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MAX HEINDEL: VENDIENDO SU ALMA A SATAN
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 01/09/2009 18:44

 

VENDIENDO SU ALMA A SATAN

El mito de Fausto representa una situación interesante en el encuentro del héroe, que

es el alma que busca, con distintas clases de espíritus. El espíritu de Fausto, inherentemente

bueno, se siente atraído por los espíritus superiores: se siente consanguíneo con el benévolo

Espíritu de la tierra, y lamenta su incapacidad para retener algo de él. Frente al Espíritu de

la Negación quien no desea otra cosa que enseñarle, nota que él le domina de cierto nodo

porque el espíritu no puede marcharse a causa de la posición especial del símbolo de cinco

puntas trazado en el suelo. Pero tanto su incapacidad para retener al Espíritu de la Tierra y

obtener enseñanzas de este Ser exaltado, como su dominio sobre el Espíritu de la Negación,

son debidos al hecho de que él ha entrado en contacto con ellos por casualidad y no por el

poder del alma desarrollado desde adentro.

Cuando Parsifal, el héroe de otro de estos grandes mitos del alma, visitó por primera

vez el Castillo del Grial, se le preguntó cómo había llegado allí, y él contestó: “No lo sé”.

Había entrado allí por casualidad, del mismo modo que alguna vez un alma recibe un

vislumbre de las regiones celestes en una visión; pero él no pudo quedarse en Montsalvat.

Fue obligado a volver otra vez al mundo y aprender sus lecciones. Muchos años después

volvió al Castillo del Grial, cansado de la busca, y se le hizo la misma pregunta: “Cómo

llegasteis hasta aquí?”. Pero esta vez su contestación es distinta, porque dijo: “Vine aquí

pasando por el sufrimiento y la investigación.”

Este es el punto cardinal que marca la gran diferencia entre personas que

casualmente entran en contacto con espíritus de regiones superfísicas o tropiezan con la

solución de una ley de la naturaleza, y aquellas que, por investigaciones muy serias y

especialmente por “haber vivido la vida”, llegan a la Iniciación consciente de los secretos

de la naturaleza. Los primeros no saben cómo emplear este poder inteligentemente y están

por consiguiente desamparados por completo. Los segundos son siempre dueños de la

fuerza que manejan: mientras que los otros son el juguete de cualquiera que quiere abusar

de ellos.

Fausto es el símbolo del hombre, y la humanidad fue al principio guiada por los

espíritus de Lucifer y los ángeles de Jehová. Ahora estamos mirando hacia el Espíritu de

Cristo dentro de la tierra, como a nuestro Salvador, para emanciparnos de la influencia

egoísta y negativa de aquellos.

San Pablo nos da un vislumbre de la evolución posterior que nos espera, cuando

dice, que después de haber Cristo establecido su reino, El lo entregará al Padre, y entonces

estará todo en el todo.

Fausto, sin embargo, busca primero de todo la comunicación con el macrocosmos,

que es el Padre. Igual que el centauro celeste, Sagitario, él tiende su arco hacia las estrellas

más elevadas. No le basta empezar abajo y elevarse poco a poco por el propio esfuerzo.

Cuando se ve desdeñado por aquel Ser sublime, baja un grado en la escala y busca

comunicación con el Espíritu de la Tierra que también le desprecia, porque no puede ser

alumno de las fuerzas buenas hasta que se haya adaptado a sus leyes, y así solamente puede

entrar por la puerta verdadera en el Sendero de la Iniciación. Por esta razón, cuando nota

que el pentagrama delante de la puerta retiene al espíritu malo, ve una oportunidad para

formalizar un contrato. Está dispuesto a vender su alma a Satán.

Como queda dicho, empero, es demasiado ignorante para poder retener el dominio

con éxito, y el poder del espíritu vence pronto las dificultades dejando a Lucifer en libertad.

