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EL CUARTO CAMINO DE GURDJIEFF-BENNETT
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General: EL VIAJE A VICHY- MICHEL CONGE
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA  (Mensaje original) Enviado: 07/07/2019 18:30

El viaje a Vichy-Michel Conge

Una noche, mientras se servía el café al final de una comida, el Sr. Gurdjieff dijo de forma inesperada, "Tal vez sea posible ir a Vichy unos días con personas honorables".

Escuché esto desde cierta distancia ... pero luego, el Sr. Gurdjieff se volvió hacia mí y me dijo: "¡Doctor! ¿Por qué no viene a Vichy? Es un buen viaje ... descanso para usted".

Muy desconcertado, porque tenía pacientes citados, me tambaleé y terminé diciendo: "Sí, por supuesto, señor. Uh ... uh ... sí, con mucho gusto, solo si..."

"Sí", dijo el Sr. Gurdjieff. "Lo sé, pero si te lo advierto varios días antes, ¿cosa fácil?"

"Oh, sí", respondí. "Si lo sé con unos días de antelación, me será posible reorganizar las citas de mis pacientes".

"Bien, entonces", dijo el Sr. Gurdjieff. "Digamos ... ¿quieres el próximo miércoles?"

Eso me daba un aviso con cinco días de anticipación, lo cual fue bastante generoso, así que respondí sin dudar: "En ese caso, sí, señor. Es ciertamente posible ... Puedo hacer algunas llamadas ... Está bien, entonces".

"El miércoles, venga aquí, a las once u once y media. Almuerzo tranquilo, buen café, y después del café, tomamos el auto. ¿Esta bien?"
"Todo bien!"
No necesito decir lo feliz que estaba. Tan pronto como llegué a casa, comencé a escribir a los pacientes que no tenían teléfonos. A la mañana siguiente, al amanecer, telefoneé a los demás y les dije que me habían llamado 'al extranjero' para una consulta y que, lamentablemente, tendría que posponer sus citas hasta la semana siguiente.

Le pregunté cuántos días tomaría el viaje, pensando que diría unos dos días. Para mi gran sorpresa, pero también para mi profunda satisfacción, el Sr. Gurdjieff respondió: "¡Oh! Cuatro días, cinco días ... sólo un pequeño viaje".

Entonces, me di un amplio margen de tiempo para respirar, aplazando mis citas durante seis días, pensando que podría necesitar un día para recuperarme.

Salida retrasada

El martes por la noche dormí mal y me desperté al amanecer. A las once y media, armado con mi pequeña maleta, me presenté en la rue des Colonels Renard, muy emocionado y lleno de "recuerdo de si".

Cuando entré, me sorprendió no encontrar ninguna señal de preparación para un viaje. Sin embargo, eso no me pareció particularmente extraño porque con el Sr. Gurdjieff era imposible sacar conclusiones de pruebas tan endebles. Su equipaje ya estaba sin duda en su coche. Y de todos modos, no me iba a molestar con tales detalles. "¡Saborea el momento! ' Me dije a mí mismo. '¡Y en alerta!'

A mediodía nos sentamos todos a comer. Todo esto me había dado mucha hambre, y ahora que estábamos comiendo parecía una buena idea hacer justicia a la comida, porque era muy capaz de hacernos conducir todo el día sin parar.

El almuerzo fue excelente, como siempre. Hacia el final de la comida, después del café, ya que el señor Gurdjieff no parecía tener prisa por abandonar la mesa y no estaba ni afeitado ni vestido, alguien se animó y preguntó: "Señor, ¿a qué hora nos vamos?"

"Ah!" dijo el señor Gurdjieff. "Esa cosa es imposible hoy. Esta noche, cita muy importante. Pero, mañana por la mañana, al mediodía, almuerzo y después, partimos".

Entonces, el jueves al mediodía regresé con mi maleta pequeña, con un corazón ligero y sintiéndome bastante a gusto. Pero todavía no había señales de preparación para un viaje. Al final de la comida, alguien comentó que tal vez sería una buena idea no irse demasiado tarde si queríamos aprovechar al máximo la luz del día para conducir.

Entonces, el Sr. Gurdjieff se irritó un poco y dijo, "No siempre es posible hacer lo que uno quiere. Hoy algo muy importante que hacer. No tengo que irme. Tal vez esta noche o mañana ... Sí, tal vez esta noche, vengan a ver si es posible la partida..." Empezamos a dudar de que esta excursión se realizaría alguna vez.

