Uno de los casos más recientes es el del oficial de la Guardia Costera de EEUU Christopher Paul Hasson. La semana pasada Hasson fue arrestado por sospechas de planear un atentado terrorista. El militar compiló una lista de objetivos en la que incluyó a prominentes políticos del partido demócrata y periodistas de CNN y MSNBC.
Hasson, inspirado por Anders Breivik, que en julio de 2011 mató a 77 personas, sirvió en el Cuerpo de Marines de EEUU entre 1988 y 1993. Posteriormente fue asignado a la Guardia Costera de EEUU. En otro borrador de correo electrónico escrito para un líder neonazi, el oficial se identificó a sí mismo como nacionalista blanco y aseguró que durante más de 30 años fue un skinhead.
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"Afortunadamente la policía estadounidense pudo arrestar a tiempo a Hasson y este no logró concretar sus planes. Sin embargo, las historias similares no siempre terminan así", escribe Protopopov en su artículo para la edición rusa de Sputnik.
El autor recuerda que en 2009 el psiquiatra y mayor del Ejército de EEUU Nidal Malik Hasan mató a tiros a 13 militares e hirió a 30 soldados en un centro de Fort Hood dondeestos se congregaban antes de ser desplegados en el extranjero.
"Hasan profesaba el islam y siempre criticaba las operaciones militares de EEUU en Irak y Afganistán. No quería batallar contra sus correligionarios, temiendo que una vez le podrían enviar en una comisión de servicios, en uno de los puntos calientes de nuestro planeta", escribe el autor.
El soldado se declaró culpable de tratar de ayudar a ISIS. Kang admitió que había proporcionado información militar secreta y un dron a los agentes encubiertos que, según creía, eran miembros de la organización terrorista.
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Además, Protopopov recuerda que los militares estadounidenses "apuntaron sus armas" no solo contra sus compañeros sino también contra civiles.
En marzo del 2012 el sargento Robert Bales mató a balazos a 16 personas en el distrito de Panjwai situado en la provincia afgana de Kandahar. Esta tragedia entró en los anales de la historia como "la masacre de Kandahar".
Bales abandonó su base e irrumpió en varias casas, matando a civiles mientras dormían. A raíz de esta masacre, los oficiales afganos anunciaron que el Gobierno de EEUU pagaría a los familiares de las víctimas 50.000 dólares por cada persona asesinada y 10.000 dólares a cada uno los seis heridos.