Fecha de publicación: 16
de febrero de 2012
- Imagen: Ksenia8
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Los mensajes negativos no logran
nunca acciones positivas a largo plazo. Calificar de gorda a una persona,
prohibir alimentos o cargar de culpa a quien tiene malos hábitos resta eficacia
al propósito de alimentarse bien. Esto, que de puro sentido común parece
elemental, tiene más complejidad de la que aparenta. Hay que tratar de utilizar
el lenguaje como una herramienta que ayude a construir futuras acciones
positivas. Es mucho más que intentar combatir equivocados usos interiorizados y
señalar, cuando no imponer, los correctos.
• Dieta, errores subsanables
'No comas eso que engorda mucho',
'mírate lo gordo que estás', 'qué delgado es y qué guapo', 'ya te pasaré mi
dieta, te quedarás flaco'. Las ocasiones en que se transmite información sobre
la alimentación son diversas y numerosas. Además, en gran medida, se vinculan a
valores de bienestar y belleza, pero en vez de resultar un apoyo, culpabilizan y
recriminan lo que conduce al fracaso. Alejan el fin último de lo que se busca,
que no debe ser otro que comer bien para ganar o conservar la salud.
Un gran error que arrastra la
sociedad es identificar la palabra dieta con adelgazar. Ponerse a régimen es
sinónimo de asumir unas normas ajenas, en gran medida obligadas y que regulan
cantidades y grupos de alimentos, en beneficio de la salud.
Sin embargo, seguir una dieta no
debe entenderse como una acción correctiva ni ajena a la voluntad. Pero se
concibe así. 'Siempre está a dieta' suena al cumplimiento de una obligación, a
la renuncia de un placer, a realizar un acto contra la voluntad. Y no. Seguir
una dieta sana es, en efecto, cumplir con unas normas, pero no estar sometido a
una obligación no querida. De hecho, quien no comprende que la alimentación es
un conjunto de decisiones que bien tomadas son la mejor alianza para la salud,
tiene muchas posibilidades de caer en errores. En dietas milagro o falsas
creencias alimentarias.
Las falsas creencias sobre las
dietas se repiten y reafirman con frecuencia. Se imponen a los beneficios de
alimentos sanos, que también son sabrosos, una cualidad que debería anteponerse
a sus propiedades beneficiosas. El gusto es el primer factor que condiciona al
consumidor en la elección de los alimentos. Se sobrevaloran las cualidades
nutricionales de unos alimentos, en muchos casos exóticos (bayas o zumo de goji,
semillas de chía...), que, con el paso del tiempo, se comprueba que no responden
más que a una moda pasajera. También se demonizan las elecciones menos sanas,
hasta el punto de dotarlas de carácter prohibido, algo que les suma atractivo.
En definitiva, se repiten los errores y alejan los hábitos de los aciertos.
• Aciertos alimentarios,
refuerzos positivos
En las últimas décadas, los
conocimientos sobre alimentación, nutrición y dietética han experimentado
profundidad científica y han abierto numerosos cauces de divulgación. Hoy se
sabe que el pan no engorda, que no hay alimentos prohibidos, que las grasas
saturadas bien calculadas son sanas. La ciencia ofrece la posibilidad de
reiterar afirmaciones positivas y educar con argumentos y pruebas en una
alimentación saludable. El metabolismo humano se ha revelado como el mejor
aliado para comprender cuáles son los hábitos alimenticios correctos y, sobre
ellos, educar a las generaciones futuras y, si fuera necesario, reeducar a las
generaciones actuales.
Convencer a la sociedad de que
desayunar bien es la mejor manera de comenzar la jornada, introducir las frutas
y las verduras como aliadas apetecibles, atractivas y dotadas de salud dan
logros a largo plazo. A la par, recuperar las legumbres, los cocidos y los
guisos, la cocina tranquila y las propiedades de las elaboraciones caseras forma
parte de un nuevo lenguaje más posibilista y positivo. No hay que buscar
culpables, sino encontrar en la comida y en la alimentación sana y equilibrada
la satisfacción de hacer lo que nos gusta.
• ESCUCHAR LAS TRIPAS
La serotonina
(5-hidroxitriptamina o 5-HT) es un neurotransmisor, un mensajero del sistema
nervioso central importante en la inhibición de la ira y de la agresividad y en
la transformación en la sensación de buen humor. Influye también en el sueño, en
la sexualidad, e incluso, en el apetito. Pues bien, el 90% de la serotonina se
produce y almacena en el sistema digestivo. En él ayuda a cumplir las funciones
esenciales de absorción, aporte nutricional y movimientos musculares, acciones
de las que depende nuestro bienestar.
Esto lleva a una conclusión: hay
que escuchar más al sistema digestivo, al estómago, y a los intestinos. Aunque
suene básico, la ciencia confirma que el ánimo depende del modo en que se
sientan las tripas. Por ello, debe aprenderse a escuchar sus señales para estar
más sanos, perceptivos y equilibrados.
Link: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/2012/02/16/207063.php