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MAX HEINDEL: LA ESCLUSA DE LA ELEVACIÓN...(I)
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 27/08/2009 18:50

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LA ESCLUSA DE LA ELEVACIÓN...(I)

¿Ha visto el lector alguna vez a los buques cómo marchan por un

canal y son elevados de un nivel a otro? Es un proceso muy

interesante e instructivo.

Primeramente, el barco pasa a una esclusa donde el nivel del agua es

el mismo que aquel de la parte del mar o río en que momentos antes

navegaba. Entonces las compuertas de la esclusa se cierran y el

buque se ve aislado del mundo externo por las altas paredes del

encierro. No puede volver al río de la parte exterior; aún la luz está

amortiguada a su alrededor; pero arriba las nubes movibles o el

brillo del sol, nos indican su presencia dándonos tranquilidad. El

buque tampoco puede elevarse sin auxilio y la ley de gravedad

imposibilita al agua, en aquella parte del canal o río, que

previamente había surcado el barco, el elevarse a un nivel superior,

de aquí que no podamos esperar auxilio por este lado.

También hay compuertas en la parte superior de la esclusa las cuales

impiden que las aguas de los niveles superiores puedan inundar las

esclusas inferiores, pues de este modo estas aguas se desbordarían

en un momento y engullirían el buque que permanece en el nivel

inferior, obedeciendo o conformándose a la misma ley de la

gravedad. Sin embargo, es desde arriba de donde debe venir la

fuerza si el buque debe subir a un nivel superior del río y, para hacer

esto con seguridad de éxito, se envía un chorro muy pequeño hacia

el fondo de la esclusa, con lo cual se sube al barco, muy lentamente

y gradualmente pero con seguridad, hasta el nivel superior

inmediato. Cuando este nivel se ha alcanzado, las puertas superiores

pueden abrirse sin peligro para la nave y ésta puede surcar adelante

sobre el seno expansivo del superior camino acuático. Entonces la

esclusa se vacía lentamente y el agua que ella contenía se vierte a la

otra parte por el nivel inferior, el cual se eleva igualmente como

consecuencia de ello, pero ligeramente. La esclusa se halla entonces

dispuesta para elevar otro barco.

Esta es, como se ha dicho al principio, una operación física muy

interesante e instructiva, indicando como la destreza y el ingenio

dominan grandes obstáculos por el uso de las fuerzas de la

naturaleza. Pero esto es un manantial de aun mayor iluminación, en

un aspecto espiritual de vital importancia para aquellos que aspiran

y se esfuerzan en vivir la vida superior, porque ilustra el único

método seguro por el cual el hombre puede elevarse del material, al

mundo espiritual y confunde a los falsos maestros, quienes por una

ganancia personal, juegan con los deseos en exceso ardientes del

falto de preparación, y para aquellos que publican su habilidad para

abrir las puertas de los mundos invisibles mediante la entrega de una

cantidad por la iniciación. Nuestro ejemplo nos muestra que esto es

un imposible porque lo prohiben las inmutables leyes de la

naturaleza.

Con objeto de una más amplia dilucidación podemos llamar al río, el

río de la vida, y nosotros como individuos somos los barcos que

navegan por él; el río inferior es el mundo temporal y cuando le

hemos surcado y cruzado a lo largo y a lo ancho durante muchas

vidas, llegamos inevitablemente a la esclusa ascensional que está

colocada al final. Podemos durante más o menos tiempo detenernos

a la entrada y mirar dentro, siendo impelidos por un anhelo interno

para penetrar en ella, pero atraídos hacia el río de la vida por otro

impulso, volvemos a él. Durante un tiempo largo esta esclusa

ascensional, que es alta, se nos antojan sus paredes repelentes y

solitarias, mientras que el anchuroso río de la vida se nos presenta

alegre y acogedor, verdoso y lleno de barquichuelas semejantes a la

nuestra y así de amorosas y gayas que lo cruzan de acá para allá,

pero cuando la vehemencia interna llega a ser suficientemente

intensa, finalmente nos lleva hacia la esclusa elevadora y nos llena

de la determinación de no volver más al río de la vida mundanal.

Pero aun en tal estado hay algunos que tienen miedo de cerrar la

puerta tras de ellos; aspiran ardientemente, en ocasiones, hacia la

vida del nivel superior, pero les parece que se hallan menos solos

mirando hacia el lado del río de la vida del mundo y, algunas veces,

permanecen en este estado durante varias vidas, extrañándose de no

progresar, sin parar mientes en que si ellos no experimentan el

influjo espiritual, es sencillamente porque no hay en sus vidas el

deseo de la elevación.

