo y se arrojó, ardiente y jadeante, sobre el hermoso joven quien, como ya estaba algo acostumbrado a estos comportamientos, se rehizo y se liberó rápidamente de su abrazo, perdiéndose en lo más profundo del bosque, dejando sus redes tras él.
Eco le siguió, intentando llamarle para disipar sus miedos, pero no pudo producir sonido alguno. El muchacho desapareció rápidamente de su vista. Durante semanas la ninfa erró por el bosque en busca de su amado, sin comer y casi sin dormir. Pronto se puso tan delgada que de ella nada quedó que se pudiese ver con los ojos. Aún hoy en día erra por las montañas del mundo y sigue buscando a Narciso. Su hogar son las quebradas más pedregosas y los valles más profundos. Puedes llamarla a gritos y, si está, te contestará, pero sólo con las mismas palabras que le hayas dicho. Por decreto de Hera no puede hacer otra cosa.
Una tarde, un mes después de haber huido de Eco, en un bosque apartado en lo alto del monte Helicón, Narciso cayó de rodillas, cansado de cazar y de ser cazado. Frente a él, corría un manantial de aguas calaras y profundas, cuya superficie, gracias a la luz recibida a través de las copas de los árboles, era un espejo perfecto.
Narciso había visto muchas veces su propia sombra, pero jamás habías visto su reflejo. Así, cuando a cuatro patas se inclinó hacia adelante y miró en el manantial, quedó asombrado por la imagen de insuperable belleza que le miraba. No había visto jamás una cara como la que estaba escrutando. Por primera vez en su vida se enamoró.
Inclinó hacia abajo su cara para besar y abrazar al joven del manantial. Pero sus labios y sus brazos sólo hallaron agua. Aunque se retiró rápidamente, el reflejo se vio alterado por un momento por las ondas del agua. Creyendo que su amado había huido de él como él mismo había hecho en otras ocasiones respecto de los que le buscaban con deseo, Narciso empezó a llorar. Pero a medida que las ondas se iban desvaneciendo, la hermosa cara apareció de nuevo. “No me abandones, hermoso amigo”, rogó. “¡Quédate, amor mío!”.
Nuevamente se inclinó Narciso para tocar el cuerpo que había en el agua, pero la imagen se volvió una vez más borrosa cuando su mano hendió la superficie. Seguro como estaba ahora de que acababa de perder a su verdadero amor, se tiró del pelo y se arañó la garganta. Cuando se calmó y las aguas se aclararon, una vez más, apareció la cara del amado, ahora herida y desencajada. Se sintió aterrado y lloró.
“¡Te quiero, te quiero!” gritó mil veces ante el manantial. La cara, igual que la de Eco, movió sus labios pero no emitió sonido alguno. Incapaz de dejar la orilla del manantial, Narciso llegó a morir en ese lugar que no deseaba abandonar mientras su cara, antes hermosa, se volvía desencajada y grotesca. Las ninfas de la montaña le encontraron y le habrían enterrado pero, cuando preparaban el funeral, su cuerpo se desvaneció y, donde yacía, se abrió una flor de pétalos dorados con delicados matices blancos. --
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