Al tomar la pasta de dientes, se me cayó al suelo. En ese
momento, me di cuenta de algo: ¡Yo ya sabía que se me iba a caer!
¡Lo había visto un momento antes!
Automáticamente, recordé el sueño íntegro y, lógicamente, me
acometió la curiosidad de comprobar si lo del dentífrico había sido
sólo una casualidad. Pero no, con gran sorpresa por mi parte, cuando
probé con mi desayuno y deseé conocerlo, me vi desayunando...
exactamente igual como ocurrió luego, cuando desayuné "de verdad".
Y cuando, más tarde, pensé en mi trayecto hasta el trabajo, lo vi con
todo detalle, contemplé cada semáforo, cada incidente, las personas
que iba a ver, los sentimientos que me iban a embargar... todo,
absolutamente todo, como luego, cuando emprendí realmente el
camino de la oficina, me fue ocurriendo.
Sólo tenía que pensar en algo futuro deseando conocerlo, para
verlo ya realizado. Y luego, cuando, en su momento, llegaba, ocurría
exactamente como lo había visto.
No cabía duda, pues, de que estaba conociendo el futuro. Sentí
una inmensa alegría y me preparé para disfrutar durante los tres días
de que el ángel me había hablado. En tres días - pensé - podré tener
claro todo lo que me interesa conocer.
Toda la mañana, sin embargo, y ante lo extraordinario de la
situación, la dediqué a comprobar si yo estaba verdaderamente
despierto y si aquello era realmente cierto. ¡Y lo era! ¡Yo veía lo que
iba a suceder! Cuando llegó el momento de salir a tomar el café de
media mañana, yo ya había experimentado su sabor, su temperatura,
su cantidad, la satisfacción que me produciría, las conversaciones de
los compañeros, los chistes, las bromas... todo, absolutamente todo,
con todo detalle, y experimentado todas las sensaciones y sentimientos
que me produciría y que luego, cuando fui realmente al bar, volví a
experimentar con toda exactitud.
Como era época de jornada intensiva, poco después de mediodía
regresé a casa, un tanto excitado. Porque, durante la mañana, había
pre-vivido una entrevista con mi jefe, que luego ocurrió exactamente
igual; una reunión con un proveedor, que se repitió idéntica en la
realidad; una serie de conferencias telefónicas que viví antes de que
tuvieran lugar y había leído la correspondencia antes de recibirla.
Comencé a sentirme raro. Al llegar a casa, comí de nuevo lo que
poco antes había comido ya en mi pre-visión. Y, claro, no me apeteció
como otros días. Comí, sólo por consideración a mi mujer y al trabajo
que había hecho cocinando. Pero todo era ya distinto.
En casa, las conversaciones con mi mujer y con mis hijos fueron
meras repeticiones de las que yo antes de tener lugar había ya vivido.
Yo me sentía como un papagayo, repitiendo lo que ya había dicho y
escuchando lo que ya había oído. Las noticias de la Televisión, las
conocí antes de conectar el aparato... y luego las vi y las escuché, de
nuevo, exactamente iguales.
Por supuesto, me consolaba: "Tengo toda la tarde y dos días
más para seguir experimentando, para sacar partido de esta facultad
con la que siempre había soñado".
Me pregunté, con cierto temor, he de reconocerlo, si me daría
algún golpe aquella tarde. Y me vi recibiendo un encontronazo en la
espinilla propinado por la mesa baja del salón. Poco después y a pesar
de todas mis precauciones, recibí el golpe y experimenté otra vez el
consiguiente dolor. Preví lo que mi mujer, que se había ido de
compras, traería, y lo vi con todo detalle. Incluso una sorpresa que me
compraría, consistente en una camisa. Claro, cuando luego llegó mi
mujer, la sorpresa ya no lo era y tuve que disimular y fingirme
agradablemente sorprendido. Quise ver en la televisión un partido de
fútbol y, antes de conectarla, resultó que ya conocía el resultado y
había visto las jugadas de los goles y vivido cada detalle del mismo...
que luego volví a ver en la realidad, pero ya sin interés alguno.
Sin querer, empecé a preocuparme. Aquello no era lo que yo me
había imaginado. Era algo muy distinto.
Lógicamente, me pasaron por la imaginación - pero procuré que
sólo superficialmente de modo que, al no "desear" la respuesta, ésta no
apareciera en la pantalla de mi mente - una serie de preguntas, cada
vez más intranquilizantes: ¿Cuándo me moriré? ¿Y mi mujer?. ¿Y mis
hijos? ¿Y mis padres?... Haciendo verdaderos esfuerzos por no
"desear" ver esas escenas, comencé a sentirme mal.