La finalidad de la vida de Jesús y la verdadera misión del Cristo, según las Enseñanzas Rosacruces de Max Heindel...(II)
Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero.
Paralelamente a la vida de Jesús, tenemos que considerar la vida de Juan el Bautista,
que fue el anunciador de la venida del Cristo. Nació seis meses antes que Jesús;
de Zacarías, el sacerdote “ya entrado en años” y de Isabel; su esposa. Se preparó
en el “desierto” que quiere decir que pasó por las asperezas del mundo, así como,
por lo contrario, la “montaña” significa los planos superiores, donde comienza la Iniciación. Conocer quién es Juan el Bautista es pasar a saber de una de las grandes figuras
conductoras de la humanidad. Fue Elías, tal como lo confirmó el Señor Cristo a sus
discípulos y su gran jerarquía fue anunciada cuando al mismo tiempo el Señor
Cristo afirmó que no había nacido “mayor de mujer”, haciendo justicia. Jesús,
nuestro Hermano Mayor, por sus vidas de devoción y en el cumplimiento de
su preparación y misión alcanzó ya el grado reservado recién para el Período
de Júpiter, San Juan el Bautista, por los adelantos realizados anteriormente y
como agente activo en el Plan de Dios, alcanzó el grado al que será posible ascender
en el Período de Venus, el propio Cristo simboliza el adelanto previsto para el Período
de Vulcano. Así medimos la estatura espiritual de éstos gigantes que son piedra
angular en el Templo de la Evolución. A mayor altura mayor sacrificio: San Juan
el Bautista no podía estar fuera de la regla. Murió degollado por la ignorancia del
mundo y por la ambición de las sombras que esperaban acumular poderes, pero,
como es bien reproducido por pintores esotéricos, en lugar de sangre que esperaban
emanó de él una inmensa luz que los cegó y así el mal se vio limitado a sí mismo. La ceremonia del Bautismo en el Jordán es el clímax de la labor de Jesús y marca la
entrada del Señor Cristo en el mundo terreno. Es el momento supremo en que Jesús,
habiendo dado cumplimiento completo al programa celeste establecido de preparar
los vehículos para el Cristo cósmico, los entrega en el Jordán, en el bautismo que
San Juan oficiaba con agua, lo que representaba al Espíritu Santo. El excelso Espíritu
de Cristo descendió como “una paloma” y tomó posesión de los
vehículos denso y vital de Jesús. Este pasó a los planos invisibles, desde donde acompañó paso a paso la etapa de
obras visibles del Señor Cristo, que desde ese momento poseyó una escala completa
de vehículos desde la Tierra hasta el propio Trono de Dios. Esto fue y es un hecho, no
una figura, por esto pudo el Señor Cristo ser desde ese momento un intermediario
directo entre Dios y los hombres y es capaz, como nadie, de interceder por nosotros. Desde los treinta hasta los treinta y tres años es el Cristo Cósmico que habita el
cuerpo denso y vital de Jesús y así se cumple que el Cristo es un hombre entre los
hombres, la ley del Espíritu Santo no es transgredida, continúa siendo cumplida
desde afuera. Entonces es posible para el Cristo Cósmico darnos un impulso espiritual
desde dentro, partiendo la salvación desde la Tierra. Las obras que realiza entonces el Cristo no son nada más que un preámbulo de lo que
verdaderamente va a realizar, al evidenciar sus poderes da prueba de su excelsa
jerarquía. Aprovecha su tiempo en la Tierra para bendecir con el bien a todos los que
a Él se aproximaron y prepara a los Apóstoles que darían continuidad a su nuevo
Evangelio: Evangelio de amor y perdón, enseñando que ahora debemos amar a
nuestros enemigos. Curando asegura que nosotros seremos capaces de hacer lo
mismo y más aún, dejándonos la certeza de que alcanzaremos el progreso y los poderes
que él mismo manifestó. Pero todo no pasó de una etapa intermedia de lo que venía
realmente a realizar, a pesar de asombrar a su paso a todos con su Enseñanza, con
sus curas y finalmente con su Sacrificio, todo no pasó de una etapa preliminar y su
gran finalidad iba a ser cumplida posteriormente. Las altísimas vibraciones solares del Espíritu de Cristo hacían que tuviera que dejar su
cuerpo repetidas y constantes veces al cuidado de los Esenios que eran maestros para
cuidar el cuerpo físico. Nada se dejó al acaso y la finalidad trascendental a cumplirse
era cuidada debidamente por los poderes supremos, que suministraron siempre, al
paso del Cristo, lo necesario. Los Esenios, silenciosamente realizaban su parte, dando
asistencia al Señor Cristo, cuando su cuerpo lo necesitaba. Ellos lo restauraban
cuidadosamente para que resistiese lo necesario y no se desintegrara antes de tiempo. La Crucificación fue llevada a cabo, porque tenía su utilidad, sino no hubiera sido
realizada. El mismo Judas Iscariotes fue uno más a engañarse, lo vendió suponiendo,
posiblemente, que el Cristo haría otro milagro más y se libertaría de los Sacerdotes y
de los Ancianos del Pueblo y él quedaría con las monedas, que se sorprendió con el
resultado lo prueba que devolvió las monedas y se eliminó de inmediato, se ahorcó. Tenía que realizarse la Crucificación y el propio Señor Cristo se adelantó a anunciarlo
a sus discípulos, para prepararlos como Él lo estaba. Que no había poder que lo impidiera
lo prueba el hecho que los Apóstoles, leales y sinceros, cuando se aproximó la turba
