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POLITICA ARGENTINA/INTERNACIONAL: RICARDO CURUTCHET ¿CREADOR DE LOS MONTONEROS?
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من: BARILOCHENSE6999  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 09/02/2012 19:22

Ricardo Curutchet

De Metapedia

 
Ricardo Curutchet
"Hay que impetrar a Dios por la Patria"

Ricardo Curutchet fue el fundador y director de la revista nacionalista católica Cabildo. Falleció el 3 de julio de 1996.

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Artículos

A diez años de su muerte

(Este artículo, escrito por Antonio Caponnetto, fue publicado en el número 57 de la Revista Cabildo, correspondiente al mes de julio de 2006)


Hace diez años, en la medianoche del 3 de julio de 1996, murió en su hogar, junto a los suyos, Ricardo Curutchet. Lo sabía y se preparó al tránsito con las mejores armas del cristiano. También lo sabíamos nosotros, pero advertimos ahora que no estábamos del todo preparados para el dolor de su ausencia. No será posible olvidarlo y más difícil aún será reemplazar su figura.

Era señor de estilo irrepetible: caballeresco sin afectaciones, reflexivo sin poses doctorales, humorista sin asomo de vulgaridad; llano y humilde sin falsas modestias, pronto para la justificada ira, mas no colérico; un memorioso sin anacronismos y enteramente veraz en el decir y en el obrar, debido a lo cual perturbaba con frecuencia a los estrategas de la simulación o del cálculo.

Señor de estilo, hasta el final y siempre: para hablar y para escribir, para actuar en privado y en público, para proclamar la verdad combativamente o para aceptar la enfermedad que le mordía el cuerpo al paso de los días. Los griegos usaban para designar a estas almas una palabra inevitable: aristocracia. Y Cervantes escribió que del Quijote pensaban sus contemporáneos: "parecíales otro hombre de los que se usaban". Ambas cosas necesitamos para evocar a Ricardo.

Junto al estilo, la pietas. Pulida virtud que cultivó de un modo heroico, tanto en el amor servicial a la Patria cautiva como en la lucha contra sus enemigos internos y externos.

No se doblegó ante las amenazas, no cedió en la adversidad, no se dejó seducir por sobornos concretos y tentadores que nos consta le propusieron y que rechazó con viril dignidad.

Ni se rindió tampoco ante las propuestas de figuración política a expensas del testimonio claro. Despreciaba a los nacionalistas de ocasión, oportunistas o negociadores, que son serios hacia afuera y frívolos por dentro. Alguna vez dijo: "no puedo confiar en quien nunca se ríe"; que era su modo de advertirnos sobre los sepulcros blanqueados.

Pero admiraba profundamente a quienes habían sabido bien amar a la Argentina, y tenía en esto una objetividad que no hacía acepción de personas sino justicia con cada protagonista del pasado y del presente.

La Argentina le debe a Ricardo Curutchet el haberla pensado; el haberla soñado como fue y como debía ser; el haberla rescatado con su coraje y su inteligencia de la hediondez democrática a la que se la llevó como a una prisionera maltratada.

Y un rasgo más asoma en tan incompleto recuerdo. Su Fe Católica, que vimos crecer incluso, a medida que la soledad o los reveses humanos iban poniéndolo a prueba. Una Fe ilustrada y a la vez sencilla, devota, sin estériles cuestionamientos.

Cuando muchos se hicieron "teólogos" para analizar la crisis de la Iglesia, él se hizo rezador y penitente. Mientras asomaban curiosos eclesiólogos prontos para explicarlo todo, él se aferraba al Misterio y a la Gracia con la enorme discreción de quien no quiere mostrarse sino ampararse en lo sobrenatural.

La última vez que habló públicamente —invitado por Patricio Randle ante un puñado de amigos y de camaradas— nos pidió una Misa mensual por la Patria. Desde antiguo le rondaba esta idea y esta ineludible necesidad. "Hay que impetrar a Dios por la Patria", fue una de sus consignas muchas veces repetida.

Y la última vez que conversamos privadamente, semanas antes de su muerte, nos habló de las postrimerías. La visita de un conocido sacerdote italiano dedicado a propagar mensajes marianos, fue la ocasión de tal plática.