Pero aunque sale de la habitación de Fausto, vuelve pronto, dispuesto a entrar en tratos con

aquella alma anhelante. Hace pasar por delante de la vista de Fausto brillantes imágenes de

cómo podría ser su vida y cómo podría satisfacer sus pasiones y deseos. Pero Fausto,

sabiendo que Lucifer no es desinteresado, pregunta cuál es la compensación que éste pide.

Lucifer contesta:

“Pues bien: aquí he de servirte

sin pereza y sin descanso,

y tú harás por mí lo mismo

cuando estemos allá abajo.”

Fausto mismo añade una condición aparentemente extraña, respecto a la fecha en

que el servicio de Lucifer ha de terminar y su propia vida en la tierra llegará a su fin.

Por extraño que parezca, en la aceptación por parte de Lucifer y en la cláusula

propuesta por Fausto hay leyes básicas de la evolución. Por la ley de la atracción, estamos

llevados al contacto con espíritus emparentados tanto en esta vida como después. Si

servimos a las fuerzas buenas aquí y trabajamos para elevarnos, estaremos en compañía de

seres de la misma espiritualidad que nosotros en este mundo y en el próximo, pero sí

preferimos la oscuridad a la luz, nos encontraremos asociados con el mundo inferior aquí y

también después. Esto es irremediable.

Además, somos todos “constructores del templo”, trabajando bajo la dirección de

Dios y Sus ministros, las divinas Jerarquías. Si queremos esquivar la tarea que se nos ha

dado en la vida, nos hallaremos colocados en condiciones que nos obligarán a conocer la

ley. No hay descanso ni paz en el sendero de la evolución, y si buscamos distracción y

alegría con exclusión del trabajo de la vida, la muerte hará pronto su aparición. Si alguna

vez llegamos a un punto en que estamos dispuestos a ver pasar las horas, punto en que

estamos tan satisfechos de las condiciones del momento, que cesamos en nuestros esfuerzos

en progresar, nuestra existencia se terminará muy rápidamente. Siempre se ha observado

que las personas que se retiran de su negocio para vivir solamente del disfrute de lo que han

acumulado, mueren pronto; mientras que el hombre que cambia su profesión por una cosa

completamente distinta tiene generalmente una vida más larga. Nada es tan apto para

acabar con una existencia como la inactividad. Por esta razón las leyes de la naturaleza

quedan manifiestas en el pacto de Lucifer y la condición añadida por Fausto:

“Sí en el lecho deleitoso

logro un punto de descanso,

tuyo soy. Si satisfecho

de mí mismo un día me hallo,

y complacido me rindo

a tus deleites y engaños,

sea aquel mi último instante.

Si algún día, embelesado,

al momento fugitivo

digo: “Ten el vuelo raudo”,

échame al cuello la soga,

doble a muerto la campana,

párese el vital horario,

todo para mi concluya,

y comience tu reinado.”

Lucifer pide a Fausto que firme con una gota de sangre. Y cuando le pregunta el

porqué, Mefistófeles dice astutamente: “La sangre es una esencia sumamente singular”. La

Biblia dice que es el asiento del alma.

Cuando la Tierra estaba en el proceso de condensación, el aura invisible que rodea a

Marte, Mercurio y Venus, penetró en la Tierra y los espíritus de estos planetas estaban en

relación especial e íntima con la humanidad. El hierro es un metal de Marte; por la mezcla

de hierro que hay en la sangre, la oxidación se ha hecho posible; así el calor interno

requerido para la manifestación de un espíritu residiendo en el interior, fue obtenido por la

mediación de los espíritus de Lucifer procedentes de Marte. Ellos son, por consiguiente,

responsables de las condiciones bajo las cuales el ego está encasillado en el cuerpo físico.

Cuando se extrae sangre del cuerpo humano y se coagula, cada partícula es de una

forma especial que no tiene semejanza ninguna con las partículas de cualquier otro ser

humano. Por esta razón, el que tenga algo de sangre de una persona determinada, tiene un

lazo de unión con el espíritu que construyó estas partículas. Tiene poder sobre esta persona

si sabe servirse de tal conocimiento. He aquí la razón por qué Lucifer pidió la firma con la

sangre de Fausto, puesto que, con el nombre de su víctima escrito así con sangre, él podía

retener el alma en cautiverio según las leyes especiales del caso.