De todos modos, volví por la noche, pero esta vez sin mi maleta. Muchas personas estaban allí, y era bastante obvio que no nos íbamos. Incluso parecía que el Sr. Gurdjieff ya no estaba pensando en su plan. Después de todo, él había dicho, "No tengo que irme". Y eso fue muy cierto ... si él ya no quería, bueno, ¡eso era todo! Sin embargo, no me hubiera perdido la oportunidad de volver al día siguiente al mediodía.

¡Viernes! Esto había estado ocurriendo durante tres días. Comencé a hacer algunos cálculos: tres días ahora, más un viaje de cuatro o incluso cinco días, que sumaría siete u ocho días, y va más allá de mis cálculos más generosos. Casi estaba empezando a desear que el viaje fuera cancelado, preguntándome cómo iba a hacer los arreglos con mis pacientes. Sábado al mediodía, la misma comedia. Había algo mal con su auto: "¡Difícil encontrar la causa!"

Y así, como podría haber sabido, los cinco días que se suponía que íbamos a tomar para el viaje de Vichy se gastaron entre mi casa y la rue des Colonels Renard. Y luego, justo cuando nadie pensaba que el viaje aún era posible, hubo un revuelo enloquecido.

En un instante, todos se movilizaron para recoger el equipaje y llevarlo todo a la acera, que pronto se parecía a una plataforma de carga ferroviaria. Parecía que alguien se estaba mudando de casa, con maletas de todos los tamaños, cajas, cajas y paquetes atados en el techo del auto del Sr. Gurdjieff y varios otros vehículos. Lo que no podía caber en el techo fue en el maletero, luego en los asientos de los pasajeros ... ¡Y seguian llegando!
(Continuará)



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De: LUISWAYUU - ASHSHUA Enviado: 07/07/2019 19:36