Nuestro ejemplo esclarece el asunto mediante una razón tan simple;

no importa cuanto pueda rogar y suplicar el capitán, el vigilante de

la esclusa nunca pensará en dejar correr el chorro de agua desde

arriba, hasta que la puerta de la esclusa haya sido cerrada tras el

barco, porque el chorro no elevaría ni una pulgada a la embarcación

bajo tales condiciones, sino que el agua correría por las puertas

abiertas y se perdería en el río de la vida. Tampoco los guardianes

de las compuertas de los mundos superiores abren el chorro de

nuestra elevación, no importa cuán plañideramente podamos

rogarles, hasta que por nosotros mismos hayamos cerrado la puerta

del mundo detrás de nosotros y cerrándola muy fuertemente

respecto a la lujuria de los ojos y al orgullo de la vida, los pecados

que tan fácilmente nos vencen y los fomentamos en los licenciosos

días mundanales. Debemos cerrar la puerta de todos ellos antes de

que realmente estemos en un estado acondicionado para recibir el

chorro ascensional, pero una vez que hayamos cerrado de este modo

la puerta e irrevocablemente dirigido nuestro frente hacia adelante,

empieza el descenso de la gracia espiritual sobre nosotros, lenta pero

seguramente, al igual que el chorro de la esclusa eleva al barco.

 

 

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 21/09/2009 18:53
 

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LA ESCLUSA DE LA ELEVACIÓN...Y(II)

Pero habiendo dejado al mundo temporal con todos sus placeres

detrás y habiendo dirigido nuestros pasos hacia los mundos

espirituales, el anhelo y deseo del aspirante se hacen más intensos. A

medida que pasa el tiempo nota un aumento en el vacío de los dos

lados de sí mismo. El mundo temporal y sus cosas se han

desprendido de él como si fuera un vestido; él puede hallarse en

cuerpo en tal mundo, llenando sus deberes, pero ha perdido interés

en él; está en el mundo pero no es de él; y en cambio, el mundo

espiritual al cual aspira para gozar de su ciudadanía se presenta

igualmente distante. Se halla completamente solo y su total ser llora

y sufre dolor, anhelando la luz.

Entonces llega el turno del tentador: "Yo tengo una escuela de

iniciación y estoy en situación de adelantar a mis discípulos

mediante una cuota", o palabras semejantes a éstas, pero

generalmente más alucinadoras, más sugestivas, y ¿quién será capaz

de censurar a los pobres aspirantes por caer en las redes de tales

pretendientes? Afortunados pueden llamarse si, como generalmente

es el caso, son sometidos simplemente a un ceremonial y concedidos

un grado nulo y sin valor, pero alguna que otra vez se encuentran

con uno que ha jugado realmente con la magia y es capaz de abrir

las puertas de la corriente del nivel superior. Entonces el rápido

descenso del poder espiritual sacude el sistema del desgraciado

neófito, como las aguas del río superiores hundirían al fondo de la

esclusa a un barco, si un ignorante o malicioso abriera las

compuertas.

El barco debe ser elevado lentamente en gracia a la seguridad y

asimismo, debe el aspirante a la elevación espiritual aguardar

paciente y persistentemente, siendo absolutamente indispensable la

mayor constancia en el bien obrar, así como deben cerrarse las

puertas de los placeres del mundo. Si se obra así conseguiremos el

ascenso a las alturas de los mundos invisibles segura y ciertamente y

podremos tener a nuestra mano todas las probabilidades y ocasiones

para el desarrollo del alma que allí se encuentran, puesto que esto es

un proceso natural gobernado por leyes naturales, justamente igual a

la elevación de una nave a los niveles superiores de un río utilizando

un sistema de esclusas.

¿Pero cómo puedo estar en la esclusa de elevación y servir a mi

prójimo? Si el desarrollo del alma viene sólo por el servicio, ¿cómo

puedo conseguirlo aislándome? Estas son preguntas que con toda

naturalidad pueden hacerse a sí mismos los estudiantes.

Para contestarlas debemos remarcar otra vez que nadie puede elevar

a otro si no está él mismo en un nivel superior, no tan por encima

que sea inalcanzable, sino suficientemente cercano para que esté

dentro de la posibilidad de alcanzarle. Hay muchos, por desgracia,

que profesan enseñanzas superiores, pero viven unas vidas

semejantes al vulgo o aun bajo tal nivel. Sus asertos convierten a las

enseñanzas elevadas en una mofa y atraen hacia ellas las burlas de

los escépticos. Sin embargo, aquellos que "viven" las enseñanzas

superiores no necesitan profesarlas por medio de la oratoria; se

hallan aislados y en entredicho a despecho de ellos mismos y

aunque con inconvenientes por los errores de los "profesionales" con

el tiempo ganan la victoria y el respeto y la confianza de los que les

rodean y, con el tiempo, inspiran a éstos el deseo de emularles,

convirtiéndose, a despecho de sí mismos y, de este modo, consiguen

por este servicio una grandísima elevación de alma.

Ahora es la época del año (Navidad) cuando la cresta de la ola de

poder espiritual envuelve al mundo, la cual culmina en el solsticio

invernal, cuando Cristo renace en nuestro planeta, y aunque

oprimido por las presentes condiciones de la deplorable guerra

(desde el punto de vista limitado), la vida de Él que se nos da

pródigamente debe ser más fácilmente atraída por el aspirante en

esta estación para impulsar el desarrollo espiritual, por lo tanto, todo

aquel que esté deseoso de alcanzar los niveles superiores hará bien

en mostrar esfuerzos especiales en este sentido durante la época

invernal.

 

MAX HEINDEL

 

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