Isidro Buzzali Piparo, de sólo una semana de vida, murió asesinado el jueves 5/8/10.
La crónica policial es reciente y conocida: una salidera bancaria propiciada por alguien de la sucursal del banco Río en La Plata. Entes, seres o cosas, -no son humanos por lo tanto son difíciles de definir-, después de asaltar a Carolina Piparo de Buzzali, 34 años, con un visible embarazo casi a término, le dispararon a matar.
Carolina sobrevive dificultosamente. Isidro nació por cesárea, pero el daño recibido dentro de la panza de su mamá le permitió existir nada más que una semana. Carolina todavía no sabe que Isidro murió.
Eran una pareja feliz, una familia esperanzada, ansiando la llegada del hijo, y de pronto, sobrevino la tragedia. El bebé y su mamá nunca se pudieron tocar. Carolina nunca tuvo a su hijo en brazos.
Isidro murió, Carolina está mal. ¿Cómo se llega a este horror que es la continuidad de otros miles de horrores previos? Hay una receta infalible que Argentina viene practicando con asiduidad.
Se necesita tiempo para perfeccionar esta receta, no se puede hacer de un día para el otro, lleva años. Pero si se siguen los pasos imprescindibles con rigurosidad, el éxito está asegurado.
Para esta receta, se necesita: un país que periódicamente vote por candidatos cuya demagogia entusiasme, sin medir las consecuencias del populismo devenido en proyecto de gobierno.
Se necesita votar por personas y no por ideas. Si llegan a ser gobierno, hay que desconocer qué piensan sobre temas como, seguridad, trabajo, educación, salud, respeto por la ley, inserción en el mundo, división de poderes, estado de derecho, justicia.
Se necesita votar por listas de desconocidos de los que se ignora todo, pero que llevan un mascarón de proa conocido en cualquier ámbito, aunque este no sea el político. Da lo mismo que sea cantante, actriz, corredor de autos o moto nauta. Si no saben de política, mejor. Si son “testimoniales”, no importa.
Además, es imprescindible contar con una total impunidad jurídica. Que los asesinos y los ladrones, los violadores y los secuestradores sean tratados como víctimas de sus victimarios. Hay que creer firmemente que la sociedad es responsable del accionar de los delincuentes.
Se necesita que jueces, fiscales, abogados defensores y todos aquellos que trabajen en el poder judicial, estén convencidos de la perversión maligna de la sociedad, empeñada en convertir a buenas personas marginadas, en temibles delincuentes.
Se necesita que la droga haga pata ancha en el territorio nacional. Que se la importe fácilmente, se la elabore, se la consuma, se la venda y se la exporte. Previamente, para ello, se necesitan fronteras porosas, sin vigilancia y en particular, sin radares.
Se necesita una política permisiva con respecto a cualquier desorden de tipo social. En este caso, sólo se debe proteger a los que protestan, aunque sean 40. Y si las molestias las sufren miles, que se joroben. Hay que soportarlos con las caras tapadas y palos en las manos. Se necesita que a los marginales todo les esté permitido.
Se necesita aceptar la corrupción como una pandemia a la que el pueblo está condenado. Se necesita pensar que la transparencia en política es una utopía. Se necesita saber que en el senado existe “la Banelco” y se “sale de shopping”, sin escandalizarse.
Se necesita una presidente en cuyo amplio léxico no exista la palabra inseguridad. Se necesita un ministro todo terreno que califique la inseguridad de “sensación exacerbada por los medios”. Lastima no poder preguntarle a Isidro qué piensa al respecto.
Se necesita que nadie respete la ley, y que el ejemplo venga desde arriba. Cuanta más anomia se acopie, mejor saldrá la receta. Se necesita destruir a las FFAA y a las FFSS, humillarlas, dejarlas inermes, ya que sin controles, el delito es más fácil.
Se necesita un país escaso en cárceles. Se necesita obviar la Constitución Nacional artículo 18, “las cárceles de la nación serán sanas y limpias”. Se necesita que haya pocas cárceles, insalubres y atestadas, para convertirlas en estupendas universidades, donde los reclusos salgan doctorados en criminalidad.
Se necesitan legisladores más preocupados por sus futuras candidaturas que por el bien común. Se necesita que no legislen a favor de la gente, sino a favor de los delincuentes. Se necesitan trenzas electorales permanentes sólo interesadas en llegar al poder. ¿Para qué?
Se necesita un profundo y calculado deterioro de la educación pública, única herramienta posible para igualar socialmente. Se necesitan más pobres, menos educados y más necesitados, con menos trabajo y más planes estatales. Se necesita mayor clientelismo.
Se necesita creer que es normal asesinar un policía todos los días.
Se necesita que el estado aliente a defensores de los DDHH de los que murieron (de un solo lado) hace 30 años. Y más allá de la justicia que se les debe, representan un cuantioso ingreso para abogados, ONGs y familiares de las víctimas, que pagamos entre todos.
Se necesita que no se defiendan los DDHH de los habitantes que sufren hoy el desquicio nacional. Se necesitan grupos de personas en diferentes lugares, allí donde se produce el crimen de turno, que PIDAN justicia y seguridad.
Se necesita que los ciudadanos no sepan que son ciudadanos y PIDAN, sin ser consientes que pueden y deben EXIGIR justicia y seguridad. Porque son garantías constitucionales por las cuales pagan impuestos y mantienen a los 3 poderes del gobierno.
Después de haberse asegurado todos los ingredientes anteriores, para que la receta sea exitosa, se necesita un pueblo manso que aguante cualquier cosa, que soporte lo que venga, que se acostumbre a vivir con miedo, que no sepa que es el soberano y el mandante. Un pueblo que ignore que es el verdadero dueño del poder.
Se necesita que los habitantes no se sientan ciudadanos con derechos; se necesita que todos le echen la culpa de lo que sucede a “los otros”. Sin aceptar que todos somos responsables en alguna medida. Por supuesto que unos pocos son mucho más responsables que las mayorías. Pero las mayorías votaron esto.
Sin lugar a dudas, el ingrediente principal de la receta está en lo que el pueblo elige cuando vota. La sumatoria de todos los ingredientes previos se concreta en el asesinato de un bebé.
En agosto 2011 se votan primarias, en octubre presidenciales. El voto es un poderoso ingrediente para cambiar la receta. Antes de votar por un candidato y una lista, pregúntese, ¿qué receta quiere para Argentina?
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