Estaba ocupado en la reflexión sobre el fin. No el suyo ante todo, sino el definitivo y universal Fin, que no veía lejano de cara a lo que sucede hoy en el mundo.

Tiene que haber un rincón especial en el Cielo para los hombres de estilo, de piedad y de Fe. Si la misericordia ya se lo ha concedido, le pedimos que desde allí nos acompañe y nos sostenga.

Entretanto, desde este rincón austral de la tierra, seguimos en batalla y en vigilia. Como quería, como lo vivió intensamente, como nos impulsó a hacerlo con su ejemplo de tantos años y de tantas nobles fatigas.

Nosotros y lo que está pasando

(Este artículo, toda una declaración de principios, firmado por los últimos dos directores de Cabildo, Ricardo Curutchet y Antonio Caponnetto, en abril de 1988, para la segunda época de la revista, en su número 122, demuestra la dramática actualidad de sus líneas. Y quienes en él busquen, encontrarán la sencilla exposición de la doctrina nacionalista, semper idem.)


Ante los hechos desencadenados vertiginosa y confusamente en las últimas semanas, a partir de extraños atentados primero, del homicidio de un ex combatiente de Malvinas después, y de la súbita detención de un puñado de ciudadanos acusados de acciones o intenciones terroristas, el Nacionalismo Católico —al que Cabildo cree expresar con justicia desde hace quince años— se siente obligado a declarar editorialmente lo que sigue:

I - Que el Nacionalismo nada ha tenido ni tiene que ver con el terrorismo ni con ninguna forma de violencia partisana. A quienes habiendo pasado alguna vez fugazmente por sus filas se haya podido encontrar luego en alguna organización facciosa, les caben las palabras evangélicas: estaban con nosotros pero no eran de los nuestros.

El Nacionalismo, en cambio —en consonancia con el Magisterio Auténtico y Tradicional de la Iglesia— conoce, predica y reivindica para sí, la doctrina de la resistencia a la autoridad tiránica y la posibilidad de la guerra justa para restablecer la paz y la concordia, como sucedió históricamente en el seno de muchas naciones cristianas. Pero una cosa es que Dios nos ponga ante el límite de tener que librar el Buen Combate de un modo entero —para el cual le pedimos entonces que nos sostenga con Su Gracia— y otra cosa muy distinta es difundir o ejercer la violencia anónima, criminal, cobarde e inconducente.

No se trata pues de eludir responsabilidades sino de distinguirlas y jerarquizarlas. Nuestra lucha contra el Régimen es frontal y directa, a plena luz del día y a cara descubierta. Una lucha política —y en el fondo teológica— sin más armas y recursos que una voluntad inasequible al desaliento. Una lucha antigua, librada siempre en puestos de avanzada y en el terreno más difícil: el de la inteligencia.

El Nacionalismo tiene el orgullo de haber llegado con su doctrina y con su aliento al corazón mismo de las dos epopeyas militares de nuestros días: la de la guerra contra el Marxismo y la del Atlántico Sur. Tiene asimismo el orgullo de haber sido amenazado y obstaculizado de diversos modos por los enemigos esenciales de la Argentina, y de haber perdido a dos de sus maestros insignes acribillados a balazos por la guerrilla. Bueno es recordar que mientras esto sucedía, los actuales acusadores y sus socios militaban en las gavillas erpianas o en las células montoneras, actuaban en la defensoría de los terroristas y convalidaban sus tropelías en nombre de "la violencia de abajo".

II - Que el Nacionalismo Católico —salvo por boca de algún mercenario repugnante descalificado por su propia trayectoria— no ha sido ni se siente involucrado en los actuales episodios. Nadie ha osado pasar de las insinuaciones difusas o de las sugerencias elípticas. Pero es el caso aclarar que así como nos hcemos responsables de todas y cada una de las posturas que nos enemistan irreconciliablemente con los actuales gobernantes, no estamos dispuestos a que se nos quiera hacer pasar por lo que no somos. Peleamos por la restauración de todas las cosas en esta tierra en Cristo. Como fue en el principio, cuando el trazo exacto de la Cruz y la Espada marcó su Origen y su Destino en el marco de la Historia Universal. Peleamos por la soberanía física y metafísica de la Nación contra todas las variantes del Régimen —oligárquicas, populistas, socialdemócratas, liberales, civilistas, procesistas o las que fueren— que la tienen atenazada y herida de muerte desde la gran derrota de Caseros. Peleamos como Nacionalistas Católicos de la Argentina: y aceptamos el riesgo y el desafío de proclamarnos así y de obrar en consecuencia. Todo lo demás que se nos diga fuera de esto, agravia a quienes por ignorancia o estulticia lo sostengan.