En efecto, la sangre es una esencia muy singular, tan importante en la magia blanca

como en la negra. Todo conocimiento, usado en cualquier sentido, tiene que tener su base

forzosamente en la vida física, la cual, por su lado, se deriva primordialmente de los

extractos del cuerpo vital, es decir, de la fuerza sexual y de la sangre. Todo conocimiento

que no está de este modo alimentado y robustecido, es letra muerta y tan impotente como la

filosofía que Fausto había sacado de sus libros. No hay libro que de por sí sea suficiente.

Solamente en la medida que llevamos el saber adquirido así a la práctica de la vida,

alimentándolo y viviéndolo, su valor se hace real.

Pero hay esta gran diferencia: mientras el aspirante de las escuelas de la Ciencia

Sagrada, alimenta su alma con su propia fuerza sexual y sus pasiones inferiores con su

propia sangre, la que transforma y limpia de esta manera, los adeptos de la escuela negra

viven como vampiros de la fuerza sexual de otros y de la sangre impura sacada de las venas

de sus víctimas.

En el Castillo del Grial, vemos cómo la sangre limpia y purificante produce

milagros en aquellos que eran castos y aspiraban a las grandes hazañas; pero en el Castillo

de Herodes, la personificación de la voluptuosidad de Salomé, es la causa de que la sangre

llena de pasión corra alborotadamente por las venas de los asistentes, y que la sangre

goteando de la cabeza del Bautista martirizado, sirviese para conferirles el poder que ellos,

por cobardía, no habían adquirido por el sufrimiento ni por la corrección de sus impurezas.

Fausto trata de obtener poderes rápidamente por la ayuda de otros y de este modo

llega al punto peligroso; lo mismo como hoy en día hacen todos aquellos que corren detrás

de algunos que se llaman a sí mismos “adeptos” o maestros los cuales están siempre

dispuestos a satisfacer los más bajos apetitos de sus crédulas víctimas, igual como Lucifer

se ofrece a servir a Fausto. Pero no pueden dar poderes del alma, digan lo que digan,

porque éstos vienen de adentro, por medio de continua persistencia en hacer el bien; un

hecho cuya importancia no se repetirá nunca bastante.

 

Max Heindel – Misterios de las Grandes Óperas

 

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 21/09/2009 19:01

 

 

 

Wagner - Parsifal Act I Prelude 

hello.gif picture by vislumbrar

 

VENDIENDO SU ALMA A SATAN

(continuación)

En un acceso de temeridad, Fausto contesta alegremente a la petición de Lucifer de

firmar el pacto con sangre, diciendo:

“No temas que el pacto rompa:

todas las faenas del ánimo

rindo, entrego y comprometo,

al admitirlo y firmarlo.

Tanto voló mi arrogancia,

que en tus filas ahora marcho.

Burlóme el excelso Espíritu,

e insensible a mis halagos.

la esquiva Naturaleza

arrebujóse en su manto;

la hebra del pensar se ha roto,

y estoy del saber cansado.

Templen los blandos deleites

las vivas llamas en que ardo,

y envueltos en gasas de oro

vengan, Magia, tus encantos”.

Habiendo sido desdeñado por los espíritus del bien y estando por otro lado

impulsado por el deseo de obtener un conocimiento directo y un poder real, está dispuesto a

ir hasta donde sea preciso. Pero en el prólogo, Goethe había puesto en boca de Dios estas

palabras:

“En su más profunda aberración, el hombre bueno conoce aún el camino que

conduce a la salvación”.

Fausto es el alma aspirante: y el alma no puede estar permanentemente desviada del

sendero de la evolución.

La indicación que Fausto hace de los propósitos que le animan, es prueba de que su

ideal es elevado y aun cuando con miras reverentes, lo que anhela es experiencia.

“De felicidad no te hablo:

lo que yo quiero es el vértigo.

el goce inquieto y amargo,

el avivador despecho,

el amor que crece odiando.

