Memorias de Max Heindel y la Fraternidad Rosacruz...(VI)PARTE I Max Heindel - La Orden Rosacruz y La Fraternidad Rosacruz.
Carta a los miembros 20-A Noviembre de 1.910:
Estamos por comenzar un gran crecimiento de las actividades de La Fraternidad Rosacruz. Será un esfuerzo por
un deseo muy esperado por muchos de nuestros estudiantes, particularmente por aquellos que están aislados y
desconectados de nuestro Centro de Estudios.
Hemos publicado una completa y admirable literatura, durante el último año, una literatura que fue recibida
con tal entusiasmo que ya estamos preparando la tercera edición del Concepto Rosacruz del Cosmos. A pesar
de esto, o quizás solo por la manera en la que nuestra literatura es enviada al público, ha habido un sincero
deseo por parte de muchos estudiantes en acercarse a un contacto más personal con el Sr. Heindel. Las súplicas
que se le han hecho, han encontrado respuestas en su corazón, a lo que reformuló un plan en vistas de satisfacer
la demanda. El Sr. Heindel va a restringir su actividad en el campo de las conferencias y dedicar casi el total
de su tiempo a la correspondencia con aquellos estudiantes de las enseñanzas Rosacruces y entre aquellos que
Con vistas a que sus esfuerzos sean más efectivos, las cartas problablemente sean divididas en tres grados distintos,
a fin de atender ya sea a los "estudiantes", "probacionistas" o bien "discípulos".
El interés que hasta ahora han manifestado nos conduce a pensar que quizas estuvieran ansiosos de aprovechar
la oportunidad para solicitar que sus nombres se inscribieran en la lista de correspondencia del Sr. Heindel.
Si estamos en lo cierto y están realmente ansiosos, por favor llenen el formulario en blanco adjunto y envíenlo
al Secretario General, casilla de correo 1802, Seatle, Washington . Asi recibirán su primer carta en el debido
tiempo y otras le seguirán de tiempo en tiempo. Algunas cartas pueden ser recibidas en el mismo mes y otras veces
pasar más de un mes en recibirlas .
"La Fraternidad Rosacruz"
La respuesta fué buena tanto de los estudiantes como de los probacionistas: estaban listos para las lecciones.
Pido al lector haga una pequeña pausa y se detenga a pensar lo que esto significaba para una mujer sola con un hombre
enfermo en sus manos, cocinar comidas, hacer las camas, barrer las habitaciones, preparar la imprenta, las impresiones
y escribir direcciones en todos los sobres, tanto como para la correspondencia de los estudiantes, como las tantas
cartas que se recibían de otros tantos estudiantes (pués solicitaban a Max Heindel consejo en la ayuda de
sus problemas); y finalmente, llevar la correspondencia hacía y desde la oficina postal, la que estaba
a seis cuadras? Bién, quién escribe, se retiraba a la noche con temibles dolores de cabeza, brazos y pies,
se ajetraeba y sacudía en la noche cuando dormía , pero siguiendo a este hombre que tanto sufría y aún así,
tan determinado. Tenía tanto para dar, a pesar de estar incapacitado fisicamente y aún así nunca emtía una
sola palabra de queja; su única aflicción era que su amada debía acarrear con muchas dificultades.
De esta manera las primeras oficinas centrales se hicieron realidad, en Noviembre de 1.910; unas
oficinas centrales que estarían destinadas a alimentar a los hambrientos de alma de toda las tierras, en
todos los climas, en todos los idiomas. Estas dos almas trabajadoras, las que tuvieron gran peso y
responsabilidad en semejante trabajo, no imaginaban siquiera cuales serían los frutos resultantes
de su labor de amor y devoción al traer a existencia tan maravillosa creación, La Fraternidad Rosacruz,
a lo Max Heindel a menudo llamaba su hijo espiritual.
Un doctor que fue consultado, luego de examinar a Max Heindel, dijo a la que escribe, que era
muy probable que no viviera otro año, pero no podía ser aceptado su pronóstico tan pesimista . Ella sentía
en su corazón, que con su esmerado cuidado, no se iría sin haber concluido su obra. Ella confiaba en los
Hermanos Mayores, sintió que esta enfermedad era una lección a una gran alma que estaba por conocer a otra,
su tercera iniciación; y con uno que tuviera una naturaleza tan vital y ambiciosa, el debía ser puesto en
la frontera misma entre este mundo y los internos antes de recibir enseñanzas más elevadas. El ya había
recibido durante enfermedades previas dos iniciaciones, y ella tenia la esperanza y fé de que los Hermanos
le devolverían la salud, una vez de haber respondido a las enseñanzas superiores recibidas.
