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General: LA PALABRA DIARIA MES DE ABRIL
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De: TATIS-7 (Mensaje original) |
Enviado: 02/04/2015 04:23 |
Soy bendecido al mantener una vida espiritual.
Los recuerdos de mi vida son como fotos en un álbum. Documentan experiencias, retos, crecimiento y descubrimientos. Algunas imágenes evocan vivamente sentimientos, lugares, sonidos y circunstancias del pasado. Recuerdo con gozo los bellos momentos, cuando los regalos espirituales eran fáciles de ver. Y, al recordar experiencias dolorosas, saco valor de mi pozo profundo de fe.
Todas mis experiencias han contribuido a mi comprensión y crecimiento espiritual. He conocido a Dios como mi fuente de fortaleza cuando me he sentido débil, y como mi fuente de gozo cuando mi corazón ha rebosado de felicidad.
Soy bendecido al mantener una vida espiritual y saber que siempre camino con Dios.
Lo has bendecido para siempre; con tu presencia lo has llenado de alegría.—Salmo 21:6
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De: TATIS-7 |
Enviado: 03/04/2015 05:22 |
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De: Monacha |
Enviado: 03/04/2015 12:52 |
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De: TATIS-7 |
Enviado: 03/04/2015 20:54 |
Dejo ir y confío en el resultado perfecto de Dios.
En el jardín de Getsemaní, Jesús dejó ir la idea de lo que era mejor para él. Él oró: “que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”, y puso el resultado en manos de Dios. Su perspectiva y entrega dieron paso a una realidad mayor, y él transcendió sus limitaciones personales.
Siguiendo el ejemplo de Jesús, nuestro Señalador del camino, dejo ir mi pensamiento limitado para aceptar un resultado divino. Dejo atrás cualquier expectativa estrecha acerca de mi bien y acojo una nueva posibilidad para el crecimiento de mi alma. Al dejar ir mi punto de vista personal, puedo percibir la visión de mi ser más elevado. Confío en el resultado perfecto de Dios y siento gozo.
“¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.—Marcos 14:36
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De: Monacha |
Enviado: 05/04/2015 14:49 |
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De: TATIS-7 |
Enviado: 06/04/2015 00:24 |
El espíritu del Cristo despierta en mí.
Jesucristo, el gran Señalador del camino, demostró paz, compasión, perdón y amor. Sus enseñanzas cambiaron vidas hace dos mil años y tienen la misma relevancia hoy en día. Al pasar tiempo en el Silencio este día de Pascua de Resurrección, tomo en consideración cómo expresar más plenamente las cualidades de Cristo.
Dirijo mi atención a la sabiduría en mí. Al despertar al Espíritu, descubro maneras de expresar mayor paz, compasión, perdón y amor. Me deleito en la nueva vida que surge en mí y a mi alrededor y experimento el mundo desde una perspectiva nueva. Veo a través de los ojos del amor, oigo con los oídos de la compasión, y hablo palabras de perdón.
Entonces Jesús les dijo una vez más: “La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes”.—Juan 20:21 | | | | |
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Amor
Cuando centro mi atención en Dios, experimento gran amor.
Aquello en lo que enfoco mi atención crece. El Espíritu es la fuente máxima de todo amor y, mientras más me centro en el Espíritu, más amor es evidente en mi vida. Practico enfocar mi atención en Dios en vez de en las distracciones del mundo. Al hacerlo, mi conciencia de la Presencia moradora y afable se expande. En el Silencio, cultivo mi habilidad para percibir el amor como la esencia misma de mi ser.
Expreso afecto libremente desde mi interior, en vez de buscarlo incesantemente en lo externo. Al orar y meditar, reconozco el amor como el poder unificador detrás de toda existencia. Siento la plenitud del Amor Divino, el cual nos sostiene y nos vincula como uno.
El Señor tu Dios está en medio de ti … Con su amor te dará nueva vida; en su alegría cantará.—Sofonías 3:17 | | | |
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En unidad con Dios, cuido de mi cuerpo-templo.
Mi cuerpo es un templo sagrado —una creación divina— y cuido de él en sociedad con Dios. Honro mi cuerpo y respeto sus muchas funciones. Lo nutro con alimentos y bebidas saludables. Lo fortalezco mediante el ejercicio y el movimiento. Lo bendigo con pensamientos afirmativos y sueño reparador.
Cada célula, tejido, órgano y sistema está lleno de la vida sanadora de Dios. ¡Qué templo más maravilloso es mi cuerpo! Sé que la curación tiene lugar en todo momento. Aun cuando no vea o sienta resultados inmediatos, tengo fe en que estoy siendo renovado y rejuvenecido profundamente. Doy gracias por mi cuerpo-templo y por su fortaleza. Dios y yo cuidamos de mi cuerpo con gozo.
¡Que seamos colmados con lo mejor de tu casa, con la santidad de tu templo!—Salmo 65:4 | | | | |
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Veo la Verdad en otros al orar por ellos.
Para una hormiga, el mundo es una jungla abrumadora. Para un astronauta, la Tierra es una joya hermosa y viviente. El nivel de nuestra visión determina lo que veremos. Antes de orar, centro mi conciencia en la presencia de Dios. Con una respiración profunda, remuevo mi atención de los obstáculos y la pongo en el potencial divino.
Al decir los nombres de otras personas en oración, las veo como son verdaderamente: expresiones de sabiduría, vida y amor divinos. Visualizo que Dios obra en ellos y en sus vidas. Mi visión no está al nivel de los retos sino al nivel de las posibilidades. No oro para arreglar nada, sino para tener presente que lo Divino se desenvuelve siempre de manera perfecta en cada uno de nosotros.
Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte.—Mateo 14:23 | | | | |
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La luz divina en mí ilumina la oscuridad y disipa todo temor.
Así como un niño teme la oscuridad, puede que a veces yo sienta temor con la misma intensidad. Algunas situaciones en mi vida pueden parecer oscuras y aterradoras. Mas al hacer una pausa para orar, encuentro de nuevo la luz, y el temor se desvanece en la nada.
Del mismo modo como consolaría a un niño asustado, acudo a la luz para que me revele que todo está bien. Invoco a Jesús para que sea una presencia guiadora mientras encuentro el camino hacia la luz de mi Cristo morador. Su resplandor infiltra, infunde y rodea todo mi ser. Gracias al poder de mis oraciones, la luz divina disipa la oscuridad, y me doy cuenta de que todo realmente está bien.
Dijo Dios: “Sea la luz.” Y fue la luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas.—Génesis 1:3-4 | | | | |
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