El alma, al saber cerrada,

a otras emociones abro;

cuanto el hombre goza y sufre

quiero sufrirlo y gozarlo.

Sentir quiero en mis entrañas

todo lo bueno y lo malo,

y en la esencia de mi vida

convertirlo y apropiármelo.

¡Venturoso yo si toda

la Humanidad en mí abarco,

y al fin y a la postre, como ella,

choco, reviento y estallo!”.

Antes de que alguien pueda ser verdaderamente compasivo, tiene que sentir como

Fausto desea sentir, la profundidad de los pesares del alma humana, lo mismo que sus

alegrías más exuberantes; porque solamente cuando conocemos estos extremos de la pasión

humana podemos sentir aquella compasión que es necesaria para los que quieren cooperar a

la elevación de la humanidad. Con la ayuda de Lucifer, Fausto queda capacitado para

conocer a fondo la alegría y’ la tristeza, y así Lucifer revela y manifiesta sus características

cuando dice:

“El poder que hace el bien

aun queriendo hacer el mal.”

Por la intervención de los espíritus de Lucifer en el esquema de la evolución, las

pasiones de la humanidad fueron encendidas, intensificadas y conducidas por un canal que

han causado todos los pesares y sufrimientos en el mundo. Sin embargo, así ha sido

despertada la individualidad del hombre, libertando a éste de la tutela conductora de los

ángeles. Fausto igualmente, con la ayuda de Lucifer, es guiado fuera de los caminos

convencionales, y de este modo se personaliza. Cuando vemos cerrado el pacto entre

Fausto y Lucifer, tenemos la réplica de los Hijos de Caín, quienes son los descendientes y

pupilos de los Espíritus de Lucifer, como hemos visto en “Masonería y Catolicismo.

En la tragedia de Fausto, Margarita es la pupila de loe Hijos de Seth, la casta

sacerdotal descrita en la leyenda masónica.

Ahora tienen que encontrarse las dos clases representadas por Fausto y Margarita y

entre ellas será representada la tragedia de la vida, y de los pesares que cada uno ha de

sufrir, el alma se forjará las alas que la elevarán otra vez a las regiones gloriosas de donde

ha Venido. Entre tanto Lucifer conduce a Fausto a la cocina de las brujas donde recibirá el

elixir de juventud, para que, rejuvenecido, pueda ser deseable a la vista de Margarita.

Cuando la tragedia se representa en el teatro, la cocina de brujas está llena de

instrumentos que se supone que son usados para las obras de magia. Un fuego del infierno

arde debajo de un caldero en el cual se hacen mezclas de pociones amorosas, añadiéndose

algunas otras cosas fantásticas. Pero los objetos inanimados importan poco y podemos

pasar adelante aun sin nombrarlos y vamos a mirar, con más provecho, lo que puede

significar la familia de monos que vemos allí, porque ellos también representan una fase de

la evolución humana.

Llena de una pasión encendida por los espíritus de Lucifer, o ángeles caídos, la

humanidad se upará de la hueste angelical dirigida por Jehová. Como consecuencia del

poder endurecedor del deseo se formaron pronto las “vestimentas de piel” que les

envolvieron y les separaron a los unos de los otros. El egoísmo sustituyó al sentimiento de

fraternidad según se iba acercando al nadir de la materialidad. Algunos eran más

apasionados que otros, y sus cuerpos, pon consiguiente, se cristalizaron en mayor grado.

Degeneraron y se convirtieron en monos. Su tamaño también disminuyó a medida que se

acercaron a la línea en que las especies deben desaparecer. Ellos son por consiguiente, los

pupilos especiales de los Espíritus de Lucifer. Así el mito de Fausto nos enseña una fase de

la evolución humana, no incluida en la leyenda masónica; y nos da una idea más amplia y

más completa de lo que realmente ha sucedido.

