Pocas veces nos sucedió o ha sucedido que, sin darnos cuenta, va creciendo un sentimiento en nuestro interior, que, al principio, nos parece extraño, hasta molesto, pero, al mismo tiempo, nos agrada, nos sitúa en un estado de encantador nerviosismo. Nuestros pensamientos confluyen hacia una sola persona.
Hasta aquí todo bien. Pero ¿qué sucede cuando ese sentimiento, que en un principio era una atracción, un cierto gusto, va creciendo y llegado el momento se "impone", de modo tal que no nos resulta posible manejarlo, tener el control sobre él, no razonamos? ¿Qué ocurre cuando descubrimos que ese sentimiento inicial se ha transformado en amor?
Reconocido como tal, nos enfrentamos a varias disyuntivas, de ellas sólo dos:
a) Hacer de ese amor un acto de generosidad
b) Hacer de ese amor un acto posesivo, un querer "para si".
Resulta del todo lógico que la segunda alternativa se aleja de lo que es el verdadero amor, se traduce en el mero afán de encontrar a alguien, que , si bien, puede ser complemento, forme parte de "si" ( se anula la individualidad), para sí mismo (egoísmo).
De cierta manera "cosificamos" el amor.
En medio de este escenario surge el término "abandono". Abandonarse por amor, lo que no implica una entrega irreflexiva o un "no pensar", sino que, tomada la decisión o reconocido el sentimiento como verdadero, se hará todo aquello que signifique algo "bueno" para la persona amada, aunque ello implique el propio sufrimiento de quien ama.
" Es tanto lo que amo que soy capaz de vivir el dolor que significa abandonar mis propios anhelos con la persona amada por el bien de ésta" renunciado a este egoísmo y egocentrismo que sólo admite pensar en la forma en que "uno" puede ser feliz, de un modo casi obsesivo, olvidando la causa y origen primero de ese sentimiento: El Amor.
El amor es un don y como tal debemos explorar, llegar a lo más recóndito del sentimiento y dejar de lado la subjetividad, lo que el individuo quiere para sí, que sólo interfiere con el arte mismo de amar. Y a veces este amor exige renuncia en aras del bienestar de quien decimos amar.
En medio de este escenario surge el término "abandono". Abandonarse por amor, lo que no implica una entrega irreflexiva o un "no pensar", sino que, tomada la decisión o reconocido el sentimiento como verdadero, se hará todo aquello que signifique algo "bueno" para la persona amada, aunque ello implique el propio sufrimiento de quien ama.
" Es tanto lo que amo que soy capaz de vivir el dolor que significa abandonar mis propios anhelos con la persona amada por el bien de ésta" renunciado a este egoísmo y egocentrismo que sólo admite pensar en la forma en que "uno" puede ser feliz, de un modo casi obsesivo, olvidando la causa y origen primero de ese sentimiento: El Amor.
El amor es un don y como tal debemos explorar, llegar a lo más recóndito del sentimiento y dejar de lado la subjetividad, lo que el individuo quiere para sí, que sólo interfiere con el arte mismo de amar. Y a veces este amor exige renuncia en aras del bienestar de quien decimos amar.
Aprendamos a distinguir este verdadero y trascendente amor al otro, del amor que sólo es para sí y, por tanto, insuficiente, vacío, sin sentido.