Eugenia Plano
www.vidapositiva.com
01/10/11-
En una nota publicada en el diario español El País, la autora relata la
experiencia que le cambió la vida. Le habían detectado cáncer de mama y cuando
lo descubrió, y para su sorpresa, 'todo lo que rodeaba la enfermedad era color
de rosa'. En su ensayo Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo
(Turner), relata que se la instaba constantemente a tener un pensamiento
positivo y que esa actitud la ayudaría a curarse. Se le planteaba que la
enfermedad no era más que un desafío, una oportunidad para reinventarse y
evolucionar. Pero Ehrenreich confesaba que en esos instantes se encontraba tan
asustada que en lugar de un exceso de alegría necesitaba comprensión. La
felicidad abstracta no parecía ser una opción al momento de querer entender que
le estaba sucediendo y quería alguien que la escuche y no una sonrisa al azar.
Juan Antonio Huertas, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de
Madrid (UAM), coincide con la autora en función de un contexto y un entorno que
exige optimismo, pero poco hace en concreto por ayudar concretamente al
paciente. En declaraciones a El País explica: 'Los enfermos no te piden ser
felices sino que te adaptes a sus demandas y a sus necesidades. Generalizar la
obligación de ser feliz siempre es, en ocasiones, una obligación tiránica. Hay
estudios que demuestran, por ejemplo, que para mejorar el bienestar y la
predisposición de un paciente no hay que intentar que cambie su actitud y
empiece a pensar en positivo, es más eficaz cambiar acciones que ideas, por
ejemplo, dejar que pueda controlar algo de su vida en el hospital (cuando se
despierta, sus visitas, que alguien conteste a sus preguntas, etcétera)'.
En este sentido, el optimismo inteligente sería la respuesta.
Dar alternativas, herramientas y acciones concretas para convertir a la
ilusión en una idea más tangible. Carmelo Vázquez, profesor de psicología de la
Universidad Complutense y coautor, junto con María Dolores Avia, del libro
Optimismo inteligente (Alianza), argumenta: 'No abogo por el optimismo ilusorio,
que aboca al desastre, pero sí por un optimismo inteligente: los optimistas
toman las riendas de su vida, mientras que los pesimistas se rinden a las
circunstancias. Lo realmente necesario es un punto de vista realista, aunque el
realismo es un arduo problema filosófico, pero con la ilusión de la
transformación del mundo'.
Ehrenreich, quien fue una sobreviviente al cáncer de mama, recomienda no
quedarse sólo en las palabras sino actuar sobre la vida, en hacer algo por uno
mismo y pero fundamentalmente, por un otro.
'Más que vivir autoevaluándose constantemente y tratando de ser positivo
-afirma- puede uno alcanzar el bienestar tratando de mejorar el mundo exterior
de forma práctica: Habrá que construir diques, llevar comida a los hambrientos,
encontrar remedios. Quizás no todo nos salga bien, seguramente no salga bien a
la primera, pero podemos pasarlo muy bien mientras lo intentamos'.
Si el pensamiento positivo sólo se sustenta en uno mismo, pierde su carácter
transformador, emprendedor y solidario.