III - Que acusamos formalmente al Gobierno de estar llevando a cabo, una vez más, el montaje y la puesta en escena de una conjura terrorista y desestabilizadora, al solo efecto de justificar en el plano civil las mismas purgas y vindictas que se están llevando a cabo en el campo militar contra todos aquellos que representan una oposición manifiesta al actual estado de cosas. Tal vez sea esta la anunciada "extracción" que anticipó el Presidente en junio del año pasado, cuando ante los miembros de la Fundación Roulet volvió a repetir por enésima vez sus nerviosas amenazas y su desequilibrada retórica punitiva.

Prueba de este montaje es que, a pesar del despliegue canallescamente cómplice de los medios masivos y de su prontitud para calumniar nombres y famas, nada ha pasado del terreno vaporoso de las suposiciones, de las ambigüedades y contradicciones varias, de las imputaciones genéricas y abstractas, de los silencios ominosos y de las "desprolijidades" múltiples, para usar la hueca terminología radicaloide. Hasta la ridiculez de llamar "hallazgos espectaculares" al encuentro de armas en una armería, al de helicópteros en un hangar, o al de los comunicados de un Teniente Coronel que aparecieron en todos los diarios. Hasta la burda puerilidad de fabricar una crudelísima organización fantasma que tendría la gentileza epistolar de anunciar sus delitos y la temible puntería política de arruinar la matinée de algunos cines porteños.

Como en 1985 —pero esta vez con la gravedad de un muerto en su haber y de varios detenidos, cuya hermética clandestinidad no impidió que los hallaran en sus respectivas casas— el Régimen ha vuelto a fabricar la gran conspiración ultraderechista. Con la diferencia de que ahora, no solo nadie la cree, sino que entre el agobio inaudito de un despojo económico humillante, nadie tiene ánimo ni interés de seguir estas novelerías oficiales. Pero con la diferencia también de que ahora, parece no haber ningún límite ético para lanzar acusaciones temerarias primero, para negar sistemáticamente los recursos de habeas corpus, después, para envolver a hombres de bien en el narcotráfico o en la delincuencia, y para hacerlos objeto de un espionaje continuo y de amedrentamientos con grupos especiales, cuya existencia, al parecer, no inquietan ni mayormente ni al Jefe de la Policía Federal, ni al titular de la SIDE, ni al Ministro del Interior.

IV - Que advertimos por este medio —pues los otros, regularmente nos están vedados— que si mañana fuésemos afectados personalmente por esta campaña sediciosa y persecutoria, el Nacionalismo Católico y los compatriotas cabales en general, que miran hacia él respetuosamente, deben estar dispuestos a no dejarse ganar por el desánimo. A no dejarse vencer por la adversidad y la infamia. A no dejarse atropellar por la mentira organizada. A aunar esfuerzos y virtudes para seguir inclaudicablemente, en esta lucha sin pausa por Dios y por la Patria.

Primero, la Argentina

(Trascribimos aquí algunos fragmentos de un discurso pronunciado por Ricardo Curutchet, el 20 de noviembre de 1986.)


El enemigo está ahora en toda la clase política dirigente. Y en el sistema que esta clase política encarna.

Esta clase política ha estado hoy reunida en el palacio San Martín, en el tercer o cuarto intento para obtener lo que se llama consenso democrático para la gobernabilidad del sistema. A nosotros nos importa un cuerno la gobernabilidad del sistema. Nos importa, sí, esencialmente, la perdurabilidad de la Nación. Y ésta es la propuesta alternativa que el Nacionalismo formula. Propuesta que por otra parte hace ya más de seis décadas que el Nacionalismo viene expresando a través de diversas secuencias de nuestra historia contemporánea. El Nacionalismo no ha inventado todo su pensamiento político. Ha sido fiel a viejas tradiciones. Ha recogido buena parte del pensamiento de corrientes políticas auténticamente nacionales. Pero le ha agregado una nota de creatividad propia, por la experiencia por ella vivida y por las sucesivas frustraciones a que ha sido sometido y comprometido su destino.

