LOS SILFOS
Los habitantes del cuarto éter (el más fino y elevado de todos) se denominan silfos,
o espíritus del aire. También se los conoce con el nombre de caballeros de la noche, los
nacidos del viento, los ángeles de la tempestad, los Devas del aire, los nacidos de la mente,
y con otras variadas denominaciones. Los antiguos creían que moraban en las nubes.
Estudios profundizados, no obstante, han probado que este grupo de elementales (en el que
se incluyen las hadas y todos los seres con ala iridiscentes que se nombran en los cuentos
de hadas de los niños) tienen más bien realmente sus moradas en la cima de las montañas
que en el mismo aire.
Los silfos viven y tienen su ser en su propio éter, y, como los gnomos, se
multiplican y viven en un mundo propio, en el que construyen sus castillos de aire con el
elemento sutil que es el reflejo del plano mental. Su aspecto es muy variable, porque
algunos se asemejan a seres humanos pero con proporciones ligeramente distintas. Se sabe
que son alegres, excéntricos, caprichosos e inconstantes, y van de un lado para otro. Están
siempre ocupados y trabajan con los pensamientos de los seres vivientes. Colaboran con los
elementos aéreos del cuerpo humano, tal como los gases y éteres que se generan dentro de
su propio ser, mientras las salamandras obran a través de la sangre y los elementos
ardientes del cuerpo. Paralda, su jefe, vive según es sabido en la más alta montaña de la
tierra. Los silfos ejercen poderosa influencia en todas las cosas en las que el aire es un
importante factor. Los próximos dos mil años serán una edad aérea en la que la influencia
de los silfos se manifestará en forma especialmente evidente, y la conquista del aire tiene
mucho que ver con el descubrimiento de estos hechos latentes y ocultos.
Los antiguos afirmaban que las guerras, plagas, incendios, terremotos y otros
cataclismos eran causados por grandes ejércitos de elementales que marchaban unos contra
otros armados hasta los dientes, y que luchaban en los elementos de la Naturaleza. Por eso
se decía que el trueno y el rayo eran causados por batallas entre los silfos y las salamandras,
mientras que las lluvias y la marejada eran causadas por los silfos y las ondinas. Los
movimientos de cuerpos en la tierra, los aludes y los ruidos subterráneos eran causados por
las querellas que se producían entre las salamandras y los gnomos. Generadas por las
explosiones de la pólvora, las salamandras frecuentan los campos de batalla. Como grandes
ejércitos de seres de un rojo llameante, se alimentan también de las pasiones humanas, se
convierten en obsesiones en la mente del hombre y se expresan a través de los éteres
receptores de su cuerpo.
Los cuatro grupos - gnomos, ondinas, salamandras y silfos - forman los moradores
naturales de los elementos etéricos. Su obra se lleva a cabo por medio de lo que se
denomina el cuerpo húmedo de la tierra y los Logos Planetarios, y asimismo tienen sus
polos correspondientes en el cuerpo del hombre.
Además, hay otros grupos de elementales, algunos productos de los fenómenos
naturales, y otros generados por el hombre. Entre estos últimos cabe mencionar los
elementales del pensamiento y la emoción, los fantasmas, los espectros, el Morador del
Umbral, y las larvas. El último grupo (al que también se conoce con el nombre de
cascarones etéreos) son los cuerpos de los individuos que, en el curso de la muerte, pasaron
al plano astral. Al desechar el vehículo etérico poco después de haberlo hecho con la forma
física, lo dejan tras sí en el éter, donde se desintegra lentamente. Estos cascarones están en
la base de gran parte del porcentaje de las manifestaciones mediúmnicas, hecho que puede
ser determinado sólo por medio del examen de los globos oculares del medium. Estos
desechos son usados a menudo por los elementales y las larvas como vehículos temporarios
de manifestación mientras flotan en el éter en el proceso de su desintegración. Debido a la
sutil estructura de esos desechos etéreos, a menudo son necesarios muchos años para que la
desintegración tenga lugar. De ahí que ejércitos de cuerpos etéricos floten como astillas de
maderos errantes en el mar de la humedad etérea, desechados por sus primitivos dueños que
desde hace mucho pasaron a otros planos de vida.
Manly Palmer Hall – Fuerzas Invisibles
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