Hubo un momento en el que toda la humanidad estuvo en el punto donde los

hombres de ciencia creen que existía el eslabón que falta. Los qué hoy son monos,

degeneraron desde aquel estado, mientras que la familia humana evolucionó a su estado

actual de desarrollo. Sabemos cómo la satisfacción de las pasiones embrutece a los que se

entregan a ella; y fácilmente podemos imaginarnos qué en un tiempo en que el hombre

estaba aún desarrollándose, no individualizado, y bajo la vigilancia directa de fuerzas

cósmicas, esta gratificación hubiera carecido del freno de la consciencia de sí mismo, el que

hoy nos impone cierta moderación. Pon consiguiente, los multados habrían sido entonces

de mucho más alcance y más desastrosos.

Algún día, el alma aspirante tiene que entran en la cocina de la bruja como lo hizo

Fausto, y afrontar la lección material de las consecuencias del mal, como nos las enseñan

los monos.

Entonces el alma se queda sola para encontrarse con Margarita en el jardín, para

tentar y ser tentada, para escoger entre pureza y pasión, para caer como hizo Fausto o para

hacerse campeón de la pureza como lo hizo Parsifal. Bajo la ley de la compensación, el

alma recibirá entonas su recompensa pon todo lo hecho en el cuerpo físico. En efecto, la

suerte es melliza del mérito, como Lucifer hace ven a Fausto: la verdadera sabiduría se

adquiere solamente por una paciente persistencia en hacer el bien.

“Cuán estrechamente unida está la suerte al mérito, cosa que no concibe el

ignorante. Si éste tuviera la piedra filosofal, yo lo aseguro, la piedra no tendría al filósofo”.

Fiel a su propósito de estudiar la vida en vez de los libros, Fausto pide a Lucifer que

procure que se le admita en casa de Margarita y trata de ganan su afecto pon un espléndido

regalo de alhajas introducido clandestinamente en su gabinete pon Lucifer. El hermano de

Margarita está ausente combatiendo por su patria. Su madre no es capaz de decidir lo que

conviene hacer con el regalo y lo lleva a la iglesia para enseñarlo a su director espiritual.

Este aprecia las piedras preciosas más que las pobres almas confiadas a su cuidado.

Desatiende su deber pon un collar de perlas, más ansioso de posesionarse de las joyas para

adornan un ídolo, que de preservar a una hija, de la iglesia contra los peligros morales que

la rodean. Así Lucifer sale vencedor y cosecha rápidamente un premio de sangre y de almas

humanas, porque, con el fin de obtener acceso al gabinete de Margarita, Fausto la induce a

dar a su madre una poción para hacerla dormir, la cual provoca su muerte. Valentino, el

hermano de Manganita, es matado por Fausto. Margarita misma es llevada a la cárcel y

condenada a la última pena.

Si recordamos que la sangre es el asiento del alma y que se adhiere a la carne de una

persona que encuentra una muerte repentina y antes de tiempo, con la misma tenacidad

como el hueso se adhiere a la carne de una fruta no madura, comprenderemos fácilmente

que tina muerte semejante es un verdadero tormento. Los espíritus de Lucifer, hallan un

gran gozo en las sensaciones intensas y evolucionan así. La naturaleza de una emoción no

es tan esencial como la intensidad, por lo menos en lo que se refiere al propósito. Por esta

razón ellos excitan las pasiones humanas de la naturaleza inferior, que son más intensas en

nuestro presente grado de evolución que los sentimientos de alegría y amor. Así se explica

que empujen a los hombres a la guerra y a la efusión de sangre, y que parezcan fuerzas

malignas, pero en realidad se valen de esto como escalones que llevan hacia ideales más

altos y nobles, porque, por pesares y sufrimientos como los engendrados en el pecho de

Margarita, el alma se eleva a regiones superiores de la evolución. El alma aprende el valor

de la virtud por un mal paso hacia el vicio.

Apreciando como es debido esta circunstancia, Goethe escribía:

“El que nunca comió su pan con sollozos,

el que nunca pasó las horas de la noche

llorando, y aguardando por el alba,

no os conoce, oh potestades celestes”.

Max Heindel – Misterios de las Grandes Óperas

 


 

 

 
 


 
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