Hoy está ante esa tarea gigantesca, sin duda superior a sus fuerzas singulamente propias desde el punto de vista numérico. Pero convencido de que interpreta una inmensa mayoría inexpresada de la voluntad nacional, tergiversada por el maldito sistema partidocrático, que consiste en la indispensable unidad íntima de los argentinos. Porque responde a una concepción que es necesario rectificar en el orden del régimen de la representación popular. Porque es indispensable complementar lo que de representación política debe haber en el plano del Estado, con la representación directa de las organizaciones naturales de esa sociedad. Y no hay que tenerle miedo a los conceptos y a las palabras que expresan esos conceptos. Es necesario promover una organización corporativa del Estado. Y esto de tenerle miedo a las palabras es una de las cosas que más cubren de innobleza a la política. Porque los mismos que hacen escarnio de las corporaciones, y las condenan como si fueran la imagen de Satanás, acuden a ellas cada vez que sienten amenazada su solidez democrática anticorporativista. Y hoy asistimos, como ayer y anteayer y desde que se inició este proceso constitucional, al reiterado espectáculo de las apelaciones continuas que formula el gobierno a las corporaciones naturales en que la sociedad está organizada, prescindiendo de los partidos políticos, a los que sin embargo rinde su pleitesía ideológica. Y esto lo podemos decir nosotros con la libertad de espíritu que siempre nos anima, porque no tenemos cortapisas para decir la verdad, porque no estamos mendicando votos sino promoviendo voluntades para la tarea común de la salvación nacional.

Y esas voluntades están dispersas. Y hay que unirlas. Hay que convocarlas a una tarea común, armónica, orgánica y enérgica. Y no hemos de ser nosotros quienes pongamos obstáculo a que esa confluencia de voluntades patrióticas sea un hecho vigoroso que contribuya a quebrar las perversidades a que el sistema nos tiene sometidos, y que contribuya a hacer volar el sistema, hecho pedazos, porque no sirve más.

Desde luego que tenemos derecho, bien ganado derecho, sin jactancias de preeminencias personales sobre nadie —¡Dios nos libre!— tenemos bien ganado los nacionalistas el derecho a decir que en esa conjunción de voluntades nacionales, el Nacionalismo tiene que ser el vino de solera de esos zumos patrióticos para dar realmente el fruto que esa voluntad tiene que brindarle a la Nación. Y para esto es indispensable que la ciudadanía que responde a esta concepción general de la Patria y de la vida (porque está implícita una concepción de la vida en una semejante concepción de la Patria), es indispensable que demos nosotros los nacionalistas un ejemplo de militancia cabal, no sólo literaria, porque no estamos en esta tribuna para regodeo intelectual de quienes nos acompañan, sino para convocarlos a un compromiso recio de servicio, sin lo cual el Nacionalismo sólo sería el megáfono de un inmenso "macaneo" histórico. Es un deber moral, ya no sólo político sino moral, propio de un argentino y de un cristiano. Si esto no se hace todo habrá sido en vano. Pero para esto hay que superar el espíritu de capillismo estéril, superar también las diferencias rencorosas que también legítimamente nos han separado. Y pensar por sobre todas las cosas lo que ya se ha dicho y es el principio motor del acto que estamos realizando: ante todo, primero la Argentina.



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من: BARILOCHENSE6999 مبعوث: 09/02/2012 19:28

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    من: BARILOCHENSE6999 مبعوث: 09/02/2012 19:36

    Fernando Abal Medina

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    Fernando Luis Abal Medina (19471970) fue un activista católico, dirigente político juvenil y revolucionario argentino, partidario de la vía armada como camino revolucionario. Fue fundador de la organización armada Montoneros, y líder principal de la misma en sus orígenes.

