ADICTA
Me volví adicta, me sentí importante, especial, por fin sentí más que nunca que mi vida y mi existencia tenían sentido, mis días eran una historia por descubrir, un lago lleno de ilusiones sin explorar y todo por minúsculo que fuese cobraba un valor desmesurado, cualquier sonrisa, cualquier mirada, era suficiente para sentir que tocaba el cielo, era una afirmación de mi valía, una razón por la que amarme a mí misma, en esos momentos me sentía una diosa.
Mis días fueron hermosos, me levantaba feliz, contenta por empezar un nuevo día, con ansiedad para vestirme, maquillarme, peinarme, lo hacía por y para él, era mi droga tenía que alimentarme de ella, era tan satisfactorio que no podía parar de pensar en el momento de verlo, de cruzarme, estaba completamente enganchada a la satisfacción que me provocaba.
Pero como cualquier adicción no puedes vivir en ese estado de euforia constante, todo lo demasiado bueno, tiene una cara demasiado mala, y mucho peor cuando has estado consumiendo de la droga durante varios meses y de pronto te la quitan sin ninguna complacencia, sin ninguna tregua, se fue, se marchó definitivamente.
Cambié 9 meses de embriaguez a 2 años de un mono insufrible, la necesidad de mi dosis se volvió insoportable, todo lo que había recobrado un sentido atroz, se me volvió completamente vacuo sin sentido alguno, se acabó mi interés, se acabó mi pasión, se acabó mi identidad, ya dejé de valer, ya todo me daba igual.
Lo busqué, Dios sabe que lo busqué, lo vi en otras caras, lo veía en algunos comportamientos, hasta lo buscaba en mí misma, tenía que tomar, no podía aguantar el dolor que sufría, tomé aunque fuese mentira, me engañaba a mí misma pensando en que mañana consumiría, y así poco a poco durante dos años logré a base de engaños y búsquedas sin resultados, desengancharme al ahogar mi esperanza.
Hoy por hoy sé que soy susceptible a engancharme con facilidad, pero también sé que no debo de probarlo, sino lo pasaré muy mal.