Se me acerca su imagen Se me acerca su imagen, en silencio, desde el final marchito de la lluvia, de esta lluvia nostálgica que nos hace morir como burbujas yendo a cámara lenta reventando, expansión de sus almas diminutas. Así de frágil yo, cuando la veo, y todos los sentidos me preguntan por qué se me hizo ausente, o si es que yo me pierdo en las oscuras cámaras de un olvido que no tengo. No, mis amigos, no me pierdo nunca, ni por azar, ni voluntariamente; es demasiado vasta la fortuna de latidos y sueños y erotismo invertidos en mi candidatura a amante en exclusiva. A falta estoy de un voto, y ya las urnas están a punto de cerrarse; aboco a una derrota electoral. La lucha va tocando a su fin. He recorrido una vez y otra longitud y anchura de todos sus distritos; los pronósticos me daban vencedor, pero hay consultas que no reflejan la postura exacta de la opinión ajena. Hay amargura, y decepción también, y la fatiga de mantenerse en incesante lucha sin claros resultados. Me llama la renuncia con su reclamo gris de abatimiento, con sus palabras turbias. Pero mi reclusión en la campiña, lejos de su trajín, y de su jungla de sonidos y aromas y pujanza, de su visión desnuda, no borrará su imagen en mi mente, lo único que me queda de las nupcias que fraguamos un día, aunque ilegales, en el calor de sábanas adúlteras. Llegue su imagen, aunque venga envuelta en agua, en niebla, en vértigo, en penumbra. Será una forma de llamarla mía, aunque tenga otro brazo en su cintura. Los Angeles, 12 de febrero de 2010
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