Cada mañana el Sr. y Sra. Heindel bombeaban agua al tanque más pequeño con el fin de satisfacer las necesidades
de la casa. Muy a menudo se rompían las plomerías instaladas por un plomero de tercera categoría y las válvulas
del tanque no cerraban. Así, si las mujeres que allí trabajaban, como a veces ocurría, no reparaban en este hecho,
el tanque superior se vaciaba y debía ser nuevamente llenado.
Pero algo debía ser hecho para conseguir vegetales. Así la Sra. Heindel compró otro lote de semillas en un nuevo
intento de germinar tomates y repollos. Preparó un rincón, el más fértil, y plantó allí las semillas, esto era
a comienzos de 1912. Luego de fuertes lluvias estas germinaron, junto a malezas que ella tuvo que remover.
Dado que había estado trabajando tan duro con la máquina de escribir, la correspondencia y el empaque de libros,
tuvo que remover la maleza con su mano izquierda pués su mano derecha estaba muy lastimada.
Un día la vió el señor Heindel mientras recogía maleza con su mano izquierda con un gran esfuerzo, este hecho
lo hizo muy infeliz, por lo que se ofreció a ayudar sentándose en una pequeña caja. Entonces preguntó,
"dime
querida, cuál es una planta de repollo y cual de maleza"; ( Max Heindel era un hombre de ciudad que nunca
había tenido este tipo de entrenamiento.) Como terminó removiendo más a menudo una planta de repollo o de
tomate que una maleza, al fin se dió por vencido reconociendo que era más un estorbo que una ayuda.
Pero al fin llegó la ayuda tan esperada, tras arribar de North Yakima, Washington nuestro secretario
Charles Swigert, el cual venía a visitarnos desde North Yakima, Washington y las malezas fueron al fin removidas.
El próximo problema era cosechar las semillas. Contratamos a un vecino para los trabajos en la tierra,
que debían ser realizados con una leve pendiente cuesta abajo, las plantas fueron plantadas y regadas
y nosotros nos fuimos a la cama. Pero, ¡oh,sorpresa! en la mañana observando nuestra tarea manual del
día anterior encontramos dos plantas de repollos solas dejadas, pués los conejos se habían comido el resto.
Luego fué erigido una cerca de alambre de tres pies alrededor de nuestro precioso pedazo de terreno
para vegetales y así el jardín comenzó a crecer. La falta de humedad fué superada plantando en la
ladera de la colina y permitiendo que el agua se deslizara despacio y corriera hacia abajo entre
las hileras durante la noche y los verdes guisantes, nabos, zanahorias y numerosos vegetales
fueron el resultado de nuestro tremendo esfuerzo.
PERO nuestros problemas no habían finalizado: la habitación del Sr.Heindel miraba el jardín y el
Valle de San Luis Rey, y muy temprano una mañana el Sr.Heindel me llamó para ir a su habitación
y mirar a través de su ventana; nosotros contemplamos una liebre grande en el jardín.
Esta liebre es mucho más grande que los comunes conejos pequeños y no tan amplios; nosotros no
esperábamos este visitante. A los conejos les gustan por sobre todas las cosas, los repollos y nuevamente
nuestros repollos se perdieron. Qué vendría luego? Bien, la Sra. Heindel comenzó a bajar por la escalera de
atrás y procuró un guijarro y se lo arrojó al Sr. Conejo! El estaba tan asustado para saltar sobre la cerca
y así el recibió una buena zurra, con la esperanza que el hubiera aprendido la lección y se quedara afuera,
pero la siguiente mañana él estaba de nuevo en el sembrado de vegetales. La cosa siguiente fue procurarse un
perro que cuidase nuestro jardín
Aquí otra vez estos pioneros encontraron dificultades en su trabajo y dos pequeños sobrinos de la Sra.
