7 de
mayo 2012
Nuestra época parece atravesar las paradojas de la libertad. Los jóvenes
nunca tuvieron tantas carreras universitarias para elegir, pero hoy más que
nunca reina la desorientación vocacional. En el amor ya no hay normas culturales
ni prejuicios sociales que condicionen la elección de una pareja, y es la época
que reúne el mayor índice de soltería. Encontrarse con el deseo, es el dilema de
nuestro tiempo. El ámbito del trabajo no queda afuera de esta tendencia. Hoy, la
variedad y cantidad de opciones tecnológicas están a la orden del día. La
multiplicidad de herramientas para hacer más eficiente la productividad laboral
es una realidad, en la mayoría de las compañías alrededor del mundo.
Pero, al igual que en otras esferas, ¿la cantidad de opciones equivale a la
calidad de rendimiento? O bien, ¿sucede todo lo contrario? David Allen es
presidente y fundador del grupo de asesoría David Allen, y autor de ‘Getting
things done’, en un artículo publicado por el diario El País, advierte las
diferencias entre las nuevas herramientas y su funcionalidad hoy en día.
“Hemos dado un salto exponencial en lo que a tecnología y apoyo se refiere en
nuestros lugares de trabajo. El problema es que una mayor productividad general
en una organización no siempre se traduce en una mayor productividad para un
empleado en particular”, sostiene. Es decir, en la actualidad es notable que el
sistema laboral ha creado diversos mecanismos para aumentar la efectividad de
las operaciones pero esta tendencia, no se refleja directamente en la
productividad de los empleados. “Parece una paradoja, pero las nuevas
herramientas para mejorar la productividad están socavando nuestra capacidad
para cumplir con los objetivos. Y hacen que nos sintamos paralizados por el
angustioso número de opciones que ofrecen“, advierte David Allen.
Al igual que en la mayoría de los ámbitos de la vida cotidiana, la libertad
ha creado incertidumbre. Ahora, se puede elegir y ante la enorme cantidad de
opciones, el ser humano parece descolocado. Cuando los condicionamientos
reinaban, el individuo entre sus limitaciones gozaba de la comodidad de que
alguien elija por él. Hoy está solo frente a la libertad.
En su trabajo como consultor Allen, escucha las necesidades del personal de
varias empresas de todo el mundo. La mayoría de los empleados no saben como
funcionar bajo esta nueva tendencia laboral. Algunos de los comentarios, son los
siguientes:
• “Me siento abrumado, y con los cambios que está habiendo, es cada vez peor.
No hay suficientes horas en el día para hacer mi trabajo”.
• “Tengo nuevas responsabilidades que exigen ideas creativas y estratégicas,
pero no se me ocurren”.
La fórmula para adaptarse a los nuevos tiempos no son exactas pero sí existen
algunas alternativas para comenzar a funcionar cada vez mejor en un mundo
laboral que se ha complejizado. Citando al jefe de desarrollo ejecutivo de
Siemmens, Allen, brinda un buen inicio: “hay que ser capaz de estar presente, no
distraerse, confiar en tu sabiduría interna y tomar decisiones rápidas sin
aportaciones de otros o sin tratar de alcanzar la perfección”.
Una de las mayores claves para focalizar y no diversificar demasiado, es
tener objetivos. Parámetro que en estos tiempos, es difícil de encontrar. Ante
la multiplicidad de opciones, las metas parecen perderse en la cantidad de
alternativas, y así pensamos en todo y no puntualizamos en nada. Encontrar lo
importante y concentrarse en ello, es un gran paso para lograr calidad en la
productividad. “Hay que recalibrar constantemente nuestros recursos para
producir los mejores resultados y decir “ahora no” a lo que es menos
importante“, recomienda Allen.
El futuro ya llegó, es imposible volver a un pasado en él cuál las opciones
eran limitadas y el trabajo se presentaba como menos complejo. En su artículo
David Allen, cuenta una anécdota muy aleccionadora en este sentido: “En mis
seminarios, a menudo planteo la cuestión de que abrir una tienda de cebos de
pesca en los Berkshires siempre es una opción para hacer que la vida resulte
menos estresante. Pero un cliente me dijo en una ocasión que un amigo suyo había
hecho precisamente eso: vendió todo lo que tenía y dejó Wall Street, se mudó a
los Berkshires y compró un campamento de pesca. Cuando mi cliente fue a
visitarle, el hombre estaba encorvado sobre su ordenador, conectado a Internet,
buscando cebos nuevos e intentando dar con la manera de anunciar su negocio. En
otras palabras, nuestra atracción por un mundo de posibilidades, información y
complejidad infinitas está aquí para quedarse.
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