Hola mis amados:
El amor de Dios está siempre presente y nadie como ese Padre Eterno nos ama con amor que no varía ni cambia jamás, El desea que permanezcamos en Su presencia y le sigamos cada día, que le manifestemos nuestro amor en la obediencia a Su Palabra y creyendo a Sus promesas que son fieles y verdaderas, nadie como El para anhelar que nuestra vida gire en torno a Su presencia, en la fe y convicción que debemos tener y confiar plenamente en Sus designios, que bendición es ser hijo de Dios.
EL CONEJITO QUE SE QUERIA ESCAPAR
Margaret Wise Brown es conocida por sus sencillos, y a la vez profundos, libros para niños. Uno de mis preferidos es The Runaway Bunny [El conejito que se quería escapar]. Es acerca de un conejito que le dice a su mamá que ha decidido escapar.
«Si te escapas -dijo la madre- yo correré tras de ti porque tú eres mi conejito.» Y luego sigue diciéndole que si él se convierte en pez y se mete en un arroyo, ella se convertirá en pescadora y lo pescará. Si él se convierte en niño, ella se convertirá en mamá humana y lo atrapará y lo abrazará. Haga lo que haga el conejito, su madre, obstinadamente persistente y siempre tras de él, no desistirá ni se irá.
«¡Caramba! -dice al fin el conejito- más vale que me quede donde estoy y sea tu conejito.» «Cómete una zanahoria» -dice entonces la madre.
Esta historia me recuerda las palabras de David en el Salmo 139:7-10: «¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, he aquí, allí estás Tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás Tú. Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra.»
Demos gracias a Dios por su implacable amor por nosotros: siempre buscando, siempre presente, y siempre guiando.
David Roper
LÁGRIMAS DEL CIELO
Era uno de los días más calientes del tiempo seco de verano. No habíamos visto la lluvia en casi un mes. Las cosechas se estaban muriendo. Las vacas habían parado de dar leche. Los ríos estaban secos hasta el piso. Era la temporada seca que iba a llevar a siete granjeros a la bancarrota antes de que terminara.
Todos los días, mi esposo y sus hermanos trataban de llevar agua a los campos. El proceso consistía en llevar un camión a la planta y llenarlo de agua. Pero, las raciones de agua las cortaban cada día más. Si no veíamos lluvia pronto, íbamos a perderlo todo.
Fue en uno de estos días que aprendí una verdadera lección de compartir y ser parte del único milagro que pude ver con mis propios ojos: Estaba en la cocina haciendo el almuerzo para mi familia cuando vi a mi hijito de seis años, Billy, caminar hacia el bosque. Él no estaba caminando como un niño normal de su edad, estaba caminando con mucho cuidado y sólo podía ver su espalda. Obviamente, estaba caminando con mucho esfuerzo, tratando de estar lo más quieto posible. Minutos después desapareció en el bosque, y volvió a salir corriendo hacia la casa. Seguí preparando el almuerzo pensando que sea lo que sea que estaba haciendo mi hijo, ya había terminado.
Momentos después, volvió a caminar bien lentamente hacia el bosque. Esta actividad siguió ocurriendo por una hora. Finalmente, no pude aguantar más y lo seguí (teniendo cuidado que no me viera... obviamente estaba haciendo algo muy importante y no necesitaba que su "mami" lo chequeara). Mi hijo tenía sus manos juntas delante de él mientras caminaba; teniendo mucho cuidado que el agua que tenía en ellas no se cayera. Me acerqué un poco más cuando llegamos al bosque. Ramas y troncos le golpeaban su cara, pero no trató de esquivarlas. Él tenía algo mucho más grande que hacer.
Cuando me agaché para verlo, tuve una vista extraordinaria: Una gran cantidad de venados estaban de frente a él. Él se les acercó, casi grito al ver un venado (macho) con sus cuernos bien grandes demasiado cerca de él, pero el venado no lo atacó, ni se movió, mientras que mi hijo se arrodillaba. Luego vi un pequeño venadito tirado en el pasto, sufriendo deshidratación y exhausto del sol, apenas podía levantar su cabecita con mucho esfuerzo para lamer el agua de las pequeñas manos de mi hermoso niño. Cuando se tomó toda el agua, Billy corrió a la casa y yo me escondí detrás de un árbol.
Luego lo seguí a la casa. De una llave que habíamos cerrado y que apenas podía abrir, caían gotas de agua. Él esperó ahí, dejando que sus pequeñas manitos se llenaran gota a gota; mientras que el sol asoleaba su espaldita. Luego muchas cosas se aclararon en mi mente. La semana anterior él había sido castigado por jugar con agua. El aprendió la lección de no malgastarla y esa es la razón porque no me pidió ayuda. Le tomó 20 minutos para coger el agua que necesitaba. Se levantó y ahí yo estaba parada en frente de él. Sus ojos se llenaron de lágrimas: "Mami, esta vez no estoy desperdiciando el agua", es todo lo que me dijo. Cuando empezó a caminar, yo lo seguí con una vasija llena de agua y dejé que fuera solo hacia los venados, era su trabajo y yo me quedé detrás de un árbol mirando el corazón más bello que he conocido, trabajando fuerte para salvar otra vida. Lágrimas caían por mis mejillas, de repente, fui acompañada por más gotas... y más gotas... y más. Miré hacia el cielo, era como si Dios estuviera llorando de orgullo.
Quizás algunos pueden decir que esto fue coincidencia, que milagros no existen. Lo único que puedo decir es que ese día llovió y salvó nuestra granja, así mismo, como las acciones de un pequeño niño salvaron una vida.
Siempre es bueno creer que cuando todo sale mal, algo bueno pasa al final.
Autor Desconocido
Que testimonio mas hermoso, ver que el Señor obra a través de sucesos que para nosotros no tienen solución, porque hacer llover solo lo hace El que tiene el dominio sobre todo lo creado, además al ver a un niño que se conmueve con la sed de los animales y corre a favorecerlos pero después de aprender una lección, todo esto nos lleva a reflexionar para que busquemos en los problemas la respuesta en Aquel que para El no hay nada difícil.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA
MÉTELA EN TU CORAZÓN
Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-
"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"
Salmo 119:11
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