Hola mis amados:
Hoy el tiempo es un enemigo del hombre, no alcanza y vamos siempre con afanes porque no deseamos incumplir o llegar tarde a nuestro empleo o sitio donde estudiamos, pero es tan escaso el tiempo para ir a Dios en oración y no una que sea rápida con dos o tres palabras, no que sea un momento donde nos deleitamos en El, le conocemos y podemos adorarle como solo Él lo merece, que no nos apartemos entonces por falta de hacerlo.
TIEMPO DE ORACION
Unos años atrás, un anuncio de televisión enfocaba el rostro sonriente de una preciosa joven. Aparecía mirando hacia abajo y evidentemente ocupada con cierta tarea, aunque no se veía lo que hacía. Mientras desempeñaba su labor, ella oraba. El anuncio hacia énfasis en ocupar tiempo para orar, aunque tuvieran que desarrollarse otros deberes durante el día.
Cuando el movimiento de la cámara mostró un panorama más amplio, se vio claramente que la joven cambiaba el pañal a su bebé.
¡Qué hermosa ilustración acerca de lo fácil que es para nosotros hablar con el Señor! Tal vez le sea difícil apartar un tiempo, aun breve, cada mañana, pero en el transcurso de las veinticuatro horas del día, podemos con creatividad encontrar unos instantes y dedicarlos a Dios.
Murmuramos y rechinamos,
Nos enfurecemos y estallamos,
Hablamos entre dientes y rezongamos,
Nuestros sentimientos resultan dañados.
No podemos entender
Nuestra visión se nubla más y más,
Y todo lo que necesitamos es:
Tener un momento con Él.
La mayoría de nosotros estamos tan ocupados durante el día que se nos hace muy difícil apartar una porción de tiempo para orar, y no precisamente para una breve plegaria de gratitud, sino unos momentos de genuina comunicación con el Señor.
Dios anhela que tengamos este tiempo juntos, y nosotros lo necesitamos. Hay ocasiones para estar a solas con el Salvador, pero es necesario que con gran empeño las busquemos.
Tomado del libro: Amanecer con Dios
Eclesiastés 3:11 Él ha hecho todo apropiado a su tiempo.
LA VOZ DE DIOS EN EL PASADO
por Charles Stanley
Leer Genesis 12: 1-7
Para entender cómo puede Dios estar hablándonos hoy, debemos primero examinar las maneras como Él hablaba en el pasado. ¿Qué hacía tan clara Su voz a los héroes de la fe?
Una de las principales maneras que tenía Dios para hablar con los personajes del Antiguo Testamento, era a través de la revelación directa. Es decir, hablaba directamente a sus espíritus. Esto es precisamente lo que vemos, en sus conversaciones con Abraham (Gn 12.1-3).
También el Señor hablaba por medio de Su Palabra, como los Diez Mandamientos y la Ley de Moisés, lo que le permitía al pueblo conocer y obedecer Su voluntad (Ex 20.1-26).
Igualmente, lo hacía por medio de las circunstancias. Pensemos, por ejemplo, en Su interacción con Gedeón, quien estaba atemorizado y necesitaba, por tanto, de “una dosis extra de valor” (Jue 6.36-40). El Señor respondió misericordiosamente mediante una señal física de Su presencia.
El Nuevo Testamento menciona otros métodos de comunicación divina. El mensaje del Señor venía a veces a través de ángeles o del Espíritu Santo (Mt 1.19-21; Hch 16.1-7). Hubo también ocasiones en las que Dios hablaba de forma audible, como sucedió en la dramática experiencia de salvación de Pablo en el camino de Damasco (Hch 9.1-19).
Mediante estos métodos, Dios le aseguraba continuamente a su pueblo que Él se preocupaba por ellos y que estaba a su lado. Este es un mensaje que necesitan también nuestras vidas hoy. Aunque es posible que el Señor no se comunique con nosotros de ciertas maneras, sabemos que Él siempre nos hablara por medio de Su Palabra, si escuchamos obedientemente.
El Señor Jesús ha prometido en Su Palabra que no nos dejara solos, que El estará pendiente cuidándonos en todo momento, nos ha dejado Su Palabra para que le conozcamos y le amemos, por eso no dejemos de buscarle, de amarle y adorarle como solo Él lo merece, como Padre anhela que nos acerquemos confiadamente y disfrutemos de todo lo que tiene para nosotros.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA