Se cuenta que la casa fue heredada por dos hermanos, Juan y Roque, que no se pusieron de acuerdo en nada. Ambos discutían pretendiendo que la herencia les correspondía por entero. Así, Juan le decía a Roque: "Tócame, Roque". y Roque contestaba: "La casa tócame a mí, Juan". Y como la disputa duró años, la casa se quedó con ese nombre: Tócame Roque.
Ramón de la Cruz (1731-1794) le dedicó a esta bullanguera vivienda uno de sus populares sainetes: "La Petra y la Juana o el buen casero o La casa de Tócame Roque".
En 1849 el Ayuntamiento ordenó su derribo para destaponar la calle Barquillo y comunicarla con la perpendicular Fernando VI. Las ochenta familias que todavía quedaron en la casa tras la orden de desalojo, impidieron que la casa se derribase durante más de un año de batallas con la municipalidad, hasta que se consumó el desahucio.
Fue demolida en el año 1850.
Todos estos follones quedaron en el imaginario madrileño, y así, cuando alguien quería encontrar una comparación para hablar de una casa en la que había mucho jaleo y muchas disputas, decía: Esto parece la casa de Tócame Roque.