Sufrió durante unos tres meses de su debilidad cardíaca, pero gradualmente llegaron días en
los que pudo vestirse y sentarse a hacer sus escritos. Pero no pudo contentarse hasta tanto no hiciera
algo útil, por lo que a medida que ganara fuerzas ya comenzaba a planear la escritura de su quinto libro.
Así contrató un estenógrafo a quien cada día le dictaba, y Los Misterios Rosacruces, un tratado elemental
de Filosofía Rosacruz. Este, de nuevo, era un trabajo para él que no necesitaba prepararse (sólo caminaba
mientras dictaba al estenógrafo. (Se publicó en 1.911). Hasta ese entonces nadie se había dado cuenta en
Ocean Park de su presencia, pero su voz tan alta al dictar podía ser oida por quiénes caminaban por la calle,
especialmente por los vecinos. Allí vivía un doctor que no conocía a su vecino pero habiendo leído el Concepto
Rosacruz del Cosmos, se tornó de lo más amable. Sin embargo, no era conveniente la visita de vecinos cuando
el trabajo realmente era agotador. El dictado de este libro no tomó mucho tiempo y Max Heindel era el más
feliz mientras trabajaba en el manuscrito, o bien escribía lecciones que serían publicadas e impartidas al
Luego de tres meses su salud mejoró por lo que pudo de nuevo estar activo en los negocios del Padre.
Hasta aquí el señor y la señora Heindel casi no habían recibido visitas, pero un muy
apreciado viejo amigo de Max Heindel William Patterson de Seatle, Washington, el hombre que lo había
asistido financieramente en la publicación del Concepto Rosacruz del Cosmos y las veinte lecciones de
Cristianismo Rosacruz, visitaba Ocean Park con su esposa. El era entonces el secretario de la obra y
comenzó a insistir en la necesidad de comprar tierras para el establecimiento futuro de las oficinas
centrales, para las que deseaba contribuir financieramente. Luego de algún tiempo de búsqueda un terreno
pequeño de unos cuarenta acres fue adquirido a través de una agencia.Este terreno se ubicaba sobre una
ladera en Westwood, un distrito de moda y colindante con lo que es hoy el barrio cinematográfico de Hollywood.
El señor Patterson conservaría treinta acres y donaría diez a las oficinas centrales, el resto intentaría venderlo a
miembros para la construcción de viviendas.
De alguna manera esta no era la ubicación acertada, pués luego del pago de
los primeros cien dólares fue necesaria la firma de tres herederos ausentes de esta propiedad. Mientras
tanto se supo que una Institución sería erigida en la montaña aledaña a Westwood; naturalmente nuestro
propio depósito fue el responsable de la difusión de esta información. El resultado fué que las propiedades
lindantes fueron aumentadas al doble por sus agentes, esto llegó a oídos de los herederos en los estados del
Este quiénes se negaron a firmar el trato. Hollywood era en ese entonces un pequeño suburbio de Los Angeles
y nos hemos preguntado a menudo si los Hermanos no sabrían entonces del futuro que deparaba este pequeño
pueblo que ahora creció hasta transformarse en la capital mundial del cine.
La búsqueda de las oficinas centrales se reanudó y se decidió en considerar el
próximo pueblo desconocido a los ciudadanos y procurar una tierra apartada. Quién escribe, en su frecuente
paso por Oceanside cierto número de años atrás quedó impresionada por su hermosos árboles y alrededores y
ahora estas imágenes retornaban a su mente y fué lo que los guió allí.
La prueba del extraño destino que jugó su papel en el trabajo que estas dos almas
estaban por concluir y de la elección y búsqueda del mismísimo terreno, se hizo evidente en la forma en que
fueron conducidos a su destino. Al comprar los pasajes de ida y vueltaa San Diego nuestros dos viajeros habían
pedido una parada en San Juan Capistrano, donde había una antigüa misión y también por una parada en Oceanside.
Fue un domingo en que se bajarondel tren y ni un alma a la vista había a no ser por el guarda del tren, luego fueron
recibidos por un pequeño niño lleno de pecas llamado Tommy Draper de unos diez años.
-Hola, qué es lo que quieren? (en inglés bien americano), fué el amistoso saludo.
Max Heidel tenía una debilidad por los niños y le contestó a este pequeño duende
diciendo que querían comprar ciertas tierras; podrías vendernos algunas?.
-Bueno! En sorpresiva respuesta un dedo apuntó a un hombre canoso cruzando un lote vacío de tierra,
ahí viene el hombre que puede venderlos algunas.
El que venía era el señor Chauncey Hayes, que era el único agente inmobiliario en la pequeña aldea.
Al comunicarle nuestra enquietud señaló a un hombre parado en la puerta a un establo ubicado a una corta
distancia; mientras el hombre se acercaba el señor Hayes indicó al señor Couts que nos llevara a las tierras
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