Heindel habÍan levantado un perro vagabundo de las calles de Los Angeles. Era un hermoso perrito abandonado,
sin hogar, pero que sus ojos podían derretir el corazón de cualquiera que lo mirara. Lo nombraron Smart, nombre
que le era muy apropiado, pués era capaz de perseguir a los conejos hasta la base de la ladera de la montaña sin
siquiera hacerles daño, luego regresaba sucio y lleno de tierra de sus persecuciones, dando a la señora Heindel el
trabajo de bañarlo. Su mayor diversión la que nunca se perdía, era la de pasear por las tardes con su maestro y cuidador.
A pesar de todo, más tarde, Smart se tornó un estorbo más que una ayuda y en 1.913 uno de las estudiantes
de la escuela de verano, la Sra. Kittre Comen, lo adoptó y lo llevó con ella a Mountain Home, Idaho y así
dejamos a Smart por algún tiempo.
En marzo de 1.912 se decidió que debíamos procurarnos nuestras propias frutas y vegetales,
por lo que contratamos un jardinero. Este organizó un huerto en el que sembró árboles frutales,
comenzó a plantar un jardin y durante el año de 1.912 un trabajo muy constructivo fué completado.
Así se plantaron rosales y otras hermosas flores sobre el cerco de entrada, una fila de hermosos
eucaliptos comenzaba a crecer, y todo mostraba una apariencia amigable, el terreno árido y seco
se tornó en un brillante decorado cuál si verdaderos seres humanos vivieran allí.
El jardinero continuaba sembrando semillas y algunas pequeñas flores comenzaban a mostrarse
embelleciendo las sendas a lo largo del emblema erigido en la entrada. Una hilera de geranios
crecieron hermosamente y algunos florecieron, porque en California el geranio crece casi como la maleza.
Luego de arduo trabajo que estos pioneros habían tenido al comenzar el jardín, al fin estaban animados
por los resultados. Habían crecido tomates y como se avecinaban los meses de invierno la Sra. Heindel
los recogió, así como los que aún estaban verdes, guardándolos cuidadosamente en la casa, pensando
que así tendrían tomates a lo largo del invierno. También habían otros vegetales necesarios para
satisfacer las necesidades de la famila durante el invierno (Ver Ecos Feb. 1.914 p.3, también Oct. 1.912 pag. 204.).
Esta era la situación hasta llegada la tarde del 2 de enero de 1.913, cuando el Sr. y Sra.
Heindel dieron cuenta de la baja de temperatura que empezaba a manifestarse en el termómetro.
Pero quien hubiera imaginado los efectos devastadores que serían causados por la visita de las
heladas sólo unas horas después?. California sufriría una de sus peores heladas en los últimos 65 años.
A la mañana siguiente, qué panorama!!!, agua congelada en los baños y tanques!!!, los vegetales verdes habían
desaparecido a excepción de un hilera de duraznos que aún florecían, los cuales eran lo único verde que quedaba.
Rosas, geranios, todo había desaparecido: también esos tomates guardados debajo de la casa eran una masa de hielo.
Bien, la aridez del campo nuevamente se había manifestado, todo debió ser replantado y con tan poca agua era
realmente una tarea desalentadora. También las hileras de los pequeños eucaliptos comenzaban a quebrarse
y estaban aparentemente muertos.
NUESTRA ENREDADERA DE TOMATES
Luego de un corto tiempo tras las heladas, el campo fué escenario de fuertes lluvias las que prepararon
las tierras para una nueva siembra. Después, algo extraño ocurrió: Había aparecido una pequeña planta,
la primer cosa verde en aparecer. En el mismo lugar en el que había crecido la enredadera,
al borde de la galería del frente, allí comenzaba a crecer una huerta de tomates.
Crecía tan rápido que luego de seis meses llegó al nivel del segundo piso dando sabrosos frutos.
Nos preguntamos si el espíritu de aquellos tomates congelados no habrían entrado en la huerta para
compensarnos por la anterior pérdida.