CALLES
Hay calles que no conozco pero que se entrecruzan a mi paso, sin obstruirlo. Alguna vez, sin prisa, sucede que me detengo en una intersección cualquiera y contemplo esas calles larga, inquisitivamente, para saber qué habrían sido. Las veo allí con árboles a cada lado como invitando a sombra y a recreo, o sin amparo desiertas bajo el sol y la lluvia haciendo como un recodo intempestivo al fondo que se oculta a mis ojos, o con letreros, signos, que nunca alcanzo a leer y que todavía insisten en mostrarme no sé cuántas cosas —alguna calle tal vez hasta se arriesgue en un rodeo más íntimo solo para resurgir inédita una centena de metros más adelante pero, ¿cómo podría yo desde aquí saberlo?
En cada cruce las veo, no se ocultan, interrogan con su silencio mis pasos. Me digo entonces que es muy tarde ya para atreverme a andarlas, que debería bastarme con saber que aún existen. Y sin obstruirlo reemprendo siempre mi camino.
|