El perdón puede ser un hermoso camino que nos ayude a crecer, o puede ser un tortuoso camino que envenene nuestra alma, si no somos capaces de otorgarlo. Todos sabemos que el perdonar es esencial si queremos ser perdonados por Dios, sin embargo en la práctica eso lo sabemos sólo en forma intelectual, pues llegado el momento, no nos resulta fácil el perdonar, porque nuestro corazón y especialmente nuestro ego está demasiado herido por la ofensa recibida, por eso es común escuchar la famosa frase: perdono pero no olvido… ¡cómo si eso fuese posible! Mientras la herida esté abierta, nuestra mente no podrá procesar en debida forma el perdón, y cada vez que le permitimos a nuestra mente que recuerde lo ocurrido, estamos infectando aún más la herida.
Por eso, en este escrito quiero que veamos el perdón, no como una práctica religiosa necesaria, sino como un proceso de auto sanación, porque el no perdonar es similar a estar bebiendo diariamente agua con cicuta, es decir envenenando nuestra mente y nuestro cuerpo.
Cuando uno sufre un golpe físico, lo primero que hace es poner paños fríos en la zona afectada, lo mismo tenemos que hacer con nuestro corazón cuando ha sido dañado, por eso lo esencial es tranquilizarnos y tratar de pensar en algo diferente, para poder poner nuestra mente en calma y luego poder analizar la situación que nos tiene heridos y descontrolados, porque “la mejor manera de solucionar problemas enmarañados, consiste en alejarse de ellos por un tiempo” 1611
Perdonar, es cortar voluntariamente las ataduras que nos aprisionan a nuestro enemigo, porque mientras la situación nos provoque enojo, rabia o pena permanecemos atados a la persona que nos hirió. No olvidemos que muchas veces la pena es una forma disfrazada de la rabia reprimida y que no nos atrevemos a expresar, porque internamente sabemos que “la ira indica nuestra falta de amor fraternal tolerante y nuestra falta de respeto y auto control”1673 La ira nos hace sentir malos, en cambio la pena tiene el beneplácito de nuestra autocompasión y al sentirnos víctimas podemos lamernos las heridas y dejar toda la responsabilidad en otros, cuando más bien debiéramos revisar nuestra conducta, porque es posible que en parte nos hayamos merecido la ofensa y no lo queremos reconocer. El verdadero perdón sólo puede venir de un corazón libre de culpas, de un alma que se han perdonado realmente y que se encuentra llena de la luz de la aceptación de sí misma.
El perdón es esencialmente olvido, porque mientras sigamos recordando los acontecimientos, ellos tomarán fuerza y se irán agrandando y nuestras heridas se irán infectando cada vez más por la rabia. Para sanar nuestras heridas el perdón es necesario y nos hace más bien a nosotros mismos que al agresor, porque muchas veces nuestro enemigo, ni siquiera se entera de lo que estamos sufriendo por su culpa. Somos nosotros los que más necesitamos perdonar para volver a ser libres, porque mientras no lo hagamos, seguiremos atados a la vibración negativa de la persona que nos hirió
Sin embargo hay veces que el dolor no es de nuestro ego, sino de nuestra alma y es verdadero, porque la traición duele. Entonces debemos pedirle a Jesús que nos enseñe a perdonar, como él lo hizo con sus enemigos. El no negó el dolor que le provocaba la traición y el abandono, lo asumió hasta que sus ojos se humedecieron por las lágrimas, cuando vio que Jerusalén, la ciudad que lo aclamaba, sería la misma que pediría su crucifixión… Con pena reprocho a sus apóstoles por no ser capaces de acompañarlo en el Getsemaní, eso nos prueba que las lágrimas no son reprochables cuando ellas son serenas y que los reproches son justos cuando en ellos no hay enojo, ni menos rabia.
Perdonar es una opción personal, nadie lo puede hacer por nosotros, perdonar es la decisión de no enojarnos, ni dejarnos llevar por la ira o la tristeza, como una forma de no auto agredirnos y demostrarnos a nosotros mismos, que somos capaces de dominar y encauzar nuestras emociones, mediante el auto dominio, porque “él es la medida de la naturaleza moral del hombre y el indicador de nuestro desarrollo espiritual” 1609
Pero hay que distinguir entre auto dominio y represión. El auto dominio es ser consciente de nuestras emociones, es tener la capacidad necesaria para analizar con serenidad las causas que nos hirieron y el por qué nos duele tanto lo que nos hicieron. En cambio el reprimir es una negación, es pretender que nada ha pasado o que no nos importa, cuando en verdad sabemos que no es así.
