9. LA RELIGIÓN Y LA MORALIDAD
No se puede considerar auténtica ninguna revelación profesada de religión si no reconoce las demandas del deber de obligación ética que han sido creadas y fomentadas por la religión evolucionaria precedente. La revelación infaliblemente amplía el horizonte ético de la religión evolucionaria, expandiendo a la vez simultánea e infaliblemente las obligaciones morales de todas las revelaciones previas.
Cuando presumís juzgar críticamente la religión primitiva del hombre (o la religión del hombre primitivo), debéis recordar que hay que juzgar a estos salvajes y evaluar su experiencia religiosa de acuerdo con su esclarecimiento y estado de conciencia. No cometáis el error de juzgar la religión de otro con vuestras propias normas de conocimiento y verdad.
La verdadera religión es esa convicción sublime y profunda dentro del alma que amonesta obligatoriamente al hombre, que sería erróneo no creer en esas realidades morontiales que constituyen sus conceptos éticos y morales más elevados, su interpretación más elevada de los grandes valores de la vida y las realidades más profundas del universo. Y dicha religión es simplemente la experiencia de entregar lealtad intelectual a los dictados más altos de la conciencia espiritual.
La búsqueda de la belleza es parte de la religión sólo en tanto sea ética y hasta el punto que enriquezca el concepto de la moral. El arte es religioso tan sólo cuando está infundido de propósito que sea derivado de motivaciones espirituales elevadas.
La conciencia espiritual esclarecida del hombre civilizado no se preocupa tanto por una creencia intelectual específica o por un modo particular de vida como por descubrir la verdad del vivir, la técnica buena y justa de reaccionar a las situaciones constantemente recurrentes de la existencia mortal. La conciencia moral es tan sólo un nombre aplicado al reconocimiento y conocimiento humano de aquellos valores éticos y morontiales emergentes que el deber demanda que el hombre obedezca en el control y guía diarios de la conducta.
Aun reconociendo que la religión es imperfecta, existen por lo menos dos manifestaciones prácticas de su naturaleza y función:
1. El impulso espiritual y la presión filosófica de la religión tienden a hacer que el hombre proyecte su estimación de los valores morales directamente hacia afuera, hacia los asuntos de sus semejantes —la reacción ética de la religión.
2. La religión crea para la mente humana una conciencia espiritualizada de la realidad divina basada en conceptos antecedentes de valores morales y derivada por la fe de estos conceptos y coordinada con conceptos sobrepuestos de valores espirituales. La religión de esta manera se torna un censor de los asuntos mortales, una forma de fideicomiso moral glorificado y confianza en la realidad, las realidades enaltecidas del tiempo y las realidades más duraderas de la eternidad.
La fe se vuelve la conexión entre la conciencia moral y el concepto espiritual de la realidad duradera. La religión se vuelve la avenida de escape del hombre de las limitaciones materiales del mundo temporal y natural a las realidades excelsas del mundo eterno y espiritual mediante la técnica de la salvación, la transformación morontial progresiva.