Se han descubierto las lámparas perennes en todas las partes del mundo. No sólo en los
países mediterráneos sino también en India, Tíbet, China, y Sudamérica se han hallado
noticias de lámparas que ardieron continuamente sin combustible.
Los ejemplos que siguen están tomados al azar y seleccionados de la imponente lista de
lámparas perpetuas encontradas en épocas diferentes.
Plutarco escribió de una lámpara que ardió encima de la puerta de un templo a Júpiter
Ammon; los sacerdotes declararon que había permanecido encendida durante siglos sin
usar combustible.
San Agustín describió que una lámpara perpetua estaba en un templo a Venus en el
sagrado Egipto y ni el viento ni el agua podría extinguirla. Él creyó que era una obra
del Diablo.
Una lámpara perenne se encontró a Edessa, o Antioquía, durante el reino del Emperador
Justiniano. Estaba en un nicho encima de la verja de la ciudad, debidamente protegida
para protegerla de los elementos. La fecha inscripta en el nicho revelaba que la lámpara
había estado encendida por más de 500 años. Fue destruida por los soldados.
Durante la temprana Edad media, una lámpara se encontró en Inglaterra que había
estadop ardiendo desde el tercer siglo después de Cristo. Se creía que el monumento que
lo contenía era la tumba del padre de Constantino el Grande.
La antorcha de Pallas fue descubierta cerca de Roma en D.C. 1401. Se encontró en el
sepulcro de Pallas, hijo de Evander, inmortalizado por Virgilio en su Eneida. La
lámpara fue colocada a la cabecera del cuerpo y había ardido con una luz firme por más
de 2,000 años.
En 1550 D.C. en la isla de Nesis, en la Bahía de Nápoles, una bóveda jaspeada
magnífica fue abierta y allí se encontró una lámpara que seguía prendida y qué se había
puesto allí antes de la Era cristiana.
Pausanias describió una hermosa lámpara áurea en el templo de Minerva que estuvo
encendida firmemente durante un año sin repostar o tener la mecha arreglada. La
ceremonia de llenar la lámpara tuvo lugar anualmente, lo cual era realizado en una
ceremonia.
Según la Fama Fraternitatis, la cripta de Christian Rosencreutz, cuando se abrió 120
años después de que su muerte, fue encontrada brillantemente iluminada por una
lámpara perpetua suspendida del techo.
Numa Pompilius, el Rey de Roma y mago de poder considerable, creó una luz perpetua
para arder en el domo de un templo que él había creado en el honor de un ser elemental.
En una tumba curiosa de Inglaterra se encontró un mecanismo automático que movía
ciertas piedras en el suelo de la bóveda al ser pisadas por un intruso. En ese momento la
controversia de los Rosacruces estaba en su punto más alto y se creía que la tumba era
la de un iniciado Rosacruz. El lugareño que descubrió la tumba encontró el interior de
la misma iluminado por una lámpara que colgaba del techo. Al caminar, su peso movió
algunas de las piedras del suelo. Enseguida una figura sentada en una armadura pesada
empezó a moverse. Mecánicamente golpeó la lámpara con un bastón férrico,
destruyéndola completamente, y evitando así el descubrimiento de la sustancia secreta
que mantuvo la llama encendido. No se sabe cuánto tiempo la lámpara había ardido,
pero ciertamente había sido un considerable número de años.
Tambien se afirma que estas lámparas han sido halladas en tumbas cerca de Memphis y
en templos brahmánicos de la India, junto a cámaras selladas y vasos, pero la
exposición súbita al aire las ha extinguido y causado que su combustible se evaporase.
Se cree ahora que las mechas de estas lámparas perpetuas eran hechas de trenzas tejidas
de asbesto, llamado “piel de salamandra” por los alquimistas, y que el combustible era
uno de los frutos de la investigación alquímica. Kircher intentó extraer aceite del
asbesto, convenciéndose que como la propia sustancia era indestructible por el fuego,
un aceite extraído de ella proporcionaría una lámpara con un combustible indestructible.
Después de pasarse dos años trabajando infructuosamente, él concluyó que la tarea era
imposible de lograr.
Varias formulas para la fabricación del combustible para las lámparas han sido en
preservadas. En Isis sin Velo, H. P. Blavatsky reimprime dos de estas fórmulas, de los
antiguos autores Tritenheim y Bartolomeo Korndorf. Una de ellas bastará para
comprender el proceso:
“Se toman cuatro onzas de sulfuro y alumbre y se subliman en flores hasta dos onzas.
Añádase una onza de polvo de borax cristalino de Venecia y sobre estos ingredientes se
vierte espíritu de vino muy rectificado, para que se dirigieran en él. Se evapora después
en frío y se repite la operación hasta que puesto el sulfuro sobre un plato de bronce se
ablande como cera sin despedir humo. Así se obtendrá el pábulo. En cuanto al pabilo se
prepara como sigue: Tómense hebras de amianto del grueso del dedo del corazón y
largo del meñique y pónganse en un vaso de Venecia recubriéndolas con el pábulo.
Déjese el vaso durante 24 horas dentro de arena lo bastante caliente para que el pábulo
hierva todo este tiempo, y una vez embadurnado así el pabilo se le pone en un vaso de
forma de concha, de manera que el extremo de las hebras sobresalga de la masa del
pábulo. Colóquese entonces el vaso sobre arena caliente para que, derretido el pábulo,
se impregne el pabilo y una vez encendido éste arderá con llama perpetua que se podrá
llevar a cualquier sitio.