La Biblia, las enseñanzas de cuyos cinco primero libros se atribuye a Moisés, fue ampliada, de
vez en cuando, por los profetas, que iban agregando los conocimientos que iban recibiendo de fuente
divina por medio de la Iniciación. En aquel entonces, la mente del hombre estaba más propicia, más
cercana al reino espiritual, que ahora, y más capaz, por tanto, de entrar en relación con los Maestros
Divinos. Por eso el Antiguo Testamento nos habla de tantos profetas, sinceros y fervorosos, que
recibían dirección de lo alto. Estos profetas, se nota fácilmente, se mencionan menos a medida que
se acerca el fin del Antiguo Testamento. Gradualmente, se añadieron libros y la Biblia se ampliaba
cuando estos inspirados profetas aparecían para preparar el advenimiento del Señor, aquel Señor
Jesucristo que habría de ser el pilar verdadero de la religión de la venidera Época de Piscis.
La Virgen y su Niño representan el sigo opuesto a Piscis, es decir, Virgo; y, durante el período de la
religión pisceana, el ideal de la maternidad habría de ser elevado y reverenciado. Así pues, durante
todo este período pisceano, observamos que la mujer es la verdadera inspiración y potencia de
la iglesia. Podemos, pues, notar un diseño religioso que pasa por el entero sistema de religiones,
y por virtud del cual, la preparación de una nueva religión se incluye en la antigua, preparando y
acomodando la vieja religión a la nueva, a fin de que se adapte
a los cambios que se efectúen en el cosmos.
Con los grandes cambios mundiales, ocasionados por la peregrinación precesional del sol
al pasar de un signo a otro, tienen lugar transformaciones importantísimas en la propensión
mental de la gente, que requieren, naturalmente, una variación paralela en la forma de adoración.
El astrólogo describe el temperamento de los diversos tipos de
individuos que nacen bajo la influencia de los
diferentes signos del zodíaco, describiendo al tauriano, por ejemplo, como una persona estólida, terca,
malhumorada, pero muy amante de la familia. La gente que vivió durante la última parte de la época
Atlante fue gobernada por el signo de Tauro, cuando imperaba la adoración del toro y del becerro.
Luego, vino el signo del cordero, Aries, y encontramos a los agresivos y bélicos arios, gobernados
por Marte. Fueron los semitas originales que, por medio de la guerra y el derramamiento de sangre,
lucharon por la libertad. El ario es siempre caudillo, nunca un simple seguidor, y así
encontramos que la paternidad de la religión occidental puede atribuirse al antiguo
pueblo ario. Y veremos dos tipos distintos de hombres, representando las influencias de
los dos signos, Tauro y Aries, tipos que aparecen a lo largo de todo el Antiguo Testamento.
En él podemos, en verdad, seguir el sendero evolutivo de la religión y ver cómo todo se
entrelaza con las influencias astrológicas ocasionadas por el paso del sol, por precesión, a
través de estos dos signos. Podemos observar las mentes y las vidas, así como las leyes
y la religión, cambiando y amoldándose, de conformidad con el temperamento del signo
que domine en cada período concreto.
Durante la Época Aria, los seguidores de Moisés, y también los caudillos espirituales que ayudaron
en la formación de la religión posterior, comprobaron que era sumamente difícil hacer que la
gente siguiera bajo su dirección, pues parecía que siempre andaba en busca de otros dioses
y caudillos. Mas, un cambio radical se observa después de que el sol, por precesión, entró en
el orbe del negativo y acuoso signo de Piscis. No fue hasta el primer siglo después de Cristo,
menos de cien años antes de que fueran aceptados oficialmente los recopilados libros del
Antiguo Testamento y que la Biblia Judía aumentada fuera aceptada pro la iglesia hebrea, que
el historiador Josefo (38 a 100 después de Cristo) ocupó algunos años estudiando con los esenios
en el desierto. Después, cuando se adhirió a los fariseos, hizo una colección de historias
hebreas, que más tarde tradujo al griego. Esta historia ha sido usada en el canon.
La recopilación de libros que forman el Antiguo Testamento y que fueron aceptados por la iglesia
cristiana, no constituyen todos los libros sagrados. Lo cierto es que esta colección del Antiguo
Testamento no está del todo completa, pues se han excluido buen número de valiosas profecías.
Algunos de los escritos más inspirados se encuentran entre los libros apócrifos que las iglesias
protestantes desdeñan. Estos escritos apócrifos se encuentran pletóricos de hermosas y útiles
verdades espirituales. Mucha historia valiosa, por ejemplo, está escrita en los Macabeos, historia
que llena un vacío entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. No obstante, algunas iglesias aún
amenazan a sus fieles con el pensamiento de temor: "Dude usted cualquier cosa de la Biblia y se
condenará, porque la Biblia es la palabra de Dios." Además, reclaman que la Biblia es la palabra
literal de Dios y que es infalible. Esto ha tenido como consecuencia directa el que muchos sinceros
y devotos estudiantes se decepcionasen y se sintiesen instados a repudiar las enseñanzas de
su iglesia, quedando así enemistados con la Biblia. Mas si, por ventura, se les hubiera enseñado
que aceptasen la Biblia como una historia preciosísima del hombre, escrita por profetas santos e
inspirados y conteniendo múltiples verdades esotéricas de alto valor, no cabe duda de que
la hubieran aceptado con mayor beneplácito.
Si la Biblia se lee con estos pensamientos in mente, proporciona al buscador el ánimo y el ímpetu
para buscar esas joyas de verdad que se ocultan en las páginas de este inspirado libro. Tomemos,
por ejemplo, la parte desechada de la historia de los judíos, el apócrifo libro segundo de Esdras,
que nos brinda algunas profecías veladas, cuya luz no han comprendido nuestros exégetas
modernos. Estudiemos dichos sabios del Eclesiástico, especialmente el útil capítulo segundo,
y recibiremos, tal vez, tanto auxilio y consuelo como nos suministran los escritos de Pablo
en el capítulo doce de su Epístola a los Romanos.