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    [editar] Juventud y formación

    Nació en 1947, en el seno de una acomodada familia de marcada tendencia nacionalista y católica. Cursó la escuela secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde fue compañero de Mario Firmenich y Carlos Gustavo Ramus, también futuros jefes montoneros.

    Era un joven culto, delgado, alto y de rostro anguloso, que por entonces leía y admiraba a León Bloy, un místico francés, antiguo comunero convertido bajo el régimen de Adolphe Thiers en un católico febril y extremista. En esa época, su hermano Juan Manuel era secretario de redacción de la revista Azul y Blanco, dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo-y por Ricardo Curutchet, cuya línea editorial estaba orientada hacia los militares argentinos de rango superior. Semanario que funcionaba en el Estudio Jurídico de los Dres: Jorge P. Ramos Mejía - Francisco Uriburu Quintana (Subsecretario del Ministerio del Interior 66-70) - y Marcelo Sánchez Sorondo, en la calle Charcas del barrio de Retiro frente a la Plaza San Martín de la Ciudad de Buenos Aires. En este semanario y en su muleto "Segunda República", Fernando Abal Medina colaboró vendiendo suscripciones lo que le sirvió para relacionarse, desde muy joven, con gente mucho mayor que él y sobre todo con políticos y militares nacionalistas.

    Desde 1964 Fernando era miembro de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), rama juvenil de la Acción Católica, agrupación que abandonó ese mismo año al conocer al carismático sacerdote Carlos Mugica, convirtiéndose en uno de sus más devotos seguidores espirituales y políticos. En dichas instancias estuvo siempre acompañado por su inseparable amigo Ramus. La familia Múgica Echagüe era vecina del barrio de Retiro y residía en un departamento de la calle Arroyo. El joven sacerdote de esta familia desempeñaba sus tareas religiosas en la villa 31 que quedaba y aún queda a unas pocas cuadras de su vivienda.

    El encuentro con Juan García Elorrio influyó en Abal Medina.

    Fuertemente influenciado por las ideas del padre Mugica y el Movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo, a fines del año 1966 se vinculó a la revista Cristianismo y Revolución, donde conoció a su director Juan García Elorrio, un vehemente ex-seminarista fundador del Comando Camilo Torres. En 1967 se integró en dicha célula activista junto a Firmenich y Ramus, conociendo allí a Norma Arrostito, siete años mayor que él, quien se convertiría en su pareja hasta su muerte.

    En las postrimerías de 1969 estaba ya de vuelta de su experiencia castrista y en el Estudio Ramos Mejía se grabó con la voz de Fernando Abal Medina la Proclama del General Eduardo Labanca que se envió a todas las unidades del ejército argentino. También en aquel año 1969 participó en las reuniones del entonces recientemente creado Círculo del Plata, del que era cofundador su hermano Juan Manuel, y que presidía Juan M. Palacios, quien estaba casado con la secretaria del Estudio Ramos Mejía-Sánchez Sorondo.

    [editar] Activismo y militancia política

    La aparición pública en la escena política argentina de Fernando Abal Medina ocurrió el 1 de mayo de 1967, fecha en que el Comando Camilo Torres (organismo de la revista Cristianismo y Revolución) organizó una intempestiva irrupción de protesta en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, donde se celebraba una misa a la que asistía el entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía. En la ocasión fue detenido por la Policía Federal, junto a García Elorrio, Arrostito y otros.

    El 31 de julio de 1967 participó junto a John William Cooke en la primera conferencia internacional de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en La Habana.

    En 1968 volvió a viajar a Cuba con Norma Arrostito, pero esta vez con el objetivo de recibir entrenamiento en la lucha armada revolucionaria. Al regreso intentaron formar un embrión de célula activista junto a Carlos Alberto Maguid, su esposa Nélida Arrostito de Maguid, Mercedes Arrostito y su esposo, de la que estos dos últimos se desvinculan a mediados de 1969. Desde los años anteriores, y a partir de la prédica de la revista Cristianismo y Revolución, la ideología de casi todos estos jóvenes se fue acercando progresivamente al peronismo, al tiempo que desarrollaban una contradictoria mutación desde sus originales ideas de derecha, hacia la admiración por la Revolución Cubana y el Che Guevara.