a prenderlo, no pudieron evitar de abandonarlo y huir. Los que conocen lo que pasó
después invisiblemente, comprenden por qué fue abandonado. Y Pedro, tan leal y
valiente, además de dejarlo como los demás, pasó por la amargura de negarlo tres
veces, para que no quedara duda que el Señor Cristo tenía que quedar solo, porque
él era el sólo Salvador a enfrentar el error del mundo. La Crucificación comprende dos aspectos: uno, de severa lección que quedó a través
de los siglos, enseñando cómo fue tratado el Hijo de Dios, lección que ha obrado sobre
la humanidad desde entonces, como una imagen de dolor y sufrimiento que continúa
alertando y limitando relativamente el mal, con el recuerdo constante de la crueldad y
egoísmo espantoso de los que lo crucificaron. Por esto no se culpe a una raza sino
que debe corresponder la responsabilidad a todo el género humano, por los errores
acumulados. La Crucificación tiene un segundo aspecto, éste oculto, por ser oculto
o superior y pertenecer a los planos superiores, merece una atención aún mayor. Era
necesario que el Cristo Cósmico se liberase de los vehículos terrenos, para dar comienzo
a su verdadera misión y el desprendimiento violento era beneficioso para que no
quedara nada adherido al Excelso Espíritu, que necesitaba de todo su poder para
lo que iba a comenzar desde ese momento en adelante, la sangre que corrió fue un factor
para que nada de impureza terrera prendiera al Espíritu. Y cuando con todo su esplendor
de Espíritu Solar salió del cuerpo e irradió toda su luz - libre de las atenuantes tendencias
del cuerpo físico - fue tal la luminosidad que se produjo que la retina de los ojos de los
que estaban presentes no pudieron tolerar y quedaron cegados momentáneamente,
después dijeron que se habían oscurecido los cielos y sacudido la tierra, cuando
precisamente había acontecido todo lo contrario: la luz sin igual de Cristo había envuelto
en un manto protector a toda la Tierra, para bien y salvación de los hombres. Y entonces, libre del cuerpo y habiendo cumplido con la necesidad de ser un hombre
entre los hombres, no habiendo sido transgredida la ley del Espíritu Santo, la ley de
Consecuencia, que nos hace responsable de nuestros actos, entonces, el Señor Cristo,
fue penetrando la propia Tierra hasta el mismo centro, estrato por estrato, envolviéndola
con su vibración y transformándose en Espíritu de la Tierra, desde donde comenzó
a trasmutar las bajas notas producidas por el hombre. Fue limpiando la Tierra y elevando
su vibración, que empobrecida por las guerras, los odios y el vicio, no era más propicia
para el progreso. Fue trabajando para el hombre, mejorando el medio ambiente de su
desenvolvimiento, para que teniendo un alrededor espiritual mejor, más
acertado pudiera ser su proceder. Y es ésta la misión que viene cumpliendo el Señor Cristo para con la humanidad. El
simbolismo de cargar la enorme cruz es un real hecho que representa la penosa carga
del error humano. Al limitarse en el interior de la Tierra, soportando tan tremendo deber, l
o hace, para que el hombre, más leve, tenga fuerzas para ser más virtuoso y
siga la línea de progreso marcada por Dios. Como el día y la noche, el verano y el invierno, se procesa la Evolución por ciclos
alternos de vida y muerte, para tornar a renacer y a morir, así también el Cristo Cósmico,
en obediencia a la misma disposición, una vez que completó su labor restauradora,
elevando la nota vibratoria de la Tierra, retiróse temperalmente a su real morada, en el
Sol Espiritual. En el Sol se repuso del enorme esfuerzo realizado, pero, siguiendo los
ciclos alternados, volvió y vuelve a la Tierra año tras año, comenzando cada nueva
venida para la primavera en nuestro hemisferio. Navidad es la época que marca su
mayor actividad en el centro de la Tierra y es cuando mejor nota espiritual envuelve
al Mundo, facilitando todo impulso para el adelanto de la humanidad. La Pascua
marca su salida y regreso al Sol, quedando y conviviendo seis meses anualmente con nosotros. Así cumple su verdadera misión salvadora el Señor Cristo para con el género
humano. Mientras tanto, nosotros acumulamos una tremenda deuda de gratitud,
que solamente podremos saldar, apresurando nuestro desenvolvimiento, para
disminuir la carga de su cruz. Todavía, algún día, los más capaces deben tener
el vigor espiritual de tomar su lugar, cargando la cruz, como está sublimemente
simbolizado con Simón, cuando tomó y cargó la cruz, llevándola por la calle de
la Amargura. Es lo que espera a todo aquel que quiere servir a sus semejantes.
Porque la humanidad no comprende aún los que le sirven. El Señor Cristo no viene a salvar al hombre individualmente, porque sino iría contra
la ley, que dicta que la reforma debe procesarse por esfuerzo de cada uno, pero al
mejorar el medio espiritual del Mundo, propicia y facilita
al hombre el reformarse. El Señor Cristo al orar en el Getbsemani o “jardín de los pesares”, antes de ser preso,
llevó consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Tadeo y Juan el Evangelista y los
exhortó, por tres veces, para que velaran con él y oraran para no caer en tentación y
por tres veces durmieron, porque sus ojos estaban pesados. Una comprobación
más de que el Señor Cristo tenía que pasar su ordalía solo, porque no
había poder todavía en la Tierra para acompañarle.-
|