Oda al
gato
Pablo
Neruda
El
poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) escribió odas a los átomos, los
libros, las abejas, los trenes del sur, las cosas, el diccionario, las
estrellas.... y, cómo no, también a los gatos en su libro de 1959 Navegaciones y
regresos.
ODA AL GATO
Los animales fueron imperfectos, largos de cola, tristes de
cabeza. Poco a poco se fueron componiendo, haciéndose paisaje, adquiriendo
lunares, gracia, vuelo. El gato, sólo el gato apareció completo y orgulloso:
nació completamente terminado, camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro, la serpiente quisiera
tener alas, el perro es un león desorientado, el ingeniero quiere ser poeta, la
mosca estudia para golondrina, el poeta trata de imitar la mosca, pero el gato
quiere ser sólo gato y todo gato es gato desde bigote a cola, desde
presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad como él, no tienen la luna ni la flor tal
contextura: es una sola cosa como el sol o el topacio, y la elástica línea en su
contorno firme y sutil es como la línea de la proa de una nave. Sus ojos
amarillos dejaron una sola ranura para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño emperador sin orbe conquistador sin patria, mínimo
tigre de salón, nupcia sultán del cielo de las tejas eróticas, el viento del
amor en la intemperie reclamas cuando pasas y posa cuatro pies delicados en el
suelo, oliendo, desconfiando de todo lo terrestre, porque todo es inmundo para
el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la
noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las
habitaciones, insignia de un desaparecido terciopelo, seguramente no hay enigma
en tu manera, tal vez no eres misterio, todo el mundo te sabe y perteneces al
habitante menos misterioso, tal vez todos lo creen, todos se creen dueños,
propietarios, tíos de gatos, compañeros, colegas, discípulos o amigos de su
gato.
Yo no. Yo no suscribo. Yo no conozco al gato. Todo lo sé, la
vida y su archipiélago, el mar y la ciudad incalculable, la botánica, el gineceo
con sus extravíos, el por y el menos de la matemática, los embudos volcánicos
del mundo, la cáscara irreal del cocodrilo, la bondad ignorada del bombero, el
atavismo azul del sacerdote, pero no puedo descifrar un gato. Mi razón resbaló
en su indiferencia, sus ojos tienen números de oro.
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