    A fines de 1969 toma parte en el intento de golpe nacionalista del General Eduardo Labanca. Así con la voz de Fernando Abal Medina, el Dr. Marcelo Sánchez Sorondo grabó la proclama revolucionaria nacionalista del General Eduardo Labanca en el Estudio del Dr. Jorge Ramos Mejía. La proclama, una especie de antología del semanario Azul y Blanco con la voz de Fernando Abal Medina, fue enviada a todas las unidades del ejército.

    El 7 de marzo de 1970 Fernando Abal Medina, junto a Norma Arrostito, Mario Firmenich, Carlos Ramus — vestido de sacerdote — y Carlos Capuano Martínez, asaltaron el destacamento San Ignacio de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, próximo a la localidad de San Miguel. De allí se llevaron una ametralladora y el arma reglamentaria del único policía que se encontraba de servicio. Al retirarse pintaron en las paredes consignas reivindicativas peronistas. Para entonces el grupo operativo comandado por Abal Medina estaba formado por aproximadamente una docena de activistas, más algunos colaboradores, en lo que puede considerarse la célula inicial de Montoneros.

    El 29 de abril de 1970 el mismo grupo tomó el destacamento 7 de la Policía Federal, ubicado en el cruce de las avenidas General Paz y Mosconi de la Ciudad de Buenos Aires, de donde se llevaron uniformes policiales, gorras y las pistolas de cuatro policías. Estos dos golpes han sido considerados como preparatorios para el impactante operativo subsiguiente. El 27 de mayo del mismo año, Abal Medina, Arrostito, Firmenich y Capuano Martínez asaltaron un garaje ubicado en la calle Emilio Lamarca de la Ciudad de Buenos Aires, del cual robaron un vehículo Peugeot 404 y una camioneta.

    Dos días después, usando esos y otros vehículos de apoyo, concretaron el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu, primer hecho reconocido públicamente por la organización Montoneros. El hecho fue realizado el 29 de mayo de 1970, día del Ejército Argentino por un comando autodenominado "General Juan José Valle". En cautiverio, fue acusado por su accionar durante el Golpe de Estado del 55, por los fusilamientos de José León Suárez de 1956 y del General Valle y por el robo del cuerpo de Eva Duarte. La organización Montoneros denominó las acusaciones "juicio popular" (aunque Aramburu no tuvo la posibilidad cierta de ejercer su defensa) y lo condenó a muerte. Aramburu fue ejecutado o "ajusticiado", según dirían luego los propios Montoneros (Aunque el comunicado Nº1 de Montoneros del 1ro de junio de 1970 dice que "a las 7:00 horas. fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu"), por Fernando Abal Medina de un tiro de pistola en el sótano de una quinta en la localidad de Timote (partido de Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires). Años más tarde fue publicado un pormenorizado relato en el recordado número de la revista La causa peronista del 3 de septiembre de 1974, cuyo título de tapa era: "Mario Firmenich y Norma Arrostito cuentan cómo murió Aramburu".

    La última operación armada en la que participó Fernando Abal Medina tuvo lugar el 1 de septiembre de 1970 en la ciudad de Ramos Mejía, pocos kilómetros al oeste de Buenos Aires, oportunidad en que un comando montonero bajo su coordinación asaltó la sucursal del Banco de Galicia en aquella localidad, desde donde lograron retirarse con aproximadamente 36.000 dólares.

    [editar] Su muerte

    El lunes 7 de septiembre de 1970, a las 20:00, varios dirigentes montoneros (Abal Medina, Sabino Navarro, Firmenich y Arrostito) habían acordado encontrarse con Luis Rodeiro en el bar La Rueda, sito en la esquina Potosí y Villegas (actualmente una farmacia) a una cuadra de la estación de trenes de William C. Morris, provincia de Buenos Aires. Fernando Abal Medina y Sabino Navarro llegaron unos minutos antes de lo acordado, junto a Luis Rodeiro. Afuera aguardaban Ramus, en un auto robado, y algunos metros más alejado se encontraba Capuano Martínez en otro vehículo.

