Me gustaría dejar de extrañarte, de pensarte, de quererte, de amarte. Tendría que pagar una cantidad masiva de dinero por ello. No es olvidar, porque no quiero olvidarte. Sólo quiero dejar de extrañarte.
Quiero que tu voz, tu mirada, tu cielo, tu luna, dejen de aparecer en mis pensamientos. Nunca había sabido lo que quería, nunca supe lo que quise, no sé lo que querré, mas que cuando estuve contigo. Estar contigo fue de las mejores cosas y terminantemente la peor que me pasó en la vida.
A estas alturas, después de tanto tiempo, quedan dudas. Sí, dudas, pero esas dudas que ya no me preocupé por resolver, no porque no quisiese, sino porque encontrar una razón, una respuesta para esos rollos mentales que tanto me lastimaron durante tanto tiempo, era o al menos me sigue pareciendo imposible.
Quiero dejar de extrañarte, extrañar tu mirada, tus besos, te lo juro, te lo prometo, te lo aseguro, nadie en esta vida, y vaya que he besado muchos, me ha podido besar mejor que tú. Quiero dejar de extrañar la mirada enamorada que me mostrabas, esa parte de ti que nadie ha visto, y que te aseguro, nadie, no importa quién lo intente, podrá ver otra vez, al menos no la misma.
Me diste parte de tu alma, de tu vida, de tu corazón, a tal grado, que tal vez, y sólo tal vez, por ello es que eres tan desalmado, tan maldito, tan grosero y tan hiriente, tan confuso y tan desesperado, tan desgraciado, tan tú.
Quiero dejar de pensarte. Dejar de verte, no importa el día que sea, día festivo o de labor, día ficticio o día de luna llena, siempre sigues, siempre sigues ahí. Y esto es tan hiriente pero tan lindo a la vez que es frustrante pero me gusta; duele, pero no puedo dejarlo. Porque no hay día te aseguro, que no piense en ti, en nosotros, en el mismo cielo que ahora compartimos, porque probablemente o posiblemente, eso sea lo único que compartamos en estos tiempos.
Eras como mi búsqueda de la felicidad, lo que siempre había buscado, lo que encontré, pero que por alguna mala jugada, decisión, cosa de Dios si es que existe o cosa del tiempo y el destino o broma, nos fuimos, te fuiste, me fui y lo único que me parece increíble, es que sigamos ahí. Me he dado cuenta de que quizá tu también me pienses, también me ames. También me necesites.
Quiero dejar de quererte. O no, en realidad, no o quizás sí. Mejor sí. Porque después de quererte, no puedo querer nada, ni a nadie, no, sólo nada. Aunque más que quererte, es seguir practicando el arte de amarte.
Amarte, con cada uno de los pedazos, o de un entero de mí, los vestigios, lo que quedó. Busco encontrar a ver si en algún lugar recóndito puedas estar tú, amándome, amándonos. Quiero tener todo ese dinero, toda esa suma, cuánto pides vida, para que lo deje de querer, de extrañar, de pensar o de amar.
Eres un vacío, más vacío que lleno, más lleno de recuerdos y más vacío de amor, más vacío que vida y más lleno de amor. Eres un desgraciado, un odioso, un maldito y me parece estúpido pensar eso de ti, porque lo creo pero sin sentirlo, porque sentir es amarte, amarte es quererte y quererte es pensarte. Te amo. Nunca puedo, no he podido, no podré dejarte de amar.
Ya no te busco porque parece ser que yo a ti no te importo, pero a veces sí, a veces no. Y me doy cuenta de que sí, aunque aun no estoy segura de si me piensas, me extrañas, me quieres y me amas. Te diré, por qué. Te enumeraré mis razones, mis argumentos para ti, las razones por las cuales me extrañas.
Me buscas inconscientemente, me buscas a veces en la realidad, otras veces en tus pensamientos, siempre en tus pensamientos, me buscas en sus abrazos, en sus besos, yo no soy indispensable, no soy nadie, y no soy nada, pero me buscas, mucho más de lo que deberías, seguramente mucho más de lo que quieres y mucho más de lo que mi mente plagada aun de dudas que nunca pude resolver puede soportar y mantener.
Me buscas pero te das cuenta de que me buscas y me dejas. Y yo, aparentemente fría, calculadora, maldita, desalmada, desgraciada, grosera, hiriente, desesperada, frustrada y desgraciada, llego a creer que me quieres, que me extrañas, que aún me amas.
Todos esos kilómetros, metros, centímetros y milímetros que estoy lejos de ti y a la vez cerca, pero lejos de tenerte, son infinitos, más que 90, más que 74 kilómetros. No importa la distancia, a mí me parece que estás tan cerca, pero muy inalcanzable.
Y entonces… Ésa es mi incógnita, extrañarte, extrañarme tú, extrañarnos o nada.