de FRITZ PETERS

Jane Heap volvió a Francia al mismo tiempo que Gurdjieff, y por supuesto, vino a vernos al Prieuré. Lamenté que su retorno pusiera término a las visitas a París para ver a Gertrude Stein y Alice Toklas. Fue una sorpresa cuando el conserje me llamó una tarde y me dijo que tenía visita. Me alegré cuando supe que era Gertrude y me puse muy contento al verla, pero mi felicidad desapareció casi inmediatamente. Gertrude y yo dimos un paseo corto por la escuela, me dio una caja de caramelos como regalo de "despedida" para los dos, de ella y de Alice. No me dio oportunidad de protestar y dijo que había hecho el viaje a Fontainebleau especialmente para vernos, no recuerdo si ella vio a Tom o no, pero no quería despedirse con una carta.
Cuando le pregunté el por qué, me dijo que a causa de unos problemas que había tenido con Jane y también porque seguía pensando que no estábamos siendo educados adecuadamente, había decidido que no podía seguir viéndonos. Cualquier relación con ella seguramente no nos causaría más que problemas, a causa de su desacuerdo con Jane y, según entendí, con Gurdjieff también. No había nada que yo pudiese decir. Gertrude interrumpió mis protestas, dijo que sentía mucho tener que hacer lo que hacía, pero que no había otra solución.
Este repentino e inesperado fin de una relación tan feliz, estimulante y enriquecedora, fue una conmoción que me entristeció y lo achaqué, quizás equivocadamente, a Jane. No recuerdo si se lo mencioné alguna vez a Jane o si ella me lo explicó, pero sí recuerdo que sentí, quizás me equivoqué, que ella era la causa y no Gurdjieff. Cualquiera que fuese la causa, mi relación con Jane se deterioró más y más desde entonces y la vi raras veces a pesar de que aún era mi tutora legal. Mirando retrospectivamente, ahora me parece que yo me comporté de forma muy incivilizada, Jane no lo sé. Ella venía periódicamente al Prieuré los fines de semana, pero yo la veía solamente desde lejos y raramente nos hablamos durante un período de dos años. Ella veía a Tom y a Gurdjieff, por supuesto, y yo me enteré por rumores en la escuela y por Tom, que se discutía frecuentemente "el problema de Fritz", y que habían incluido a Gurdjieff en estas discusiones. No obstante, Gurdjieff nunca mencionó a Jane, y su comportamiento conmigo no varió durante todo el tiempo que estuve en estrecho contacto con él debido a mi tarea de limpieza de habitaciones. No solamente no varió sino que, en parte a causa de la ruptura con Jane, mis sentimientos de respeto y amor por él aumentaron.
Cuando Gurdjieff volvió de su primer viaje a París después del "asunto Rachmilevitch", para nuestra sorpresa, trajo a éste consigo. Parecía haber cambiado mucho durante el breve período de ausencia del Prieuré. Parecía resignado en vez de contencioso y pendenciero y con el
tiempo llegamos incluso a sentir cierto afecto por él. Yo sentía mucha curiosidad sobre su vuelta pero no me atreví a sacar el tema directamente cuando estaba con Gurdjieff, lo hizo él mismo. Inesperadamente me preguntó si no estaba sorprendido de ver a Rachmilevitch otra vez en el Prieuré. Le dije que sí que lo estaba y reconocí que también sentía curiosidad por saber cómo ocurrió. Su decisión de marcharse para siempre había sido muy clara.
Entonces Gurdjieff me contó la historia de Rachmilevitch. Según su relato, Rachmilevitch era un refugiado ruso que se estableció en París después de la revolución rusa y que se convirtió en un comerciante próspero con géneros tales como té, caviar y otros productos que eran solicitados por los desplazados rusos. Parece ser que Gurdjieff le conocía desde hacía mucho tiempo, podía haber sido uno de los que vinieron a Francia con él desde Rusia unos años antes, y él consideró que su personalidad era un elemento esencial en la escuela.
"¿Te acuerdas que te dije que tú ocasionas problemas?", dijo. "Es verdad, pero tú solamente eres un niño y Rachmilevitch un hombre adulto y no pícaro como tú, pero tiene tal personalidad que constantemente causa fricción en cualquier cosa que hace, donde sea que él viva. Él no causa problemas serios, pero hace fricción en la superficie de la vida. No puede evitar esto, es demasiado viejo para cambiar ahora".
"Cuando te digo que yo pago a Rachmilevitch para estar aquí aunque él es ya un rico comerciante, te sorprendes, pero es así. Es viejo amigo y muy importante para mi propósito. Yo no puedo pagarle lo que él puede ganar por sí mismo en su negocio de té en París. Entonces, voy a verle y me humillo, tengo que suplicarle que haga este sacrificio por mi causa. El está de acuerdo en hacer esto y ahora yo tengo una obligación con él de por vida. Sin Rachmilevitch, el Prieuré no es lo mismo; no conozco otra persona como él, nadie que sólo existiendo, sin esfuerzo consciente, produzca fricción en toda la gente de alrededor".
Para entonces yo ya asumía siempre que en todo lo que Gurdjieff hacía, había "más de lo que se veía". También me era familiar su teoría de que la fricción producía conflictos que a su vez agitaban a la gente y les sacaba de su comportamiento habitual, rutinario. Tampoco podía dejar de pensar en cuál sería la compensación para Rachmilevitch en todo esto, aparte del dinero. La única respuesta de Gurdjieff fue que estar en el Prieuré era también un privilegio para Rachmilevitch. "En ningún otro lugar puede su personalidad realizar un trabajo tan útil". Su respuesta no me impresionó pero visualicé a Rachmilevitch y la importancia de sus actos. Parecía ser el suyo un destino, en el mejor de los casos, curioso. Asumí que vivía en un estado permanente de cataclismo, creando desolación sin cesar.
