No soy cuerpo exclusivamente. Soy inmutable, soy pura Conciencia, sin forma.
En un principio la naturaleza es desconocida, más adelante, con la
práctica de observación sin juicio, la mente queda traslucida,
gradualmente se cae la obstrucción de la ignorancia y se empieza a
revelar su propia naturaleza.
La disciplina rinde frutos cuando los pensamientos quedan diluidos por el conocimiento de testigo, pero aún quedan residuos.
La idea de la dualidad como yo y testigo aún se mantiene, para que, por
último, el conocedor y el conocido se diluyen en Sí mismo.
Así,
ego y mundo funcionan juntos en la manifestación, limitando el poder, y
reflejándose como falta de libertad en la vida de ellas.
Ocasionalmente, las expresiones religiosas dicen que la persona vive entre dos energías: la material y la espiritual.
Dicho de otra manera, de un modo químico y uno alquímico.
La energía química vendría del comer, del dormir y de las impresiones
de nuestra vida cotidiana, y la alquimia sería manifestación pura de la
esencia.
Este modo diferenciado de especificar puede parecer
coherente, pero lo cierto es que en la observación sin juicio no existe
diferencia.
Esta no diferenciación se evidencia también a través
de la meditación, o para los más devocionales a través de la oración,
las que, como instrumentos de conexión, permiten testificar la pureza de
la conciencia, descorriendo el velo que cubría la cara de la realidad.
Sólo en los cuerpos y mentes existen diferencias aparentes, pero Sí mismo es idéntico para todos, no separado, indiferenciado.
No es propiedad privada, es uno entre la diversidad, constante entre las formas que vienen y se van; es la consciencia pura.
El conocimiento de Sí mismo no es una acción en Sí, no puede alcanzase
por medio del hacer, sino que es un conocimiento directo e intuitivo.
No puedes alcanzarte a Si mismo si no es conociéndose.
R.Malak.