Debe
tener la disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser
plenamente.
Sentir seguridad, tener sentimientos de identidad y
confianza basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse,
interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en lugar de basarse
en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así volverse esclavo de sus
posesiones.
Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al
individuo le da significado a su vida, sino que esta independencia radical, y no
la ambición, pueden llegar a ser la condición de la actividad plena, dedicada a
compartir e interesarse por sus semejantes.
Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no
acumular y explotar.
Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones,
sabiendo que no es sagrada la cosa, ni el poder, ni lo que está muerto, sino la
vida y todo lo que contribuye a su desarrollo.
Tratar de reducir en la mayor medida posible la
codicia, el odio y los engaños.
Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento
crítico, no sentimental.
Saber que ningún desarrollo es sano si no ocurre en
una estructura, pero conocer también la diferencia entre la estructura como
atribuyo de la vida, y el “orden” como atributo de no vivir, de la muerte.Desarrollar la imaginación, no para escapar de las
circunstancias intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como
medio para suprimir las circunstancias intolerables.
No
engañar, pero tampoco dejarse engañar por otros; se puede admitir ser llamado
inocente, pero no ingenuo.
Percibir la unión por la vida y, por consiguiente,
renunciar a la meta de conquistar a la naturaleza, someterla, explotarla,
violarla, destruirla, y en vez de esto tratar de comprender y cooperar con la
naturaleza.
Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca
la posibilidad de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una
estructura delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la
alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.
Saber que el mal y la destrucción son consecuencias
necesarias de no desarrollarse.
Saber que sólo muy pocos han alcanzado la perfección
en todas esas cualidades y SER, sin la ambición de alcanzar la meta reconociendo
que esta ambición sólo es otra forma de codiciar, de tener.
Ser feliz en el proceso de vivir cada día más sin
importar el avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan
plenamente como se puede, resulta tan satisfactorio que es difícil preocuparse
por lo que se logra.
Autor desconocido