Cuando haces tu opción por la santidad tienes que convencerte que es
algo, arduo, no fácil, algo difícil y costoso. Porque hay muchas almas
que consideran que con unos ejercicios espirituales, con un retiro, con
una buena dirección espiritual, una visita eucarística pueden ya lograr
la santidad. ¡No! La santidad es algo difícil y costoso. ¿Por qué?
Porque tenemos que luchar siempre por controlar nuestros instintos y
nuestras pasiones que nos llevan en muchos casos por un camino lejano
del camino de la santidad.
Debemos convencernos íntimamente de que solos no vamos a lograr en
verdad y objetivamente y sin parodias llegar a la santidad, y que por lo
tanto debemos aliarnos con plena conciencia con el Espíritu
Santificador. Aquél que nos envió Jesucristo después de su muerte para
enseñarnos, iluminarnos, mantenernos en la verdad, dulce huésped del
alma, Maestro, artífice de santidad, sin Él no hay nada en el hombre.
Así pues, tú tienes que ser aliado, amigo colaborador del que tiene que
ser tu inspirador y tu fuerza. Has hecho tu opción tienes que luchar
duro para lograrla y tienes que aliarte con alguien todavía más fuerte
que tú y que tus pasiones, para lograr esa santidad. Tienes que aliarte
con el Espíritu Santificador, el que Cristo te prometió que te enviaría
después de subir a los cielos y que te mandó el día de Pentecostés. Ese
Espíritu que late en todo el mundo, en toda la Iglesia, que late en
todos los corazones que quieren darle cabida.
Tenlo pues, como aliado, como amigo, como colaborador. Hazlo alguien
que cuenta para todo tu quehacer diario. Para todo: estudios, trabajo,
juego, apostolado, relaciones humanas, vida interior. ¡Para todo! Sin
excluir nada.
Hazte una pregunta: ¿tú realmente estás trabajando acompañado de esa
fuerza misteriosa, santificadora y vivificadora que es la alianza y la
unión con el Espíritu Santo, que habita en tu corazón por la gracia, que
está dentro de ti por la gracia, con la Santísima Trinidad, con el
padre y con el Hijo?
Realmente pregúntate: ¿tú trabajas aliado a Él? ¿Lo recuerdas?
¿Cuántas veces lo sientes en tu vida, en tus oraciones, en tus recreos,
en el comedor, en todo tu tiempo? ¿Cuántas veces te percatas de que
cuentas y estás con el Espíritu Santo santificador trabajando por lograr
aquellos actos, que parecen intrascendentes, tu santificación personal?
Trabaja pues y haz todo esto con una gran confianza y estrecha unión con el
“socio”, con el que vas hacer la obra más importante de tu vida: la obra de tu santificación. No hay socio mejor ni amigo mejor.
Tú ya tiene un
“socio” para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu
“socio” para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu
“socio”
para preparar el mármol, la piedra, el material donde Él y tú van a
esculpir la imagen viviente de nuestro Señor Jesucristo. Así es como tú
desde la santidad y desde la amistad con el Espíritu Santo vas a lograr
llegar a ser otro Cristo, un testimonio viviente del Evangelio. Así es
como va a cumplirse en ti aquello de: que Cristo sea vuestra vida.