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De: moriajoan (Mensaje original) |
Enviado: 01/12/2009 17:55 |
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La Prueba m ás dura.(I)
Por Marc Miralles
A esa entidad consciente que llamamos Dios por darme esta oportunidad de crecer y ser libre.
A mi actual pareja f ísica.
A ese otro ser que trabaja en los otros planos al que quiero enormemente.
A una gran mujer y compa ñera del camino cuyo nombre no quiero relevar. Gracias Ana.
A todos ellos: Que las Rosas florezcan en vuestra Cruz. y que La Luz, el Amor y el Poder sean con vosotros.
El hombre, en la actualidad, está dedicado a muchas actividades y, por fuerza de las circunstancias, polarizado totalmente en el yo
inferior, ya sea en el cuerpo emocional o en el mental. Quisiera hacer resaltar algo de interés. Mientras la polarización sea o
puramente física o emocional, nunca se sentirá la necesidad de meditar. Aunque el cuerpo mental esté activo, no se siente la
necesidad de meditar hasta que el hombre haya sufrido muchos cambios y pasado muchas vidas; apurado la copa del placer y del
dolor en el transcurso de innumerables encarnaciones; sondeado las profundidades de la vida, vivida totalmente para el yo inferior,
hallando que todo eso no satisface. Entonces comienza a dirigir su pensamiento a otras cosas: aspirar a lo desconocido, comprender
y sentir dentro de sí los pares de opuestos y percibir en su conciencia posibilidades e ideales nunca soñados. Ha llegado así a un
punto donde el éxito, la popularidad y los diversos dones son suyos, sin embargo, no extrae de ellos ninguna satisfacción,
persistiendo siempre el anhelo interno, hasta que el dolor es tan agudo, que el deseo de exteriorizarse y elevarse, para llegar a
alguien o a algo que está más allá, vence todos los obstáculos. El hombre comienza a dirigirse internamente y a buscar la fuente de
su origen. Entonces empieza a meditar, a reflexionar e intensificar la vibración, hasta que, en el transcurso del tiempo, recoge los
frutos de la meditación.
Cartas sobre meditaci ón Ocultista – Alice A. Bailey 1920
Pedro, como cada d ía estaba en su centro, trabajando en la ayuda a la curación de las personas. Era un día
m ás, un miércoles cualquiera, poco se imaginaba que pronto empezaría quizás el periodo más duro, la prueba
m ás dura de su vida.
Fue llamado para descargar de Ana un bloqueo en la espalda. Cuando vio a Ana se dio cuenta de que en su
cuerpo vital hab ía una gran carga en la espalda en la zona dorsal. Así que como hacía cada vez que era
necesario ese tipo de trabajo, se decidi ó a retirar ese bloqueo después de ver que no afectaba a nada más, que
no provocar ía ningún desequilibrio energético en ella.
Ana hab ía sido operada de pequeña de una fisura en el corazón, de la que físicamente estaba completamente
curada, pero que no era as í en otros planos, pues había algo más.
Poco sab ía Pedro lo que acababa de empezar. Retiro de la espalda de Ana esa energía que sobraba, y en
seguida sinti ó una vibración que le era muy familiar.
Pedro llevaba toda la vida so ñando con un ser, alguien muy especial para él y de quien ahora sabía porque era
tan importante para él, era la persona de sexo contrario que trabajaba con él en los planos invisibles. Muchos
d ías de su vida Pedro se levantaba llorando por no tener cerca a ese ser, por no tenerlo cerca en el plano
f ísico, pues evidentemente en el otro plano estaban unidos.
Una vez en su casa, Pedro se dio cuenta. ¡Era ella!, ¡Ana ten ía la vibración de ese ser!, tenía que serlo pues
le hab ía dicho ella, que se sorprendió mucho al verlo, pues sin conocerle de nada soñaba a menudo con él. Se
puso a llorar como un ni ño pequeño al que le ha faltado la madre durante mucho tiempo y de golpe la
recupera.
Pedro desde peque ño hablaba de un pueblo, recordaba ese pueblo pero sin imágenes, un pueblo que sufría
porque él, que era su dirigente estaba atrapado dentro de algo y no podía prestar el servicio que correspondía
a su cargo.
