Hay algo que puedes hacer para ayudar a crear paz en el mundo: ser pacífico.
El primer paso es zambullirte en el alma para descubrir qué es lo que te intranquiliza.
Al enfocar tu mente hacia el interior, descubrirás,
por debajo de las muchas emociones de la vida cotidiana,
que sale a la superficie
un remanso profundo e imperturbable de bienestar espiritual.
Necesitas explorar esa parte del ser;
no basta con que la comprendas,
sino que debes experimentarla una y otra vez.
Es una experiencia muy satisfactoria que refresca el alma y la llena de paz.
Desde esta posición privilegiada resulta fácil reconocer los pensamientos u sentimientos autodestructivos.
El poder de la realización personal transformará como por ensalmo esos hábitos mentales destructivos.
Dejarás de culpar a los demás por tu intranquilidad, y progresarás en tu tarea de cultivar tu verdad.
La paz está compuesta de muchas cosas: amor, paciencia, sabiduría.
No debes contentarte con un poquito de ella, sino llénate completamente.
A medida que te esfuerces por llevar paz a tus relaciones con los demás, tu misma naturaleza se hará pacífica.
Esto será beneficioso no sólo para ti mismo, sino también para todos los que te rodean.
Y de este modo ayudas a transformar el mundo. No basta con que seas pacífico:
debes irradiar paz y crear una atmósfera
apacible mediante tus pensamientos y palabras en las relaciones con los demás.
El nuestro es un mundo sin paz.
Sólo cuando realmente hagas tuya tu religión de paz, puedes confiar en traer paz al mundo.
|