El intelecto dibuja fronteras arbitrarias y asigna etiquetas, que definen las cosas como: “cosas”.
A través de los sentidos, tales cosas muestran cualidades aparentes; algo así como un músico que produce melodías de una guitarra "vacía".
Al igual que la guitarra, las "cosas" o las apariencias están en sí mismas vacías.
Como tales, en el sentido absoluto, las bayas no son ni moléculas ni átomos, ni están lejos ni cerca, ni son rojas ni de cualquier otro color; y como se indica sólo relativamente hablando "adquieren" tales cualidades.
La forma es vacío, el vacío es forma. Ver que todo lo percibido aparece sólo como una opción relativa, totalmente dependiente del supuesto punto de referencia de un "yo", así como de los filtros perceptuales aplicados, es en cierto sentido "verlo tal como es".
El karma no pertenece a la persona, es una ley impersonal, no arbitraria e imparcial. No funciona como fatalidad caprichosa o injusta que busca castigar.
Por el contrario, funciona justamente regulando y equilibrando de manera irrevocable e inviolable, la sucesión de eventos que se ordenan en la conciencia por su acumulación automática.
No puede calificarse como bueno o malo en su esencia, por lo que es neutral, aunque se recoge como dual en la manifestación y según la comprensión racional.
Según sea la comprensión, así es como nos tomamos los hechos. Y en la medida que hay más comprensión, el curso de los hechos se transforma armónicamente.
Hay la tendencia a considerarlo como una especie de acto intencional impuesto sobre la persona; en otras palabras, nos inclinamos a conceptuar que es una especie de justicia suprema que confiere, ya sean recompensas o castigos, por el comportamiento personal.
Pero en realidad no está envuelta una consideración acerca de los valores morales o de la personalidad.
Aunque no es algo de origen personal, afecta a todas las personas con tanta seguridad como la noche y el día se siguen el uno al otro.
R.Malak.