Ese d ía Pedro empezó a ser consciente de lo que había pasado. Identifico a Ana como la que había sido su
mujer en otra encarnaci ón, vio como habían sido de felices sirviendo al pueblo. Pero algo oscuro estaba al
acecho. Ese fin de semana empezaron a venir im ágenes muy claras a la mente de Pedro, recordó algo terrible,
algo que le hizo estremecerse de dolor. Una mano hab ía clavado un puñal por la espalda a Ana llegando al
coraz ón. Todo se paró por un momento. Pedro sintió de nuevo ese dolor, el mismo dolor y la misma pena que
hab ía sentido miles de años atrás, pues en las imágenes ellos dos estaban en una terraza, viendo la puesta de
Sol cuando sucedi ó todo eso, Pedro en esta vida siempre tenia miedo a estar solo durante la puesta de Sol en
verano. Ahora sab ía porqué; en algún rincón escondido en su memoria estaba ese dolor, ese recuerdo. Ese
fat ídico día, que les marcaría para muchas vidas estaban contemplando una preciosa puesta de sol como
hac ían a menudo cuando sucedió el asesinato.
Desde la terraza hab ía un precioso paisaje, un paisaje verde, con un río al fondo y con dos pirámides en
reconstrucci ón. Ese lugar era Egipto. Pedro no era la reencarnación de ningún faraón, solo era alguien con la
responsabilidad de servir al pueblo, no a Egipto, sino a un pueblo de Egipto en concreto un pueblo que a d ía
de hoy aun no ha sido hallado. En ese momento el bello paisaje se convirti ó en algo oscuro, en un lugar
donde no hab ía sol ni estrellas un lugar frío donde no había nada, solo Pedro sintiendo su soledad, su tristeza
y un profundo dolor. Despu és de presenciar el asesinato había retirado rápidamente el cuchillo de la espalda
de su compa ñera y se lo había clavado profundamente en el bazo, ¡se había suicidado! y ahora presenciaba el
dolor de la gente del pueblo que lo quer ía, que lo tenía como ejemplo de bondad y como protector, lo
presenciaba desde ese lugar y nada pod ía hacer ya, era demasiado tarde estaba atrapado en su dolor.
Ana llamo a Pedro para saber si pod ía hablar con él, necesitaba hablar y estar con él. Ese viernes quedaron
para hablar, hablaron y hablaron y fueron descubriendo m ás cosas, entre otras que se querían profundamente,
era algo muy puro, que trascend ía el físico, aunque este también era importante, la atracción que había entre
ellos iba de los planos m ás elevados hasta el físico.
Adem ás Pedro veía imágenes constantemente en las que tenía un hijo con Ana, alguien que sería especial.
Eso era un gran problema, pues Pedro estaba casado. Eso era algo que no sab ía como arreglar, Pedro hablo
con su mujer, le cont ó todo lo que pasaba y ella le dijo que no se preocupase, que ese ser debía de nacer, que
ella ya sab ía eso desde hacía tiempo y estaba preparada que sabía que no se alejaría de ella pues era un acto
de servicio.
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La Prueba m ás dura.(II)
Por Marc Miralles
Fueron pasando d ías y más días hasta que un día la historia se volvió más difícil para Pedro, descubrieron
que la mano que hab ía matado a Ana en ese remoto pasado pertenecía a quien ahora era su mujer y que en
esa encarnaci ón había sido el sirviente guardián de más confianza de Pedro además en ese momento La
persona que hab ía sido Ana, estaba embarazada. Tenía ahora por mujer al ser que había asesinado a su
compa ñera y a su hijo por nacer hacía miles de años atrás. Ahora tendría que aprender a perdonar. Deseaba
con todas sus fuerzas no haber descubierto nada de eso, no tener esa facultad de ver. Permanecer en la
ignorancia de la mayor ía de los humanos que lo hace todo mucho más fácil pero no era así, a partir de ese
momento ver ía cada vez con más facilidad sus vidas y las de los demás. Tendría que aprender también a
guardar silencio pues hay muchas cosas que es mejor y m ás fácil no saberlas, por eso no recordamos nuestras
vidas anteriores.
Lo dif ícil para Pedro fue que ahora recordaba ese pasado como si hubiese sido ayer mismo. No había
sensaci ón de que eso fuese parte del pasado remoto, de otra vida, era como si fuese parte de la presente y su
mujer hubiese matado a su anterior mujer. Las muertes ya no exist ían, Pedro era el resultado de todas sus
vidas, la vida es una, cada encarnaci ón es un nuevo día con un nuevo vestido, pero solo hay una vida, una
ú nica vida eterna.
