Cuando llegamos a la Sexta Esfera, me di cuenta de que los Espíritus
trabajaban allí en armonía. Ninguno de los de nuestros grupos ni ningún ángel se
quedaron en esta Esfera y no se dieron explicaciones. Deduzco que, quizás, yo no
tenía la suficiente capacidad para comprender las razones de la existencia de esta
Sexta Esfera. O, es posible, quizás, que sean las leyes de la Sexta Esfera, las que
esté tratando de perfeccionar en mi vida actual.
Finalmente, en la Séptima Esfera es donde los Espíritus alcanzan el plano
de la exaltación y se hacen uno con el Gran Espíritu que rige el universo. Allí es
donde un Maestro Iluminado iría a vivir en unas circunstancias de perfectas luz
interior y felicidad.
En esta Esfera, la palabra “iluminación” significa completo conocimiento de
todas las cosas, sin modificaciones mentales. Es más fácil alcanzarnos para los
que se encuentran en la Séptima esfera que para los que están en cualquier otra
inferior. Sin embargo, lo harán sólo en caso de emergencia.
Se nos dijo que, cuando nuestros Espíritus pasan de una Esfera a otra, ese
paso se produce mediante una muerte. En ese caso, como en la muerte física, al
individuo se le advierte que la muerte está próxima y tiene tiempo de enfocar su
mente en un plano superior de pensamiento y prepararse así para la nueva vida.
Cuando llega el momento, se le hace dormir con el pensamiento dominante, en su
mente, de que va a hacer un cambio. Cuando se produce el cambio, su hogar deja
de estar entre sus anteriores amigos. El pensamiento lo ha preparado para
progresar y, cuando ese pensamiento que lo mantenía en el plano inferior cesa, la
encarnación de ese Espíritu, que está ligado a su pensamiento, deja de ser visible.
En ese momento uno, simplemente, deja de ser habitante de una esfera y, en un
instante, se convierte en habitante de otra. Cuando el Espíritu despierta, se
encuentra en su nuevo hogar en la esfera inmediatamente superior. Este cambio
es siempre para una vida mejor y más elevada. La única excepción es que no hay
cuerpos viejos que enterrar ni que se descompongan. Progresando de una Esfera a
otra, nuestro Espíritu se hace tan grande y universal que, a veces pensamos que es
excesivo y que ha de perder su personalidad. Debido a que toda la materia astral
deja de existir en el plano espiritual y sólo funciona allí el espíritu puro,
pensamos con frecuencia que su individualidad cambia a otra forma de ser. Y me
sorprendió comprobar que esa presunción no es cierta.
En mi experiencia visual del ataque terrorista que tuvo lugar el 11 de
septiembre de 2001, había también una intensamente lección sobre las víctimas y
los terroristas en general. Aquella visión me mostró muchas de las circunstancias
que prevalecen en la vida post mortem. Espero, a estas alturas, haber impreso en
vosotros que la separación del Espíritu de la forma física es un proceso natural. Y
eso es verdad, incluso cuando la muerta es inesperada o violenta. Sin embargo, en
el caso de un impacto repentino, como comprobé durante el ataque terrorista,
Cristo y Su Gracia infinita jugaron un gran papel en el proceso de la muerte de
muchos.
En un impacto repentino como un shock, un accidente, una catástrofe, un
ataque al corazón o un suicidio, todo el cuerpo espiritual, incluidos los cuerpos
astral y mental, son expulsados, completamente libres, fuera del cuerpo físico por
el impacto. En esos casos, los tres átomos simiente se separaron, alejaron y
descargaron del cuerpo físico en un segundo. En toda muerte violenta, el Espíritu
pasa por cierto grado de shock. El profundo sueño que parece caer sobre la
conciencia de esos Espíritus parece ser muy rápido, casi tanto como la luz.
Debido a esa rapidez, no hay dolor ni sufrimiento. Antes de que la conciencia sea
reasumida en la otra orilla, el conocimiento es bloqueado desde la conciencia,
hasta que el Espíritu ha sido totalmente separado y colocado en un estado de paz.
En cuanto a las víctimas del ataque terrorista del 11 de septiembre de
2001, aprendí aquel día que, aunque la salida del cuerpo se produce generalmente
sin dolor, es una cosa terrible el separar un espíritu fuerte de un cuerpo sano,
literalmente arrancándolo de sus cubiertas. Sencillamente, porque no es un
proceso natural. Y porque ese tipo de muerte no es natural, la sensación siguiente
a la muerte fue impresionante. Aprendí que aquellas víctimas sólo podían
progresar mediante la muerte. Las ventajas personales más allá de lo físico eran
mayores que las de este plano.
