Francisco Nieto
PRIMERA PARTE
(Para una mejor comprensión ver diagrama adjunto)
El Ego es algo así como el representante del verdadero Espíritu o Chispa Divina diferenciada
EN y POR Dios; es el Alma como resultado de las experiencias de la Vida Divina en los mundos
inferiores; es el que recoge la quintaesencia de cada vida o renacimiento gracias a lo cual el
hombre tomará conciencia de Él a la vez que Él (el Ego) se identifica cada vez más con el Espíritu.
Por tanto, es un ser divino en su esencia pero pendiente del desarrollo necesario que le haga tan
puro y perfecto como para identificarse con Dios. Su desarrollo depende de las experiencias que
obtenga en sus cuerpos físicos y superiores a través de los mundos donde experimenta y
desarrolla sus poderes latentes pero, normalmente, se le identifica como pensamiento individual
o como el pensador. Sin embargo, su situación está por encima de la mente concreta con la que
razonamos, el Ego está en las regiones superiores o abstractas del Mundo del Pensamiento y por
eso, el hombre, la personalidad razonadora, anhela la unión con algo superior que, además de
con nuestro Padre, también lo es con nuestro Ego. Según se desarrollan los poderes del Espíritu
más se vive la vida interna y más se anhela la verdadera unión espiritual, de ahí la oración y
la aspiración del hombre que ya ha tenido algún vislumbre de lo que es la vida superior.
La unión con Dios en cada uno de nosotros (con nuestro Ego o Yo superior) es similar
a la unión que debe conseguir el Ego respecto al Espíritu, pero nada de
eso se conseguirá sin el esfuerzo, sacrificio y buena voluntad por parte nuestra.
Lo que nosotros creemos que somos como verdaderos Egos es una pequeñísima parte
de lo que en realidad es el Ego en su propio plano, lo que ocurre es que aún no hemos desarrollado
su conciencia en nosotros. Por eso no deberíamos pensar en elevarnos hacia Él sino de abrirnos
a su influencia puesto que somos Él. Deberíamos actuar como Egos sabiendo que, cuando
tengamos plena conciencia de él, será como haber desarrollado el Cristo en nosotros; deberíamos
actuar como que nuestra vida es su vida y como que, lo que entendemos por conciencia, es su
conciencia y voluntad. La meditación, la oración, la contemplación y la adoración entre otros
ejercicios hacen que la conciencia del Ego se manifieste en el cerebro. Es una tarea muy larga,
de varias vidas, pero progresivamente, se va percibiendo su influencia porque con dichos
ejercicios se va abriendo cada vez más el canal de comunicación y transferencia.
El hombre basa sus acciones en su experiencia y en sus pensamientos, por eso se identifica
plenamente con su forma de pensar y con sus deseos, sentimientos y emociones después
de morir su cuerpo. Sin embargo, cuando alcanza las regiones superiores del Mundo
del Pensamiento, ya no es ese hombre o personalidad sino la reencarnación del
Ego, el cual, en los más atrasados, no comprende aún el sentido de la evolución ni de su ser.
En sentido general, se dice que la voluntad representa al Ego porque es una cualidad suya, es
la energía que el Ego (como pensador) manifiesta hacia el exterior o mundo físico creyendo, a
veces, el hombre que es él mismo. Esta voluntad está determinada o condicionada por
la razón, por las experiencias pasadas, por conclusiones, etc., pero no hay que confundirla
con los deseos, los que están condicionados desde fuera y dependen de los cuerpos
inferiores. El deseo, es la energía del Ego (también como pensador) dirigida hacia
afuera pero condicionado por los objetos, por eso, cuanto más atrás en la evolución
de la humanidad, el deseo dominaba a la razón y el Ego apenas podía manifestarse.
Actualmente hay una lucha en los que comenzamos a ver el verdadero sentido de
la vida y deseamos terminar cuanto antes con los renacimientos; en el futuro el Ego
impondrá su voluntad sobre el cuerpo de deseos y solo “deseará” lo que sabe
que necesita para acelerar la unión con el Espíritu.
Para que algo exista ha debido ser creado y debe tener un origen, así, todo lo creado por el
hombre ha tenido su origen en su mente; el verdadero Yo, el Ego, crea la idea que se
manifiesta como una forma de pensamiento, la cual formamos después con materia física. Pero,
en realidad, el Ego, como resultado de la evolución de la vida a través de la forma, no es
normalmente un creador en el sentido que comúnmente entendemos. El creador de los Mundos
donde evolucionamos (Dios) también tiene Su Mente y es de esta Mente de donde
surge el Mundo del Pensamiento, de donde, en realidad, nuestro Ego capta las ideas o
arquetipos existentes en las regiones superiores. Todo el Plan de Dios se encuentra en
esos arquetipos creados por las Jerarquías superiores que colaboran con Él (los
Siete Espíritus ante el Trono) por tanto, todo el desarrollo pasado y futuro de la humanidad
y todas sus creaciones tienen su origen en la mente Creadora de Dios. Por consiguiente,
aunque el Ego envíe un sinfín de vibraciones mentales desde estas regiones arquetípicas o
abstractas del Mundo del Pensamiento, el cerebro solo puede o suele reproducir una pequeña
cantidad para luego darles forma con la mente concreta y crear las formas físicas. Por
lo general, solo los cerebros muy activos y receptivos suelen captar mayor número de
“ideas” dando así muestras de poder mental y genialidad. Así es que, las facultades mentales
de cada persona representan el grado de sensibilidad que tiene su cerebro respecto
a las vibraciones mentales que su Ego envía. Podríamos decir que las palabras
representan los símbolos de las imágenes mentales que forma el cerebro bajo
la acción de la mente concreta, sin embargo, la mente abstracta, es decir, lo que
expresa el Ego desde las regiones superiores del Mundo del Pensamiento,
pertenece a la razón pura, y eso no se puede expresar con palabras.