    Una comitiva policial alertada por el dueño del local, que había reconocido a Abal Medina en las fotos que requerían su captura, ingresó sorpresivamente al local. Abal Medina les presentó a los uniformados credenciales falsas de policía y éstos ya se retiraban del bar cuando se inició un fuego cruzado en la vereda: Ramus observó a dos efectivos que se acercaban y comenzó a dispararles, luego intentó arrojarles una granada que explotó en sus manos y le provocó la muerte instantánea.

    En el tiroteo entre montoneros y policías que se generó, Abal Medina viendo su condición de inferioridad numérica trató de huir y fue herido de bala en el pecho. Cayó en la entrada del local, mientras Sabino Navarro y Capuano Martínez pudieron huir y Rodeiro se entregó. Norma Arrostito y Mario Firmenich venían retrasados, llegaron a las 20:20 y al ver la situación huyeron inmediatamente del lugar. Abal Medina murió desangrado al cabo de aproximadamente una hora de ser herido.

    Existen versiones no confirmadas acerca de que advertidos de la presencia en el sitio de los activistas, la comisión policial que ultimó a Abal Medina era en realidad una patrulla de soldados del Ejército Argentino al mando del coronel Ontiveros, quienes integraban una de las comisiones que luego del fallecimiento de Aramburu buscaban intensamente a sus responsables.

    Diversas entidades de las cuales casi todas fueron nacionalistas o peronistas adhirieron al duelo por las muertes de Abal Medina y de Ramus: Alianza Libertadora Nacionalista, FAP, Movimiento Nacionalista Tacuara, 62 Organizaciones. Entre quienes asistieron al entierro se encontraba Arturo Jauretche quien conocía a los jóvenes y especialmente a Fernando Abal Medina del Semanario Azul y Blanco y del Círculo del Plata.

    A partir de ese año y en homenaje a su líder y fundador, el 7 de septiembre fue establecido por la conducción de la organización guerrillera para conmemorar el Día del Montonero.

    [editar] Legado

    En homenaje a quien fuera su jefe revolucionario, el 6 de septiembre de 1973, sus seguidores publicaron en la revista Militancia Peronista para la Liberación un resumen del pensamiento político de Fernando Abal Medina, el cual entre otras consideraciones afirmaba como pautas esenciales:

    • Asumir la responsabilidad de la guerra popular
    • Adopción de la lucha armada como la metodología que hace viable esa guerra popular, mediante formas organizativas superiores
    • Absoluta intransigencia con el sistema dominante
    • Incansable voluntad de transformar la realidad
    • Identificación de la burocracia sindical como parte del campo contrarrevolucionario
    • Integración efectiva con las luchas del pueblo
    • Confianza ilimitada en la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora peronista
    • 

    Cuarenta años después, el gobierno de Néstor Kirchner incorporó el nombre de Abal Medina al REDEFA, el Registro de Fallecidos de la Ley 24.411 y su nombre se incluyó tanto en la actualización de los listados de la Conadep, que fueron presentados en la Feria del Libro de 2006 como en la nómina del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado que se levanta en la Costanera Norte porteña.[1]