En esta visión, mientras observaba mi entorno inmediato, me di cuenta
de que no era ni de noche ni de día. No pude ver ni estrellas ni rayos ni luz
alguna. Pero sí pude sentir que nos rodeaba gran lobreguez. Miré cuidadosamente
y vi, entre las víctimas, una densa atmósfera que relampagueaba en rojo y parecía
rodearnos con una densa y pesada niebla. Mientras todos los cuerpos muertos
esperaban con un miedo silencioso, parecí sentir sus pensamientos (podía oír sus
pensamientos). Tras algún tiempo, varios ángeles de rostros amables se acercaron
a las víctimas y les dijeron lo que había ocurrido y les expusieron cuál era su
situación. Les explicaron las leyes y las condiciones que hacen posible un hecho,
cuando ha sido ya establecido. Tras muchas explicaciones, todas las víctimas
comprendieron que, en el choque del avión contra las Torres Gemelas de Nueva
York, sus Espíritus se habían visto forzados a abandonar sus cuerpos físicos.
Pude captar cuándo cada víctima comprendía que había dejado el
mundo físico de los hombres porque, cuando llegaban a esa convicción, su dolor
estaba más allá de toda descripción. Y sentí todo el dolor que cayó sobre ellos
con tal constatación. Era dolor por la esposa, dolor por el marido y dolor por los
niños pequeños, y preguntas sobre si sus pruebas, preocupaciones y sufrimientos
en la vida física fueron necesarios. Vi claro también que, desde el punto de vista
de algunas de las víctimas, el vivir algunos años más o menos era muy
importante. Su gran aflicción cuando supieron lo sucedido los ató y los mantuvo
en esa condición y en ese punto del espacio.
En una muerte violenta de este tipo, la muerte suele ir acompañada de
medidas momentáneas de shock. Recuerdo especialmente haber visto a una
mujer delgada, de ojos almendrados y una sonrisa definida y contagiosa. Cuando
las otras víctimas se le aproximaban, ella decía que se encontraba “perfectamente
bien.” Mientras hablaba, aún me recuerdo pensando cómo se parecía a la mujer
de mi sobrino. Ella no había comprendido que su forma física había muerto y que
había fallecido para el plano físico. Por fin, la visión de su destrozado cuerpo
físico, rodeado por los cuerpos muertos de otros, fue el medio de convencerla.
Lo que ocurrió en este caso fue que, antes del choque del avión con las
Torres Gemelas, las glándulas endocrinas de aquella mujer habían secretado de
repente sus hormonas de transición. La secreción instantánea en el torrente
sanguíneo produjo la suspensión temporal de la conciencia y por eso no se
registró por la mente el shock de la repentina expulsión de los cuerpos astral y
mental, del cuerpo físico. Como consecuencia, la gracia de Cristo entró en juego.
El profundo sueño de la muerte que siguió no es más que el que el anestésico
produce en el cuerpo físico. Bloquea la conciencia del movimiento durante un
tiempo determinado, cerrando el conocimiento consciente del Espíritu, mientras
las formas superiores y las fuerzas espirituales son separadas o retiradas.
Primero, el átomo simiente del corazón descargó las imágenes de su
próxima muerte en el torrente circulatorio y las glándulas segregaron sus
hormonas de transición. Al mismo tiempo, los átomos simiente de la forma física
se prepararon para ser vertidos del cuerpo físico por esas hormonas, así que, tras
el impacto, el cuerpo espiritual fue liberado del físico y la mujer continuó con su
último pensamiento consciente, como si no hubiese existido el golpe fatal
Las víctimas permanecieron en ese estado durante lo que me pareció
un largo espacio de tiempo. Y entonces, varios ángeles de rostros amables
empezaron a hablar fuerte. Esta vez sus palabras no iban acompañadas de una
imagen mental como antes. Esa vez fue como si mis oídos estuvieran grabando
modelos específicos del habla humana. Les decían a las víctimas que “la muerte
sólo había avanzado su esfera de vida, y que eran aún seres vivientes, habitantes
ahora del primer plano más allá de la tierra...” Tras varios comentarios más
terminaron diciendo que “sólo podemos progresar mediante la muerte física.”
Me di cuenta de que, durante el contacto, la víctimas no se movieron
Percibí que no se sintieron felices hasta que los ángeles les hablaron. De algún
modo, la presencia de los ángeles o, quizás, sus mismas palabras, habían curado
sus particulares preocupaciones. Cuando alcanzaron la conciencia completa,
pudieron moverse libremente. Entonces, el ambiente oscuro pareció cambiar a
mis ojos, como la niebla se disuelve con el sol, y un rayo de luz que crecía a cada
instante, lo remplazó.