A CRISTO CRUCIFICADO
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte clavado en una Cruz y escarnecido; muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera; pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
Amén.
Atribuido a Miguel de Guevara, siglo XVI.
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