     
    http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Abal_Medina

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    من: BARILOCHENSE6999 مبعوث: 09/02/2012 19:43
    Montoneros
    Montoneros fue una organización argentina que se identificaba con la izquierda peronista y que desarrolló la lucha armada entre 1970 y 1979, aunque su período de máximo poder se extendió hasta 1976.
    Sus objetivos iniciales fueron la desestabilización del gobierno de facto autodenominado "Revolución Argentina" (Onganía, Levingston, Lanusse / 1966 - 1973) y el retorno al poder del general Juan Domingo Perón; posteriormente, una vez que asumió la presidencia Héctor José Cámpora sus acciones se dirigían a la instauración en la Argentina de un sistema político que denominaban "Socialismo Nacional", al que consideraban como la evolución histórica natural del peronismo. Fue declarada "ilegal" por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón el 8 de septiembre de 1975, casi un año después de la decisión de la organización de volver a la clandestinidad, adoptada el 6 de septiembre de 1974.
    Si bien durante sus primeros años recibieron el apoyo de Juan D. Perón y de buena parte del Movimiento Peronista, a partir del 1.º de mayo de 1974 sus acciones provocaron el rechazo de su líder y de los sectores sindicales y políticos del peronismo ortodoxo, llevándolos a un gradual aislamiento al que siguió su retorno a la clandestinidad y posterior aniquilamiento por la dictadura militar que derrocó a la viuda de Perón, el 24 de marzo de 1976.
    Orígenes, ideología y fundadores
    Las raíces tempranas del movimiento se pueden encontrar en la década de 1960, en la confluencia de militantes del movimiento nacionalista estudiantil Tacuara, la Agrupación de Estudios Sociales de Santa Fe, y el integrismo de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
    Desde dichas vertientes se perfilaron grupos que se afianzarían junto a la militancia católica de jóvenes de clases medias y altas, cuyo órgano de prensa aglutinante era la revista nacionalista "Azul y Blanco" dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo y Ricardo Curutchet y cuyo secretario de redacción desde 1966, fue Juan Manuel Abal Medina. Luego, estos jóvenes tuvieron un punto de encuentro en la revista Cristianismo y Revolución, dirigida por Juan García Elorrio, y a partir de allí se conforma el Comando Camilo Torres que, junto al grupo conducido por José Sabino Navarro, pueden considerarse las células iniciales de Montoneros.
    Hacia fines de la década de 1960 fueron alineándose con el peronismo revolucionario, de neto perfil populista y anti-imperialista, en tanto que su ideología se estructuraba con una poco clara mezcla de la doctrina peronista, con elementos del marxismo latinoamericano revolucionario provenientes del Che Guevara y de Fidel Castro, recibiendo fuertes influencias católicas desde el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Varios fundadores de lo que luego se transformaría en una organización armada se conocieron cuando eran seguidores del sacerdote tercermundista Carlos Mugica.
    Autodefinidos en sus comienzos como una vanguardia armada nacionalista, católica y peronista, y utilizando consignas como "Perón o muerte", Montoneros se asumió como organización político militar en la provincia de Buenos Aires, y fue encabezada por Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus, José Sabino Navarro, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez, Norma Arrostito, Mario Firmenich, entre otros.
    El nombre Montoneros resaltaba la continuidad histórica con los caudillos del interior argentino en el siglo XIX y las "montoneras" originales, del "Chacho" Peñaloza y Felipe Varela, y establecía así una línea política nacionalista, antiimperialista y federal que la hacían partir de José de San Martín y las guerras de la independencia, pasar por los caudillos y Juan Manuel de Rosas y desembocar en Perón. Inclusive, en las primeras épocas de la organización guerrillera, varios de sus comandos operativos (Unidades de Combate) adoptaron circunstancialmente el nombre de esos caudillos para firmar sus "partes de guerra". Esta práctica se abandonó cuando sus militantes comenzaron a caer en combate y los comandos firmaban entonces con los nombres de los compañeros muertos.
    Otros dirigentes notorios fueron Julio Roqué, Dardo Cabo, Marcos Osatinsky, Roberto Quieto, Horacio Mendizábal, Raúl Yaguer, Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja, Rodolfo Galimberti, algunos de ellos provenientes de la organización Descamisados y otros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR, una organización armada peronista similar, pero de bases más definidas hacia el marxismo, que se fusionó con Montoneros el 12 de octubre de 1973).
    El 7 de septiembre de 1970, en William Morris (provincia de Buenos Aires), fueron muertos en un enfrentamiento Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus. Desde entonces, la militancia que adscribe al sector de izquierda peronista conmemora esa fecha como el "Día del Montonero".
    Inserción en el peronismo
    A partir de allí y en sus primeros años de accionar, los Montoneros iniciaron un proceso de rápida captación de cuadros en el peronismo (que podía comprobarse con la participación de decenas de miles de simpatizantes y adherentes en las manifestaciones populares), y un gran crecimiento de militantes y adeptos que se integraban a sus agrupaciones de superficie (Juventud Peronista de las Regionales, Juventud Trabajadora Peronista y Juventud Universitaria Peronista, que titularizaba los Centros de Estudiantes en casi todas las facultades del país), y procuraron influir políticamente en el levantamiento de la proscripción del peronismo y la convocatoria a elecciones, en las que impusieron la consigna: "Luche y Vuelve".
     

     


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