Pedro tubo que hacer un gran esfuerzo en centrarse y meditar, todo estaba confuso en su mente, y en su
coraz ón. Sabía que estaba delante de una prueba de aceptación y de realidad, lo que ahora conocía de su
pasado era solo eso, pasado!, algo que hab ía sucedido miles de años atrás!
Fue muy curioso poder ver como trabajaban las fuerzas de la ley de Causa y efecto, pues todo empezaba a
cuadrar perfectamente, el cuchillo en la espalda..., la herida en el coraz ón en el nacimiento de Ana..., La
mujer de Pedro.... el hijo que no llego a nacer.... la visi ón de tener un hijo con ella.... los miedos de ambos....
Ana y Pedro estaban juntos un d ía cuando Ana empezó a tener miedo, Pedro detecto un egregor que
intentaba atacar a Ana, se puso en medio y le Obligo a retirarse, no era la primera vez que se enfrentaba a
una entidad de ese tipo, pero si que fue la vez que tubo m ás dificultades para parar el ataque que duro varias
horas.
En los d ías sucesivos hubo más ataques pero no tan fuertes como el primero.
Pedro segu ía trabajando energéticamente en la espalda de Ana, cuando un día ocurrió algo asombroso,
maravilloso y terrible a la vez, al menos lo ser ía para él. Empezó a retirar del cuerpo vital de Ana energía
que sobraba, cuando de pronto empez ó a retirar una sustancia mucosa y putrefacta que ocupaba la zona del
mediastino, donde se halla el coraz ón. Entonces un rayo de luz dorada apareció del techo de la habitación
donde se encontraban y al final del rayo, en medio de las manos de Pedro apareci ó un corazón energético
perfectamente formado, era algo precioso de una belleza sin igual. Los servidores que normalmente le
ayudaban en las curaciones complejas le indicaron que deb ía insertarlo en el cuerpo de Ana, en el lugar de
donde hab ía salido esa materia mucosa antes. Pedro así lo hizo, de repente sintió que ella vibraba de forma
distinta, Ana ya no ten ía esa vibración que él sentía en ella, o al menos él no la notaba, ¿Que estaba pasando?
De golpe todo empez ó a cambiar, Ana empezó repentinamente a alejarse de Pedro, él la sentía cada vez más
y m ás lejos hasta que un día cerca de la hora de la puesta de Sol ella le dijo que todo había terminado que le
quer ía mucho pero que ya no quería estar con él. Todo se detuvo ese día. ¿Las fuerzas que querían separarlos
desde hac ía miles y miles de años habían ganado otra partida? Ese día Pedro volvió a sentir de nuevo la
misma sensaci ón de perdida que había sentido miles de años atrás en aquella terraza, y curiosamente el lugar
donde estaban ten ía cierto parecido simbólico, además Pedro observaba una ligera neblina azul en uno de los
ovarios de Ana y al mirar m ás a fondo supo que ella ya estaba embarazada. El mundo se detuvo de nuevo con
esa sensaci ón de vacío de solitud y de ahogo. No podía ser, ¡una vez más no!
Pasaron unos d ías y él estaba cada vez más y más triste, se sentía vacío, completamente vació por dentro,
lloraba cada d ía, se dio cuenta de que era un ser débil, mucho más de lo que creía, no se conocía suficiente,
su cuerpo de deseos que él creía bajo el control de su mente era ahora el protagonista, el que más fuerza
ten ía, no le dejaba pensar ni comer, no podía trabajar. Tenia que solucionar esto y pronto o terminaría con su
vida. Sus amigos le dec ían que se centrase un poco en él mismo, grave error. cuanto más pensaba en él más
solo y triste se sent ía, la solución era olvidarse de él. Esa era la prueba más dura, Pedro debía de aprender a
olvidarse de él y a servir a los demás sin esperar en absoluto nada a cambio. debía trascender a su yo para ser
uno con todos y todos con uno a la vez y as í no sentirse nunca más solo, sino una parte de Dios. Ahora sabía
quien era, era el producto de todas sus encarnaciones anteriores, un ser inmortal que luchaba para liberarse
de la rueda de las encarnaciones. ¿Ser ía capaz Pedro de superar a su yo y así dar ese gran paso hacía la
libertad? esto implicaba superar su miedo,el miedo ilusorio a estar solo. Derrotar a su Guardi án del umbral.
¡Suerte Pedro! Que las rosas florezcan en tu cruz, ¡atrevete a ser libre!
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