LOS SACERDOTES GANAN DOS VECES
José María Castillo, teólogo
En todas las grandes religiones de la humanidad, la tensión entre sacerdotes y profetas ha sido una constante. Así lo dice y lo demuestra el más importante sociólogo de la religión, Max Weber. Y añade que es "una cuestión de poder", además "condicionada por la situación política". Esto es exactamente lo que le pasó a Jesús. Él se puso de parte de la vida y en contra del sufrimiento y de la muerte, de forma que a eso le dio más importancia que a las ceremonias del Templo y a las observancias de la Ley religiosa. Cosa que no soportaron los sacerdotes. Por eso, porque Jesús daba vida y todo el mundo se iba con él, por eso los sacerdotes lo condenaron a muerte (Jn 11, 47-53). Y no pararon hasta que lo vieron colgado, como un maldito entre malditos. Y se rieron de él, lo humillaron y se mofaron de su fracaso. Aquello fue, en los inicios del cristianismo, la primera vez que ganaron los sacerdotes: derrotaron a Jesús hasta verlo hundido y fracasado. Por eso, siempre que en los evangelios se menciona a los sumos sacerdotes es para presentarlos como agentes de sufrimiento y muerte (A. Vanhoye). Así las cosas, se comprende que los seguidores de Jesús no pusieron en marcha un "movimiento sacerdotal", sino un "movimiento profético". Los sacerdotes se basan en una "institución" (el Templo y todo lo que eso conlleva) y en un "cargo" (que se basa en su "consagración"). Los profetas son "carismáticos". Y el carisma "es el don de ejercer autoridad, sin basarse en instituciones o funciones previas" (G. Theissen). Por eso los profetas adoptan una "conducta desviada" y "entran en conflicto con las inssstituciones". Esto explica que, mientras las religiones de la antigüedad tenían una nomenclatura consagrada para designar a sus cuadros de mando, el cristianismo primitivo designó a sus ministros con nombres tomados, no de la religión, sino de realidades profanas y laicas, que nada tenían que ver con las religiones: "siervos" ("esclavos), "diáconos" (camareros), "presbíteros" (los que presidían ciertas instituciones civiles), "obispos" (los "inspectores" o "prefectos civiles"), "presidentes" ("pristámenoi"), "directores" ("egoúmenoi"). La Iglesia naciente excluyó el lenguaje sagrado. El mismo nombre que adoptó aquel movimiento original, "ekklesía", era el nombre de la asamblea democrática de los ciudadanos libres, reunidos para tomar sus decisiones. Todo esto ha sido bien estudiado y se trata de conclusiones seguras (J. Dupont, A. Lemaire, H. F. von Kampenhuasen, G. Hasenhüttl). Así estuvieron las cosas hasta el siglo III. La Iglesia primitiva, la más cercana a Jesús, nació de un derrotado por los sacerdotes. Pero ella prescindió de los sacerdotes, de sus templos, sus altares y sus ceremonias sagradas. Los cristianos celebraban la eucaristía. Pero lo hacían como una cena de hermanos y amigos. De esto hablaremos más adelante. Pero con el paso del tiempo, a medida que los cristianos se hicieron más numerosos y se integraron en la sociedad del Imperio, el movimiento original y profético de Jesús, fue evolucionando hacia una institución estructurada en la que los ministros de las comunidades fueron adquiriendo una posición cada vez más privilegiada, con más poder, hasta acabar por ser vistos como "hombres consagrados". Así se produjo la segunda victoria de los sacerdotes. Vencieron al desconcertante Jesús y desviaron su proyecto: el centro dejó de ser la lucha por la vida y contra el sufrimiento. Y en lugar de eso, se impuso la Religión, con sus dogmas y sus leyes, sus poderes y sus amenazas. Pero todo esto necesita ser analizado más despacio. Lo haremos. De momento, queda en pie que "los curas vencen dos veces". ¿Qué futuro nos espera?
Publicado por Jose Maria Castillo
CELE -Celestino-
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