EXPERIENCIAS DE BENNETT.-
Ya se ha mencionado el caso de Alexander de Salzmann. Era un
extraordinario proyectista y al que se debe, en parte, por su lograda
iluminación, el éxito del espectáculo de movimientos que se ofreció en
el teatro de los Campos Elíseos en 1923. Salzmann era un superdotado.
Trabajé con él en el bosque del Priorato y parecía que se había dedicado
a ello toda la vida, pero mi sorpresa llegó cuando me enteré de que no
tenía ninguna experiencia, a no ser unas pocas semanas con Gurdjieff en
el Cáucaso. Salzmann y su esposa, Jeanne, fueron quienes más ayudaron a
Gurdjieff en la fundación del Instituto, primero en Tiflis y después en
el Priorato. Pero a Salzmann también se le empujó para que se marchase.
Su salud se quebró y murió pocos años después en Suiza.
No sé
cómo enmarcar mi propia opinión. La primera vez que lo vi, en 1920, lo
consideré, casi de inmediato, como mi maestro. Cuando llegué al Priorato
en 1923, me dejó bien claro que me aceptaba como alumno y yo estaba
convencido de que, a partir de ese momento, mi vida estaba ligada a él.
Yo pensaba volver al Priorato para trabajar con él y contarme, de vez en
cuando, entre sus colaboradores. Abandoné el Priorato en agosto de 1923
y no volví a ver a Gurdjieff hasta que fue a París en 1948, justo
veinticinco años después. Ahora mismo no puedo explicarmé qué pasó para
que perdiese el contacto con él ni por qué no me daba cuenta de lo que
pasaba. Cuando vi a Gurdjieff en 1948, le dije que tenía la sensación de
haber perdido la mejor parte de mi vida en estos veinticinco años que
había estado separado de él. Él me contestó: “No, era necesario. Sin
esto no podrías recibir lo que puedo darte ahora. No podías quedarte
conmigo. Ahora sí podrás hacerlo”. Y me quedé con él desde ese momento
hasta el final de su vida. Pensé que era algo verdaderamente
extraordinario que pudiese volver con él después de veinticinco años.
Continuó su enseñanza casi en el punto en que se quedó la última vez que
hablé con él, en turco, en 1923. Las experiencias, los éxitos y los
fracasos de este período cambiaron completamente mi situación. Es más,
me sentía como un niño que acaba de empezar a aprender, qué es lo que
hay en el mundo.
Yo he sido uno de los que han pasado la
experiencia de ser despedidos, sin poder comprender por qué ni cómo.
Hubo otros que pudieron quedarse con gurdjieff y llegaron a ser como de
su familia. Dependían más de él, estaban más dispuestos a una actitud
pasiva y él no les pedía lo mismo que a los demás. Había algunos que
llegaron a él en tiempos de tribulación, y él les prestó gran ayuda y
consuelo. Había otros que él aceptó para enseñar sus métodos, para
enseñar los movimientos, para enseñar los ejercicios, para trabajar con
los grupos, pero esto fue durante la guerra, que no se podía tener una
actividad planificada. Creo que, de no haber visto cerca el fin de su
vida, hubiese despedido también a la mayoría de los hombres en quienes
tanto se apoyó en sus últimos años...
Aportado por Carlos De La Garza