Sacio mi sed de comprensión al beber de la fuente
de conocimiento en mí.
Me sirvo de este manantial durante momentos
de reflexión en el Silencio.
En armonía con la sabiduría divina,
dejo atrás soluciones generadas
por el intelecto o el ego.
Dejo ir la autocrítica acerca de lo mucho o poco que sé.
Afirmo la Verdad:
Soy sabio y estoy bien informado;
sé lo que necesito saber.
En la claridad del Silencio,
cualquier pensamiento
turbio que bloquee mi guía es eliminado.
Un conocimiento interno,
que es más seguro y firme
que cualquier creencia falsa, surge en mí.
Confiado y claro acerca de lo que tengo que hacer,
actúo según la guía que recibo
y procedo con comprensión divina.