No había duda de que su presencia creaba problemas, pero parecía que también los atraía. Poco después de su vuelta, él y yo fuimos otra vez el punto focal de otro "incidente".
Tenía turno de cocina ese día. Tal como era costumbre para el "pinche de cocina", me levanté a las cuatro y media de la mañana. Como era perezoso por naturaleza, y a mi edad, la única forma segura de despertarme a tiempo para ir a la cocina era tomarme tantos vasos de agua como pudiese antes de ir a la cama a las once de la noche anterior. El reloj despertador era desconocido en el Prieuré y este método para levantarse temprano, que alguien me sugirió, nunca fallaba. Como el retrete más cercano estaba a una distancia considerable de mi habitación, sin lugar a duda me despertaba y no volvía a dormirme. El único problema era regular la cantidad de agua. Demasiadas veces me despertaba a las tres en vez de a las cuatro y media. Incluso en esas mañanas no me atrevía a volver a la cama y no tenía ganas de beberme otra cantidad de agua suficiente para volverme a despertar en una hora aproximadamente.
Las primeras tareas del pinche de cocina eran: encender el fuego en las estufas de carbón, llenar los cubos de carbón, preparar el café, calentar la leche, cortar pan y tostarlo. El agua para el café tardaba mucho en hervir puesto que se ponía al fuego en pucheros de porcelana de veinticinco litros, los cuales se usaban también para hacer la sopa del mediodía. Por lo general, el cocinero era distinto cada día, y como los menús estaban escritos para cada día de
la semana, no se le requería en la cocina hasta después del desayuno. Aquel día, como la cocinera no había aparecido a las nueve y media, empecé a preocuparme. Leí el menú y la receta para la sopa del día y como había visto a menudo a los cocineros hacer la comida programada para ese día, me puse a preparar lo necesario.
Como a las diez la cocinera no había venido, envié a un niño a averiguar lo que le había pasado. Me dijo que estaba enferma y que no podría venir a la cocina. Llevé mi dilema a Gurdjieff, y me dijo que ya que había comenzado a hacer la comida, bien podía volver a la co-cina y terminarla. "Tú serás cocinero hoy", dijo solemnemente.
Me puse nervioso ante la responsabilidad y también orgulloso porque se me hubiera confiado el trabajo. Mi mayor problema fue el tener que trasladar los enormes pucheros de sopa por la gran cocina cuando tenía que echar carbón al fuego, lo cual era necesario hacer con frecuencia si quería mantener la sopa hirviendo. Trabajé duramente toda la mañana y estaba razona-blemente orgulloso de mí mismo cuando conseguí terminar la comida y llevarla intacta a la mesa de servir. Como el cocinero estaba ausente, también fue necesario que yo sirviese.
Por lo general los alumnos formaban una hilera, cada uno llevaba su plato, cubiertos, etc., y pasaban por la mesa donde el cocinero servía la carne y un cazo de sopa. Todo fue bien por un tiempo. Mis problemas comenzaron cuando apareció Rachmilevitch, ya entre los últimos. El puchero de sopa estaba vacío cuando él llegó y tuve que inclinarlo para llenar el cazo. Parecía estar decretado por nuestros mutuos destinos; cuando le serví, el cazo contenía un pedazo bastante grande de carbón. Como la sopa era espesa no vi el carbón hasta que cayó en su plato, produciendo un sonido duro, metálico.
A juzgar por la reacción de Rachmilevitch, el mundo se había terminado en ese instante, comenzó una diatriba contra mí que pensé que no terminaría nunca. Todo lo que le habían hecho todos los niños durante el último invierno fue sacado a colación con todo detalle. Mientras él maldecía, yo estaba detrás de la olla, desamparado, en silencio. La diatriba terminó con la aparición de Gurdjieff. Él no solía asistir al almuerzo, no almorzaba; explicó su presencia diciendo que estábamos armando tal escándalo que no podía trabajar.
Rachmilevitch se volvió hacia él inmediatamente y comenzó a recitar las desgracias e injusticias otra vez desde el principio, mientras Gurdjieff le miraba fijamente, sin pestañear, lo cual pareció tener un efecto calmante. La voz de Rachmilevitch fue bajando de tono gradualmente, pareció como que se le acababa la cuerda. Sin decir nada, Gurdjieff cogió el pedazo de carbón del plato de sopa de Rachmilevitch, lo tiró al suelo y pidió un plato de sopa para él mismo. Dijo que como ese día había un nuevo cocinero, tenía la responsabilidad de probar lo que se había cocinado. Alguien fue a buscar un plato para él, le serví lo que quedaba en la olla y se lo tomó en silencio. Cuando hubo terminado, vino hacia mí, me felicitó en voz alta y dijo que esta sopa en particular era un plato favorito suyo y que estaba mejor que nunca.
Entonces se volvió hacia los demás y dijo que tenía mucha experiencia y entrenamiento en muchas cosas, y que en el transcurso de su vida había aprendido mucho sobre comida, la química y el cocinar adecuadamente, lo cual incluía naturalmente el probar los platos. Dijo que esta sopa en particular la había inventado él personalmente y que le gustaba mucho, pero que ahora se daba cuenta de que siempre le había faltado un elemento para ser perfecta, la única cosa que le hacía falta a esta sopa: carbón. Terminó su discurso diciendo que daría instrucciones a su secretaria para que incluyese en la receta un pedazo de carbón, no para ser comido, sino solamente por el sabor. Invitó entonces a Rachmilevitch a tomar el café con él y se fueron del comedor juntos.



 
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