recrea un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela a través de Francia y España.
La novela describe el desarrollo de la arquitectura gótica a partir de su precursora,
la arquitectura románica y las vicisitudes del priorato de Kingsbridge en contraste con el telón de fondo de acontecimientos históricos que se estaban produciendo en ese momento. A pesar de que
Kingsbridge es el nombre de una localidad inglesa real, el Kingsbridge al que se hace
referencia en la novela es, en realidad, un emplazamiento ficticio representativo del
típico pueblo inglés en el que se establecían mercados en la época.
El autor sorprendió con esta novela no sólo a sus lectores, ávidos de thrillers,
sino también a sus editores con su contenido y longitud (más de 1000 páginas).
Fue publicada en 1989, y se convirtió en el mayor best seller de Follett.
Doña Leonor López de Córdoba, hija del Maestre de Calatrava y ahijada de la infanta doña Constanza,
vivió desde su nacimiento con el rey de Castilla, don Pedro el Cruel, y su familia, gozando de
sus mismos privilegios.
Al morir el rey, asesinado por su hermano bastardo Enrique de Trastámara, toda la familia de Leonor
cayó en desgracia: su padre muere de la manera más deshonrosa, y ella, su hermano y su marido
son encarcelados en la Atarazanas de Sevilla.
Al ser liberada restauró su patrimonio y desde la nada subió a lo más alto del poder en la Corte,
llegando a convertirse en la primera valida de la historia, y en uno de los grandes personajes de la Edad Media, conservándose un libro de Memorias donde contaba todos los hechos que en esta novela se narran.
Una historia entrañable, narrada a través de la mirada de una niña, mediante la cual se nos muestra lo cruda y a la vez valerosa que puede ser la vida -los niños, en ocasiones son los que dan lecciones a los mayores-.
A lo largo de las vivencias de Scout -así se conoce a la niña- con su familia y vecinos, somos testigos de lo que es dejar de ser niño y de la importancia de una buena educación -es decir libre de prejuicios, de doble moral y de métodos caducos-. Asimismo, uno de los momentos más destacables de la lectura, en mi opinión, son los capítulos destinados a relatar el proceso judicial, incluidos algunos momentos anteriores y posteriores.
En esos capítulos la autora sabe plasmar perfectamente la esencia de la justicia, esto es, que en la teoria se pretende equitativa -aunque hubiesen leyes que favoreciesen más a los blancos-, pero en la práctica es contradictoria, imperfecta, y no exenta de influencias externas, producto de la educación, costumbres...
interiorizadas en la misma sociedad que le toca juzgar.
Una historia entrañable, narrada a través de la mirada de una niña, mediante la cual se nos muestra lo cruda y a la vez valerosa que puede ser la vida -los niños, en ocasiones son los que dan lecciones a los mayores-.
A lo largo de las vivencias de Scout -así se conoce a la niña- con su familia y vecinos, somos testigos de lo que es dejar de ser niño y de la importancia de una buena educación -es decir libre de prejuicios, de doble moral y de métodos caducos-. Asimismo, uno de los momentos más destacables de la lectura, en mi opinión, son los capítulos destinados a relatar el proceso judicial, incluidos algunos momentos anteriores y posteriores.
En esos capítulos la autora sabe plasmar perfectamente la esencia de la justicia, esto es, que en la teoria se pretende equitativa -aunque hubiesen leyes que favoreciesen más a los blancos-, pero en la práctica es contradictoria,
imperfecta, y no exenta de influencias externas, producto de la educación, costumbres...
interiorizadas en la misma sociedad que le toca juzgar.
Premio Pulitzer 1961. Jean Louise Finch evoca una época de su infancia en Alabama (EE UU), cuando su padre, Atticus, decidió defender ante los tribunales a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca.
Matar a un ruiseñor muestra una comunidad dominada por los prejuicios raciales, lla desconfianza hacia lo diferente, la rigidez de los vínculos familiares y vecinales. Y con un sistema judicial sin apenas garantías para la población negra. Un auténtico clásico de la literatura estadounidense del siglo XX que ha cautivado a millones de lectores.
En 1962, Robert Mulligan la llevó al cine es una oscarizada producción con Horton Foote y Gregory Peck en los papeles protagonistas.
Ángela Carballino escribe la historia de don Manuel Bueno, párroco de su pueblecito, Valverde de Lucerna. Múltiples hechos lo muestran como “un santo vivo, de carne y hueso”, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a “consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”. Sin embargo, algunos indicios hacen adivinar a Ángela que algo lo tortura interiormente: su actividad desbordante parece encubrir “una infinita y eterna tristeza que con heroica santidad recataba a los ojos y los oídos de los demás”.
Un día, vuelve al pueblecito el hermano de Ángela, Lázaro. De ideas progresistas y anticlericales, comienza por sentir hacia don Manual una animadversión que no tardará en trocarse en la admiración más ferviente al comprobar su vivir abnegado. Pues bien, es precisamente a Lázaro a quien el sacerdote confiará su terrible secreto: no tiene fe, no puede creer en Dios, ni en la resurrección de la carne, pese a su vivísimo anhelo de creer en la eternidad. Y si finge creer ante sus fieles es por mantener en ellos la paz que da la creencia en otra vida, esa esperanza consoladora de la que él carece. Lázaro, que confía el secreto a Ángela, convencido por la actitud de don Manuel, abandona sus anhelos progresistas y, fingiendo convertirse, colabora en la misión del párroco. Y así pasará el tiempo hasta que muere don Manuel, sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, fuera de Lázaro y de Ángela, haya penetrado en su íntima tortura.
Más tarde morirá Lázaro, y Ángela se interrogará acerca de la salvación de los seres queridos.
Ambientada en el turbulento ambiente religioso del siglo XIV, la novela narra la investigación que realizan fray Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk alrededor de una misteriosa serie de crímenes que suceden en una abadía de los Apeninosligures.
En 1985 el autor publicó Apostillas a El nombre de la rosa, una especie de tratado de poética en el que comentaba cómo y por qué escribió la novela, aportando pistas que ilustran al lector sobre la génesis de la obra, aunque sin desvelar los misterios que se plantean en ella. El nombre de la rosa ganó el premio Strega en 1981 y el Premio Médicis Extranjero de 1982, entrando en la lista «Editors' Choice» de 1983 del New York Times.