MEDITACIÓN
La meditación, tal y como se entiende en la cultura oriental, no se refiere a reflexión o pensamiento profundo (sentido comúnmente aceptado en Occidente), sino exactamente todo lo contrario. Por meditación se entiende la eliminación total de cualquier tipo de pensamiento, mediante la concentración de la mente en un solo punto, como pasivo observador, sin calificar, enjuiciar ni deducir nada. Se puede observar que todo lo que tiene poder de atraer y absorber nuestra atención nos produce paz y satisfacción, como consecuencia inmediata del acto de concentración mental. Todo el mundo practica simulacros de meditación de un modo consciente o inconsciente; desde hacer «ganchillo» hasta contar ovejitas antes de dormirse, desde cantar todo el día mentalmente una misma canción, hasta gritar repetidamente un mismo sonido cuando nos hacemos daño, para evitar, intuitivamente, que nuestra conciencia ponga su atención en la sensación de dolor.
La concentración mental reporta un ahorro de actividad inútil. El agotamiento experimentado al final de la jornada diaria es debido, en su mayor parte, al gran volumen de actividad mental que desarrollamos, a veces necesaria y, bastante a menudo, innecesaria e involuntaria.
Para producir cualquier pensamiento, para desarrollar cualquier proceso de cálculo o razonamiento, nuestro cerebro consume una cierta cantidad de energía vital, ya que sólo gracias a ella se hace posible el proceso del pensamiento. Tratando de estar tan sólo un minuto, sin pensar absolutamente nada, se puede comprobar fácilmente qué vano es nuestro esfuerzo por conseguirlo. Por el contrario, muchos pensamientos nos asedian continuamente en diferentes direcciones, sin ningún orden ni control, ajenos a nuestra voluntad y a pesar de no desear producirlos. Esto da idea de cuantos cientos y cientos de pensamientos innecesarios ocupan nuestra mente durante el día, manteniendo nuestro cerebro y sistema nervioso en continuo trabajo y desgaste inútil.
Aquí es donde la meditación cumple perfectamente su papel. Cuando no tenemos nuestra mente ocupada en resolver algo concreto, necesitamos un punto que tenga el poder de absorber nuestra atención y concentrarla ahí, para experimentar paz y relax.
De este modo aumentamos nuestra capacidad de rendimiento en nuestro quehacer diario, que en consecuencia deja de ser una tarea desagradable, convirtiéndose en un foco de satisfacción.
Si además queremos experimentar paz constante, necesitamos un punto de concentración constante, que siempre esté con nosotros, y utilizable en cualquier circunstancia. Y esto solo es simplemente esta Vibración Primordial que, morando en nuestro interior, nos da la vida, acompañándonos en todo tiempo y lugar a través de todo tipo de situaciones hasta el momento en que ésta abandona el cuerpo físico, circunstancia que ocasiona la muerte.
Esta Vibración Primordial se manifiesta por sí sola dentro de todo lo que existe y es la Realidad Ultima, soporte de toda la creación, siendo el ser humano el último eslabón de la cadena evolutiva ascendente.
En esta forma humana se tiene la oportunidad, no sólo de vivir, sino de reconocer por qué vivir, pues el Maestro Perfecto vivo puede abrir la puerta que lleva al ser humano a fundirse de nuevo con su Fuente. Rompiendo así la ilusoria identificación con el ego temporal, que no es más que un mal sustituto de esa experiencia interior de total plenitud en sí misma, que ha sido descrita en los Vedas, Upanishads, el Gita y casi todas las escrituras hindúes, como el estado de Sat Chit Anand: Verdad, Conciencia, Dicha Suprema. O sea, la experiencia interior de la Verdad, esa energía omnipresente y eterna, despierta la Conciencia al estado de Dicha Suprema.
También todas las escrituras coinciden en que esta Vibración Primordial no es audible con los oídos externos, ni pronunciable con los labios, ni abarcable por la mente ni el intelecto, ya que siendo una experiencia infinita, se tiene más allá de la razón y la lógica humana.
Así pues, se ha de trascender todo estado mental o racional, para poder acceder a esta experiencia, anulando el propio ego y la mente.
Aquí precisamente —siendo impotentes por nosotros mismos para obtener esa experiencia de liberación— se concreta el papel del Maestro Perfecto o Satguru (verdadero Guru): revelar el modo natural de experimentar esta Vibración dentro de cada ser humano que, «con humildad y sincero deseo», busca la Verdad. Haciendo de puente, de transformador, entre ese estado perfecto e infinito con el que Él está fundido, y el estado imperfecto y limitado en que nos encontramos, debido a nuestra identificación con nuestra mente y nuestro ego.
El Maestro Perfecto lleva al ser humano a su Fuente de origen. Al hacerle entrar en contacto con ese estado infinito e ilimitado en el que vibra esa Energía Interior, le libra de la esclavitud de su falso ego individual, que es como una fortaleza, fabricada por el miedo, a la inseguridad y agonía que produce vivir desconociendo su propia identidad: el no saber quién es, por qué está aquí y adónde va. Por eso se crea una falsa personalidad, que crece en el abonado terreno del miedo.
JULIO PARDILLA