El Laberinto en la psique.
La espiral, como estructura, simboliza tanto el camino evolutivo – en
su sentido de desarrollo necesariamente gradual – como la puerta a otras
dimensiones, al constituirse en la forma arquetípica por excelencia
capaz de intersectar el tiempo lineal y la visión ordinaria de las
cosas.
A través de la espiral tanto podemos elevarnos como hundirnos, ascender como ser aspir
ados, morir o nacer a una nueva vida, porque la espiral, a diferencia del círculo quieto, tiene un sentido.
Tanto la evolución de las especies como la del alma es un viaje en
espiral. "El viaje del héroe" es siempre circular, o deberíamos decir,
en espiral... Asimismo, el desarrollo de la psique no es un proceso
lineal, sino circular.
El laberinto como imagen nos remite de
cierta forma a los mandalas, aunque en éstos el individuo se centra
mientras lo construye, y en el laberinto, mientras recorre lo ya
construido.
Es la representación de la obra alquímica completa, con
el oro al centro. Primero, nuestra naturaleza más elevada debe derrotar
al Minotauro, que simboliza tanto la energía primordial, como nuestros
instintos más primitivos, como el espejismo a atravesar antes de obtener
el oro, cual verdadero morador en el umbral.
Aquí se desarrolla el combate entre nuestras dos naturalezas.
Todos estos obstáculos se encuentran en la propia psique, con sus anfractuosidades, ilusiones y callejones sin salida.
El recorrido es la posibilidad de transformación, y en su más elevada
posibilidad, la identidad del peregrino con el verdadero "Sí Mismo", en
una eventual victoria de lo permanente por sobre lo temporal.
Si en
el laberinto de encrucijadas el mayor desafío puede ser el de encontrar
el centro, no podemos dejar de mencionar que acaso el desafío mayor del
laberinto de una sola vía sea salir de él una vez alcanzado el centro,
para manifestar lo alcanzado en la verdadera prueba de la vida
cotidiana. La fascinación de querer permanecer en la espiral es un
riesgo siempre latente.