La represión es tan dañina como lo es el rencor, porque ambas emociones nacen de nuestro inconsciente y oscurecen la claridad de nuestra mente y la salud de nuestro cuerpo, pues como son sentimientos, también son energías negativas que van aprisionando nuestra alma y dañando nuestro cuerpo físico que acusa recibo, especialmente en nuestro colón y el sistema nervioso. Mientras más fuertes sean las emociones, más se van enquistando en nosotros atrayendo cada vez más, la misma negatividad que estamos proyectando.
Perdonar es un proceso de alquimia, es transmutar lo negativo en positivo, es escoger voluntaria y conscientemente, cambiar un pensamiento, una creencia, una emoción con respecto a otras personas o situaciones y como en el Universo todo es mente y todo es energía, el perdón también es un proceso de transformación de energía.
La rabia y el rencor cierran los sistemas de energía de nuestro cuerpo y por lo tanto disminuye y en casos extremos, bloquea el flujo de la Energía y el Amor Divino y como cada una de nuestras células tiene conciencia, ellas también pueden llevar la esencia y la energía de la rabia o el dolor dentro de ellas, lo cual hace su energía más densa. El tener a esta energía más densa, fluyendo a través de todo nuestro cuerpo, es abrirle la puerta a cualquier enfermedad, porque el cuerpo es el siervo de la mente, obedece a las operaciones de la mente, sean estas deliberadas o automáticas. Siguiendo pensamientos indebidos, el cuerpo rápidamente se hunde en la enfermedad y el decaimiento, siguiendo pensamientos positivos, se viste de juventud y belleza más allá de la edad cronológica, esta es una realidad que hoy en día está avalada por la ciencia, porque aún “cuando la mente no es de evolución física, depende por completo de la capacidad cerebral, siendo conferida ésta, por el desarrollo puramente físico y evolutivo.” 670
Por tanto si por alguna razón no podemos hacer la transmutación de la energía negativa, ella permanece enquistada en nuestro subconsciente y le permitimos a la persona que nos hirió que lo continúe haciendo, o sea somos nosotros mismos los que prolongamos nuestro sufrimiento, porque como cada una de nuestras células tiene conciencia, ellas también pueden llevar la esencia y la energía de la culpabilidad dentro de ellas, lo cual hace que su energía sea negativa. Con esta energía más densa fluyendo a través de todo nuestro cuerpo y en los núcleos mismos de las células, las enfermedades afloran y actúan directamente en el funcionamiento del sistema inmunológico, impidiéndonos a la vez nuestro crecimiento espiritual.
Los pensamientos negativos, aunque no tengan un origen físico, pronto destruirán el sistema nervioso e impedirán que en nosotros se manifieste el espíritu divino que en nosotros reside, porque: “El espíritu divino hace contacto con el hombre, no mediante sentimientos o emociones, sino en el dominio del pensamiento más elevado y más espiritualizado. Son vuestros pensamientos los que os conducen a Dios. Se puede percibir la naturaleza divina tan sólo con los ojos de la mente.” 1105
El perdón es un proceso de auto curación y ayuda mucho a lograrlo, si nos ponemos en una actitud empática hacia el agresor, porque entonces nos daremos cuenta que la ofensa no es tan grave, que fueron consecuencia de las circunstancias del momento y en este análisis frío, a veces hasta somos capaces de reconocer que tenemos algo o mucha de culpa de ser tratados como lo fuimos.
Todo es energía en el Universo, ella “tiene sustancia y peso, aunque el peso es siempre relativo dependiendo de la revolución, la masa y la antigravedad”467 por tanto es algo real aun como tantas otras cosas que exciten, pero que no podamos ver. “Los sentimientos, las emociones, conducen directamente a las acciones, si ellas son netamente materiales, conducen a acciones materiales y egoístas y el discernimiento espiritual conducen a acciones altruistas” 1121
Mientras no seamos capaces de perdonar y liberar a la otra persona de su culpa, o de la responsabilidad de nuestro sufrimiento, ella permanece energéticamente unida a nosotros. El perdón crea armonía en el Universo porque al otorgarlo estamos dando a la otra persona un pasaporte hacia una mayor libertad y felicidad y nosotros nos estamos comprando un pasaje de primera clase para un viaje al paraíso, porque estamos siendo perdonados de nuestras propias faltas y cumpliendo con la ley de oro de amar a nuestros hermanos.
Liberémonos del rencor y aprendamos a disfrutar de la paz y felicidad que produce el empatizar con nuestro agresor y perdonarlo de corazón, no por obedecer a un mandamiento, sino por el amor que Jesús nos enseñó a tener por los enemigos.
Basado en las enseñanzas del Libro de Urantia.
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