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Memorias de Max Heindel y la Fraternidad Rosacruz...(IV)
PARTE I
Max Heindel - La Orden Rosacruz y La Fraternidad Rosacruz.
Durante estos dos años, Augusta Foss, había sido también sometida a varias pruebas, una de ellas fue una muy severa
enfermedad que pareció ser una pneumonía doble, la que la acerco a las mismas puertas de la muerte y la dejó en un muy
débil estado de salud con problemas de
pulmón. Dió entonces de baja su afiliación a la Sociedad Teosófica y fue
incapaz de salir al aire libre en la noche. A pesar de esto, cuando su amigo Max Heindel le manifestó la propuesta de
su intención de dar una serie de lecciones en Los Angeles, ella desafió los deseos de su madre y ofreció su ayuda a
Max Heindel en esas lecciones.
Así comenzó un intenso período de escrituras y enseñanzas. Max Heindel enseñaba en salones, agrupando 800 o más
personas, tres noches por semana. El resto de las noches formaba grupos y enseñaba tanto astrología como filosofía.
Su primera clasede Astrología consistía de 125 alumnos. Se formó entonces en el Centro de la Fraternidad un grupo muy
entusiasta, y los profesores estaban preparados para llevar adelante el trabajo si Max Heindel debía partir, por lo que
prometió a sus amigos en Seatle que regresaría a ellos una vez que su trabajo hubiera terminado en Los Angeles.
Con el fin de bajar y ahorrar costos de publicidad y lograr la máxima posible, Max
Heindel envió ordenar cientos de
carteles en cartones de ocho pies por diez, e imprimió en ellos las direcciones de los lugares de conferencia, así
como los días y temas de las mismas. Luego con sus carteles en mano, clavos y martillo, recorría kilómetros caminando
y a la vez clavando los mismos en lugares que fueran visibles al público. Parecían dar buen resultado, pués jamás dió
conferencia en la que los salones no estuvieran llenos. Especialmente luego de su primer conferencia, los amigos traían
a su vez a sus amigos hasta llenar completamente los salones, lo que obligó a entregar o repartir entradas, que se
daban al ingresar. Estas entradas eran la admisión a la próxima conferencia con asiento asegurado.
No puedo resistir el hecho de compartir con mis lectores, el maravilloso cambio que este hombre experimentó luego de
haber contactado a los Hermanos Mayores de la Rosa Cruz, durante los dos años que pasó fuera de Los Angeles.
Había sido una estudiante de astrología
por 4 años cuando convencí a Max Heindel a creer en esta antigüa ciencia y un
día cuando pasaba una tarde en su casa preguntó si su horóscopo indicaba que él sería un conferencista. En estas
tempranas épocas, habló con un decidido acento danés y pensé que esto sería un obstáculo y respondí a su pregunta
que sería un eximio escritor pero que quizás conferenciar no era su fuerte. Al observar en él los cambios que se
produjeron luego de dos años de viajar y enseñar y escuchando dar las clases más motivadoras, era sin duda una
sorpresa. Y lo más maravilloso y fascinante era que, luego de cada lección con mucha facilidad contestaba las más
complejas y técnicas preguntas, con total elocuencia y exactitud. La que escribe le preguntó una tarde, luego de
una conferencia en la que había respondido a preguntas realmente difíciles, de donde había obtenido los conocimientos
que desplegaba en sus charlas. Luego de sonreir dijo: "Bien, sólo contesté lo que mi Yo Superior me dictó".
Hay un antigüo dicho: "El hombre propone y Dios dispone" y éste fue sin duda el caso de Max Heindel cuando en la tarde
del miércoles 1 de junio de 1.910 daba sus últimas clases de astrología en Los Angeles. Había encomendado su clase de
Filosofía del día siguiente a la Sra. Clara Giddings, pequeña y querida amiga que había trabajado con él en época
pasadas en Los Angeles. Ese mismo miércoles por la tarde, anunció que Augusta Foss continuaría con las clases de
Astrología,
también explicó que la misma había sido su maestra de Atrología lo que obviamente, logró el interés y
Aquí es cuando el destino jugó su papel reteniendo a Max Heindel en Los Angeles hasta que cierto trabajo fuera
realizado, el que cambiaría de raíz sus
planes, por lo que en la mañana siguiente, del 2 de Junio, se enfermó
muy gravemente de una seria deficiencia cardíaca, tan enfermo estaba que los médicos diagnosticaron el caso como
sin ninguna esperanza. Tres médicos parados a cada lado de su cama, en el Hospital Angelus de Los Angeles, pensando
que estaba inconsciente, discutían su caso, todos declaraban y pronosticaban que no viviría otra noche más. Max Heindel,
no estaba inconsciente, escuchó cada palabra hablada por los doctores, les escuchó pronunciar su sentencia. Dándose
cuenta que se le había confiado por parte de los Hermanos Mayores el transmitir al mundo su hermoso mensaje y sintiendo
la responsabilidad, entonces allí mismo y en ese instante, declaró que no moriría, burlando a los doctores.
El dia siguiente fue hermoso, con sol radiante, un dia típico de California. Su amiga Augusta Foss lo llamó a eso
de las dos y el le preguntó si ella lo podria llevar al parque en una silla de ruedas, el cual se encontraba cuatro
pisos mas abajo. Ellos
estaban sentados a la
sombra de uno de los más hermosos árboles de magnolia y los transeúntes
pasaban ante él y lo observaban como si estuvieran viendo un fantasma. Era para ellos sin duda sorprendente que
el antigüo paciente estuviera riendo luego de haberse recuperado.
Luego de tres dias, Max Heindel ,
llamó a la que escribe solicitando le alquilara un cuarto en el vecindario
que ella y su madre vivían y asi lo hizo. La mañana siguiente sólo cuatro días después de haberse pronosticado
su muerte por parte de los doctores y en las mismas puertas de la muerte, estaba tan bien como siempre y subía
las escaleras hasta su cuarto, luego caminaba a la casa de las Foss para almorzar con sus amigas . Las sorprendió
al anunciarles que escribiría otro libro, que había recopilado muchas preguntas y respuestas en forma de libro,
las que explicaban muchos problemas de la vida.
Su intención era la de contratar un taquígrafo y dictarle su libro en las instalaciones de la Fraternidad Rosacruz
de Los Angeles , pero cuando arribó a la misma, la gente realmente estaba tan ansiosa de su llegada que no pudo
encontrar privacidad. En consecuencia, tuvo que dictar su libro en la casa de la Sra. Foss. Como la habitación
en la que trabajaba estaba cercana a la calle, con su voz clara muy a menudo atraía una multitud en la vereda. Los
transeúntes estaban asombrados de ver a un hombre caminando y hablando con un papel en sus manos, que contenía una
pregunta escrita por alguien que había atendido en una de sus clases. Contestaba las preguntas casi en forma instantánea,
sin duda siquiera. La madre de quién escribe, la que era una de sus más ardientes seguidoras, decía que en toda su
vida nunca había conocido a hombre alguno con tal
mentalidad.
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