Sin duda, un triunfo político enorme, cuya dimensión está aún por dilucidarse. Sin embargo, no podemos quedarnos en la superficie, correríamos el riesgo de no diferenciar el potencial de un pueblo para derrocar a un presidente, de la capacidad de liderar una alternativa democrática de cambio social. Las experiencias en esta dirección son muchas. No todo lo que lucha contra una dictadura es democrático. Las alianzas del momento, el oportunismo y la traición están presentes en cualquier proceso de transición y Egipto no es menos. El gatopardismo es una de las más viejas estrategias para mantenerse en el poder.