Nuestra Señora de La Salette, Francia ( 19 de septiembre)
No se puede entender el mensaje de María sin encadenar sus principales apariciones. Hay un eje, una concentración de apariciones Marianas que debemos comprender: La Medalla Milagrosa, La Salette, Lourdes, Knock, Fátima, Amsterdam, Garabandal, Akita, Rwanda, Betania, San Nicolás y Medjugorje (entre las principales) son una cadena que nos conduce a un mensaje que se teje como un todo.
Y la Salette, aparición aprobada por la Iglesia, es una pieza importante en este rompecabezas que no podemos desconocer ni obviar.
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En los Alpes franceses se presenta en el año 1846 la Madre de Dios a dos niños pobres, ignorantes y escasos de formación religiosa. La aparición de La Salette se produce dieciséis años después de la aparición de la Rue de Bac en París (la Medalla Milagrosa) y doce años antes de la aparición de Lourdes. En la comuna y parroquia de La Salette-Fallavaux, cantón de Corps, departamento de Isere y diócesis de Grenoble, se produce esta manifestación amorosa de la Santísima Virgen María. En este lugar montañoso y rural, situado a 35 kilómetros de la ciudad de Grenoble, sitio crudo en las costumbres y en el clima, se dan las condiciones para que Dios hable a través de Su Madre a los sencillos de corazón.
Sólo fue una aparición de un par de horas, y es una de las más importantes en la historia de la Iglesia, por varias razones:
1- Por su mensaje de conversión, contra el “pecado”, causa del mal y la guerra.
2- El no tomar el domingo como día de descanso y asistencia a la Santa Misa.
3- Por sus profecías para los últimos tiempos, solo comparable con Garabandal y Fátima.
4- Es la única aparición de la que ha surgido una Congregación Religiosa de sacerdotes, otra de monjas, y una Confraternidad de seglares apóstoles de los últimos tiempos.
Se puede afirmar que el siglo XIX fue el caldero donde fermentaron todas las doctrinas que envenenaron al hombre, alejándolo de Dios y conduciendo al mundo a la apostasía que predomina en nuestros tiempos. María tuvo en La Salette la dura misión de advertirnos de los peligros que se cernieron sobre nosotros a partir de entonces, y fue tan traumático el efecto de sus palabras que aún hoy producen controversia. ¿Pero que puede hacer una Madre amorosa cuando ve a sus niños en grave peligro, si no es protegerlos diciéndoles abiertamente la verdad sobre sus errores?. Ese es el espíritu de La Salette.
LA APARICIÓN
Sucedió este gran acontecimiento el 19 de septiembre de 1846 en una meseta montañosa al sudeste de Francia, cerca del poblado de La Salette. Un niño llamado Maximino Giraud, de once años y Melanie Mathieu de quince años estaban cuidando el ganado. Melanie estaba acostumbrada y entrenada a este tipo de trabajo desde que tenía nueve años de edad, pero todo era nuevo para Maximino. Su padre le había pedido que lo hiciera como un acto generoso para cooperar con el granjero que tenía a su ayudante enfermo por esos días.
Los dos jóvenes volvían en la búsqueda de sus utensilios donde habían llevado su almuerzo y cerca de la quebrada en donde habían hecho la siesta divisaron un globo luminoso que parecía dividirse. Melanie pregunta a Maximino si el ve lo que ella esta viendo. ¡Oh Dios mío!, exclamó Melanie dejando caer la vara que llevaba. Algo fantásticamente inconcebible la inundaba en ese momento y se sintió atraída, con un profundo respeto, llena de amor y el corazón latiéndole más rápidamente.
Vieron a una Señora que estaba sentada en una enorme piedra. Tenía el rostro entre sus manos y lloraba amargamente. Melanie y Maximino estaban atemorizados, pero la Señora, poniéndose lentamente de pie, cruzando suavemente sus brazos, les llamó hacía ella y les dijo que no tuvieran miedo. Agregó que tenía grandes e importantes nuevas que comunicarles. Sus suaves y dulces palabras hicieron que los jóvenes se acercaran apresuradamente. Melanie cuenta que su corazón deseaba en ese momento adherirse al de la bella Señora.
Al despertarme y no ver nuestras vacas llamo a Maximin y trepo el pequeño montículo. Habiendo visto que nuestras vacas estaban tranquilamente recostadas, yo bajaba de allí y Maximin subía, cuando, de pronto, veo una bella luz más brillante que el sol, y apenas he podido decir estas palabras: —”¿Maximin, ves, allá? ¡Ah! ¡Dios mío! “Al mismo tiempo dejo caer el bastón que tenía en la mano. No sé qué de delicioso acontecía en mí en ese momento, pero yo me sentía atraída, sentía un gran respeto lleno de amor, y mi corazón hubiera querido correr más rápido que yo.
Yo miraba fijamente esta luz que estaba inmóvil, y, como si ella se hubiese abierto, percibí otra luz mucho más brillante, y que estaba en movimiento y, en esta luz, una Bellísima Señora sentada sobre nuestro “Paraíso” con la cabeza entre sus manos. Esta Bella Señora se ha levantado, ha cruzado un poco sus brazos, y mirándonos, nos ha dicho: “Acercaos, hijitos míos, no tengáis temor, estoy aquí para anunciaros una gran noticia ” . Estas dulces y suaves palabras me hicieron volar hacia ella, y mi corazón hubiese querido estrecharse a ella para siempre. Habiendo llegado muy cerca de la Bella Señora, frente a ella, a su de recha, comienza ella su discurso y también las lágrimas comienzan a correr de sus bellos ojos.